Por Manuel Cruz
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Tránsito” (Antonio Hernández, México, 2014) forma parte de la sección Estrenos Mexicanos, en la última edición de Distrital
De cara al desastre mundial, la globalización es la culpable preferida. Eternamente acusada por robo de identidad, reduciendo el término — una vez identificable con cada país — a una ambigüedad prácticamente indescifrable. En la primera imagen de “Tránsito”, lo que define a México quizás no esté perdido, pero trágicamente actualizado: el enfrentamiento entre policías y activistas sociales, ya tristemente mundano, adquiere proporciones épicas. Para Antonio Hernández, director de la cinta, ya no hay a dónde regresar, excepto el dolor.
Y decide irse, siguiendo al discurso implícito del migrante, reflejado en La Jaula de Oro (una coproducción nacional reciente, y una de las mejores películas del año) a buscar “algo nuevo” en tierras que siempre han sido “mejores” Convivir en un barco lleno de ancianos estadounidenses no le resulta agradable, como el peculiar trato que tiene aquella nación con la suya. Pero ello no es sorpresa. Al desembarcar en Europa, verdaderamente cree encontrar progreso. En su lugar, se ve en el centro de un conflicto ligeramente desapercibido: la tenacidad española frente a los migrantes y la caída de Barcelona — con el supuesto “gobierno del cambio” encabezado por Mariano Rajoy y el Partido Popular — a un estado de protesta y fría represión, coqueteando con la resurrección del Franquismo . Nada alejado de México.
Como Tintin, aunque sin Milú y el humor, Antonio Hernández deambula con su cámara en mitad de la historia. La narrativa de su propia cinta se compone de un “diario fílmico”, un flujo de conciencia en forma epistolar a un remitente desconocido: quizás el recuerdo nostálgico de su patria, quizás un amor que dejo atrás o su propia audiencia, junto a migrantes que descubre con los días, atrapados entre un trabajo banal para el siguiente, añorando una tierra que dejaron ir, por falta de oportunidades cuya aparente existencia es aquí, en la histórica Europa. Pese a estar filmada con precisión en medio de las represiones civiles e introduciendo composiciones espectaculares (a veces similar a Costa da Morte, ganadora en la 4a Edición del FICUNAM), no hay ninguna imagen en “Tránsito” que sea particularmente memorable. Lo que impacta es el viaje mismo: un torrente de imágenes y ansiedad textual (eludiendo con astucia la voz en off y concentrando la tensión en el sonido directo, aunque a veces los entrevistados no son comprendidos del todo) que no deja de ponderar la búsqueda de una identidad, pero al final llega vacía: entre las represiones gubernamentales de México y España, las revoluciones — y dictaduras — en Oriente, y la parroquiana locura estadounidense, ¿no está la identidad de cada país globalizada en un enorme caos?