Por Miguel Ravelo Ortega

El martes 03 de junio inicia en la Ciudad de México una edición más del Festival Distrital, que entre sus primeras películas en competencia exhibirá la estadounidense “Permita que las puertas se cierren” (Stand clear of the closing doors, Sam Fleischner, 2013), obra que llega respaldada por varios galardones: el premio al mejor director en el Festival Internacional de Cine de Atenas, el premio especial del jurado en el Festival de Cine de Deauville y la mención especial del jurado en la categoría Mejor Película Narrativa, en el Festival de Cine de Tribeca.

La primera película dirigida en solitario por Sam Fleischner (en 2009 codirigió junto a Ben Chance “Wah Do Dem”), nos presenta la historia de Mariana (Andrea Suárez), mexicana que vive en Queens, Nueva York, trabajando ilegalmente como empleada doméstica para sacar adelante a sus dos hijos: Carla (Azul Zorrilla), adolescente desubicada y rebelde, y Ricky (Jesús Sánchez Vélez), un joven de 13 años que padece síndrome de Asperger.

La película inicia dejando claro que Ricky es un joven solitario con serios problemas de conducta y convivencia que debe ser medicado regularmente y vive en un  entorno que no cubre las necesidades de una persona con el trastorno autista mencionado. Por un lado, su madre está fuera de casa dedicando todo su tiempo y fuerzas al trabajo. Por otra parte, Ricardo (Tenoch Huerta), el padre de familia, pasa varias semanas fuera de casa,  trabajando igualmente de forma ilegal y teniendo presencia dentro de la familia únicamente a través de esporádicas llamadas telefónicas. La única persona que podría atender a Ricky es su hermana Carla, la cual lo considera una carga y ella misma lo rechaza constantemente.

Fleischner nos introduce de forma efectiva a la familia, logrando que reconozcamos sus problemas y nos encontremos en un entorno en donde una madre hace todo lo posible para mantener una casi inexistente estabilidad, pero encontrándose con rechazo hasta en la forma de comunicación con sus hijos: ella todo el tiempo habla en español y sus hijos le contestan en inglés, lo cual deja poco espacio para el desarrollo de algunos de los más básicos vínculos. Y es aquí donde el director opta por terminar de separar este de por sí herido núcleo familiar. Debido a un descuido de Carla, Ricky se extravía y decide entrar al metro de Queens. A partir de aquí, la historia se contará en dos espacios que se desarrollarán paralelamente: sobre la ciudad, con Mariana buscando a su hijo y enfrentándose a la decisión de acudir a la policía considerando su situación ilegal en el país, y debajo de ella, con Ricky tratando de sobrevivir en los andenes y vagones del metro.

La decisión de llevar la historia por caminos diferentes es afortunada, ya que no solamente tenemos la separación a nivel narrativo; visualmente la decisión también se sustenta a través de la fotografía de Adam Jandrup y Ethan Palmer, quienes muestran cómo los protagonistas viven esta nueva realidad. La historia en los vagones del metro está contada tratando de emular la forma de ver y escuchar que tendría una persona con Asperger: un bombardeo de colores, de ruidos intensos e insoportables por todas partes, que solamente son acallados por la voz interna de Ricky, que se escapa concentrándose en los zapatos de los miles de usuarios que pasan frente a él sin percatarse de su presencia.

Tal vez las actuaciones pudieron ser mejores, y una de las vertientes menos exploradas que habría dado mucha riqueza a la historia, es la reacción de Carla al saberse responsable de todo lo que pueda pasarle a su hermano y su forma de enfrentar la culpa. Fuera de estos detalles, la película nunca deja de ser interesante y el ritmo de ambas historias es constante. 

Al final, una situación de esta magnitud dentro de una familia tan afectada se mostrará como un inesperado catalizador que obligará a revalorar lo que los ha mantenido de pie después de todos estos años. Y aquí está lo valioso de la historia de Fleischner: nos muestra cómo en los momentos de mayor desesperación y pérdida, pocas cosas son más fuertes que apoyarse en la familia para tratar de recomponer lo destruido. Que lo perdido puede renacer y mostrar que detrás del dolor, siempre existirá la esperanza de reconstruir lo que parecía insalvable. Porque los elementos de los que podemos hacernos fuertes están ahí y por más lejos que parezca que está lo necesario para aguantar, tal vez en realidad solamente haga falta aceptarlo.

“Permita que las puertas se cierren” se presenta dentro de la competencia de la sección Topografías del Festival Distrital 2014, este miércoles 04 de junio a las 17:00 hrs. en el Centro de Cultura Digital y el jueves 05 de junio a las 21:30 hrs. en Cinépolis Diana.