Por Carlos Ham
Dos disparos; se escuchan dos disparos, uno en la cabeza y otro en el estomago. De algún modo, nada ha pasado. Para perplejidad de todos, audiencia incluida, Mariano (Rafael Federman), un quieto y bien parecido chico de 16 años, se ha pegado dos tiros sin razón discernible o mayor consecuencia, con sólo una bala perdida y un agujero en el muro para atestiguar lo sucedido. Ese mismo día, se ha escapado su perro. “Dos Disparos” (2014) del realizador argentino Martin Rejtman es un filme que intriga con su humor y tono observacional tan frecuentemente como frustra con su absoluta renuencia a seguir una lógica narrativa.
Lo más cercano que se puede discernir es una estructura cíclica cual carrusel que recuerda a la excelente “La Ronde” (1950) del cineasta de origen alemán Max Ophüls. Como en la ya mencionada película, lo que empieza como la historia de Mariano frecuentemente abandona a su aparente protagonista para seguir a otros individuos que vienen y van con la misma facilidad, a veces con sólo la más tenue de las relaciones entre ellos: estos van desde su hermano Ezequiel (Benjamín Coehlo), su madre (Susana Pampin), la flautista a la deriva Lucia (Manuela Martelli), la madre del conocido de la amiga de su hermano (Daniela Pal), hasta un niño y su perro. Muy diferente al cine de Ophüls, sin embargo, es la cinematografía a cargo de Lucio Bonelli, que se caracteriza por elegantes tomas estáticas donde el movimiento de cámara es tan limitado como el de los sujetos retratados.
Movimiento, como se ha dicho, es una cualidad que muchos de estos personajes carecen. No es infrecuente encontrarles recostados, reaccionando sólo al comando de una alarma o teléfono celular, o asistiendo a fiestas que nunca vemos, con la notable excepción de la primerísima toma. En sus momentos más lucidos, Rejtman captura la fugacidad con que las decisiones y oportunidades se presentan, y la frecuencia con que éstas no llevan a ningún lugar; un viaje de carretera se vuelve una prolongada agonía y la cercanía entre amantes potenciales es reconocida pero no expresada. Algunas partes son tediosas por diseño y otras igualan la gracia a secas de Jim Jarmusch, pero todas se remiten a la misma impasibilidad.
Más tenue aún es la relevancia del evento que da pie a la trama, los titulares dos disparos. Mariano mismo no está muy interesado en su casi suicidio, siendo que no está ni “ansioso ni deprimido”, aunque sí ligeramente afligido por el sonido doble que ahora produce al tocar la flauta dulce—resultado sin duda de la bala perdida que se aloja en algún lugar de su cuerpo; esto tiene el efecto de agregar un sonido cual armónica al repertorio para flauta de Hadel. Curiosamente, las esporádicas escenas del cuarteto musical, con el disonante tono de Mariano, proveen la ligereza y soporte que previene al filme de colapsarse bajo su propia languidez. “Dos Disparos” seguramente pondrá a prueba la paciencia de algunos, pero la aparente ausencia de matices e igualdad de tonos en sus múltiples, diferentes viñetas no ha de dejar a uno enteramente indiferente.
“Dos disparos” se exhibe en la Cineteca Nacional.
Dos disparos
(Argentina-Chile-Alemania-Holanda, 2014, 104 mins.)
Director: Martín Rejtman. Guión: Martín Rejtman. F en C.: Lucio Bonelli. Música: Diego Vainer. Edición: Martín Mainoli. Con: Rafael Federman (Mariano), Manuela Martelli (Lucía), Benjamín Coehlo (Ezequiel), Laura Paredes (Margarita), Susana Pampín (Susana), Camila Fabbri (Ana), Daniela Pal (Liliana). Productor: Violeta Bava, Rosa Martínez Rivero, Bruno Bettati, Christoph Friedel, Jan van der Zanden. Distribuidora: Interior 13.