Por José de Jesús Chávez Martínez
Si algún director ha sabido explotar la fantasía como elemento narrativo principal y discurrir temas a profundidad con ella, ése es Hayao Miyazaki, el maestro del cine de dibujos animados, el mejor de la historia en esta vertiente cinematográfica. El admirado director y creador vuelve de un retiro de seis años para entregar esta nueva pieza personal con elementos biográficos, donde ensaya sobre el valor más grande del hombre, la vida, y su contraparte, la muerte, en el contexto de la segunda guerra mundial en Japón.
Se trata de una historia triste porque el protagonista principal, el adolescente Mahito Maki, sufre la pérdida de su madre en un incendio en Tokio durante los años 40’s y tiempo después se muda en una ciudad de provincia, ya que su padre establece ahí una fábrica, aunque nuevamente casado, ahora con Natsuko, la hermana menor de su difunta esposa. En el nuevo ambiente, el joven no encaja en la escuela y sufre aún por la ausencia materna, al tiempo que es acosado por una misteriosa garza.
La singular ave lo induce a visitar un viejo castillo cerca de la casa porque le asegura que ahí está su madre aún viva. El castillo lo construyó precisamente el tío abuelo de Mahito, para cubrir con él una especie de rara montaña energizada que se formó con el impacto de un meteorito.
Y aquí viene la constante en Miyazaki: ingresar a un mundo nuevo, fantástico, con seres extraños y universos paralelos; también con personajes raros: un navegante andrógino, unos pericos antropófagos encabezados por un gran rey también perico, unos pelicanos alborotadores y unos pequeños seres con forma de globos blancos y con extremidades. Todos añadidos a la garza que en su interior guarda un ser repugnante pero que en conjunto muestran al chico lo que es la vida desde que se gesta (los globos blancos) y cómo desde ese momento resulta ser frágil.
También se presenta al adolescente la misión de salvar a Natsuko que, encinta en la vida real, habita el castillo en esa otra dimensión y su embarazo corre peligro. Igual adentro existe un equilibrio resguardado por el tío, ya anciano y en busca de un sucesor, ya que los peligros son constantes. La pregunta es ¿cuándo debe y puede Mahito salir de ahí? Las salidas son múltiples, pero debe cumplir con la consigna de resguardar a su madrastra/tía, con la ayuda del navegante… y de su madre adolescente.
Numerosas películas tocan el tema de los multiversos, pero en ninguna se aborda con tanta sabiduría y emoción como en “El niño y la garza”, la cinta que se produce en los célebres estudios Ghibli luego de algunos años de inactividad de Miyazaki. Diversos tópicos como la vida, la solidaridad, la entereza, el autoflagelo, la salvación, la purificación, la madurez, el respeto por el medio ambiente (otra constante del cineasta) y la muerte, son abordados en la trama con la soberbia mano del autor japonés y a los que ya nos tiene bien acostumbrados (o mal acostumbrados, según se vea).
Es otra película compleja, aguda y a la vez difícil de penetrar. Probablemente la mejor en la filmografía de Miyazaki, aunque esto sería objeto de un intenso debate. Lo bueno es que volvió para una posible despedida (tiene 83 años recién cumplidos) y aunque este filme estaba para estrenarse antes de los juegos olímpicos de Tokio 2020, hoy podemos disfrutarla en las carteleras comerciales. Se puede constatar con enorme alegría que la técnica y el genio del maestro están intactos y presentes en la que quizá sea su obra póstuma.
El niño y la garza SUB
(Kimitachi wa dô ikiru ka, Japón, 2023, Dur.: 124 mins.)
Director: Hayao Miyazaki Guión: Hayao Miyazaki. Dir. Fotografía: Atsushi Okui Fotografía: Color Música original: Joe Hisaishi. Edición: Rie Matsubara, Takeshi Seyama y Akane Shiraishi. Con: Soma Santoki (Mahito Maki), Masaki Suda (La garza real), Takuya Kimura (Shoichi Maki), Aimyon (Himi), Kô Shibasaki (Kiriko). Productor: Toshio Suzuki Productora: Studio Ghibli. Distribuidora: Caníbal. Clasificación: B.