Por Hugo Lara
La violencia de género y la lucha de las mujeres por la igualdad y la equidad frente a los hombres, son temas principales que mueven la agenda del mundo hoy por hoy y desde hace algunas décadas. La película “Ellas hablan” (Women Talking, 2022) de la cineasta Sarah Poley, está centrado en estas asignaturas, basada a su vez en el libro de la canadiense Miriam Toews, quien se inspiró en los oscuros hechos ocurridos en 2009 en Manitoba, Bolivia, una comunidad menonita donde nueve hombres fueron detenidos y condenados a prisión por violar y abusar sexualmente de 151 mujeres y niñas, usando para ello un producto químico para anestesiar vacas. A las mujeres, que despertaban maltrechas tras los ataques, se les hacía creer que habían sido ultrajadas por fantasmas y demonios, pero la verdad inevitablemente salió a la luz. Como es bien sabido, las comunidades menonitas son muy conservadoras y religiosas, cerradas para los extraños y, en general, para todo lo que signifique modernidad y cambio.
Pocos escritores existen con la autoridad suficiente para narrar la vida íntima de los menonitas como Toews, quien tiene ese origen y vivió entre ellos hasta los 18 años cuando se marchó para ir a la universidad y convertirse después en una reconocida novelista. Toews, además de tener varias novelas ambienatdas en estas comunidades, aparece como una de las protagonistas de “Luz silenciosa” (2007), de Carlos Reygadas, filme precisamente situado en el contexto de una población menonita de Chihuahua, México.
La actriz y cineasta canadiense Sarha Polley tomó la novela de Toews para adaptar el guion y realizar “Ellas hablan”, probablemente la película más importante de su trayectoria como directora y por la que acaba de ganar el Oscar en la categoría de mejor guion adaptado.
“Ellas hablan” retoma solo en los primeros minutos el caso de las ataques sexuales y la captura de los violadores, pero la mayor parte del relato en realidad se centra en el debate que las mujeres organizan una vez que se sabe que los hombres pueden ser liberados y regresar impunes a la comunidad. Ellas tienen qué decidir entre tres opciones: uno, no hacer nada; dos, quedarse y pelear; o tres, marcharse. Hay una votación donde participan todas las mujeres y ocurre un empate, por lo que se elige un pequeño grupo que debe deliberar en el interior de un granero para elegir la mejor alternativa para todas.
Brillantemente filmada tanto en lo estético como en el ritmo —donde hay que destacar la iluminación Rembrandt y en general el trabajo del fotógrafo Luc Montpellier, así como el de los editores Christopher Donaldson y Roslyn Kalloo y el arte de Peter Cosco— en la película tiene un peso importante el intercambio de diálogos pero la directora tiene la pericia y sensibilidad de no sobrecargar la narración con ellos y romper la teatralidad o monotonía, pues sabe combinarlos y equilibrarlo con la música, los silencios, la elección de planos, de gestos y, sin duda, del estupendo ensamble actoral que enriquece toda la puesta en escena. Así, por su resolución cinematográfica, el hecho de que la mayor parte de las acciones ocurre en un granero, no se vuelve un defecto, sino una cualidad.
Es un lujo ver en la pantalla a actrices de distintas generaciones con un gran desempeño como Frances McDormand, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley y las adolescentes Kate Hallett y Liv McNeil, además del actor Ben Whishaw, que es prácticamente el único varón que tiene rostro y nombre en la trama, en el papel del apocado maestro del pueblo que apoya la causa de las mujeres.
Dentro de su estilo sobrio y contenido, la película, gracias a su reparto y a la directora, tiene diferentes texturas, que provienen de los momentos de fuerte dramatismo pero también de humor, y de sus entrañables personajes que navegan por diferentes conflictos y emociones que pasan del enfrentamiento a la duda; del miedo a la valentía; o de la desunión a la solidaridad.
Cabe subrayar que este caso de violencia de género ocurrido dentro de una comunidad menonita es, tristemente, solo una representación de lo que ocurre todos los días en el mundo en distintas comunidades, rurales o urbanas; grandes o chicas, muy grave en países como México, donde es un tema alarmante. Por todos sus atributos y méritos, “Ellas hablan” es una de las películas más relevantes del año, tanto por su forma como por su fondo. Se puede ver en la Cineteca Nacional y otros cines.