Por Hugo Lara
¿Cómo se puede hacer una película de suspenso que funcione como un reloj? En Hollywood se han perfeccionado las recetas prácticamente para todos los género cinematográfico; son fórmulas probadas que rinden resultados por su eficiencia narrativa, aunque generalmente quedan cortas de intenciones, pues la producción industrial cede pocos espacios para ello. En ese tenor, difícilmente se puede decir que en “Kiss the girls” la construcción de cada secuencia carezca de un flujo calibrado, pues la estructura obedece a un compás muy preciso, milimétricamente marcado en cada página del guión y orquestado por un realizador, Gary Fleder, que debió obrar con cronómetro en mano.
“Kiss the girls” (1997) está basado en una novela de James Petterson que, a su vez, fue adaptada para la pantalla por David Klass. El relato se sitúa en Durham, Carolina del Norte, y trata acerca de un psicólogo forense llamado Alex Cross (Morgan Freeman) que debe rastrear la pista de su sobrina, secuestrada por un psicópata que se hace nombrar ‘Casanova’. Su caso resulta ligado a un asesinato y a la desaparición de otras mujeres en la misma región, a quienes presuntamente el psicópata mantiene cautivas. Con la ayuda de la doctora Kate (Ashley Judd), una víctima de “Casanova” que ha logrado escapar, Cross se propone rescatar a las mujeres y dar cuenta del depravado, aunque antes deberá sortear obstáculos y pistas falsas.
Indudablemente la referencia más inmediata a “Kiss the girls” es “Seven” (David Fincher, 1995), más por el hecho de que Morgan Freeman sea el protagonista que por los lugares comunes que se frecuentan. La participación de Freeman entraña para este relato la definición del personaje protagonista por anticipado, pongamos que desde los créditos del inicio. En nombre de la economía narrativa, el realizador no necesita esforzarse en explicar y justificar la personalidad de Alex Cross-Freeman porque en esencia usufructa la de William Somerset-Freeman, de “Seven”. El camino se allana y en adelante todo el relato gira en torno a la solidez del binomio Cross-Freeman.
Por lo demás, el realizador sigue paso a paso las instrucciones del ABC del thriller hollywoodense: el tono oscuro del ambiente, la presentación de un antagonista sagaz que pone en jaque a la policía, el despiste efectista y las delicias de lo macabro aptas para todo público, con el consabido mano a mano entre el mal y la justicia.
Gary Fleder es también el realizador de “Things to do in Denver when you’re dead” (1995), cinta que marcó su debut y que, con algunas reservas, fue bien saludada por el público y la crítica especializada, aunque sufrió ciertos ataques por un supuesto plagio del estilo tarantiniano. En “Kiss the girls”, Fleder se mueve con demasiada cautela, tanto así que es irreprochables que su película marche como reloj, del que se sabe que después de las doce sigue la una y luego las dos y así, hasta completar el ciclo. Por eso resulta que este thriller sea tan limpio que la sangre nunca salpica lo suficiente para sorprender. Y la sorpresa, en un thriller, es fundamental.

