Por Emiliano Basile
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Dirigida por Andrés Paternostro, “La boleta” (2012) es una comedia delirante con varios cambios de registro que hacen deambular a la historia por la cuerda floja, pero sin caer nunca por la borda. El film mantiene el ritmo y la frescura en todo su desarrollo. Tras un gran comienzo en donde se pone de manifiesto todos los problemas del hombre contemporáneo, La boleta entra en un cambio de registro constante que se acerca cada vez más al grotesco, incluso roza los límites de la verosimilitud. Sin embargo no deja de entretener en ningún momento, los actores cumplen con profesionalismo, y su protagonista, Damián de Santo, sabe imprimirle ese toque humorístico que el film lleva como marca registrada.
Damián de Santo es Pablo, un tipo al borde del suicidio y no en sentido figurado. Deudas, ex mujer, un jefe molesto y la hostilidad social. El tipo común que la película construye para que el espectador se identifique con él, sufre de todos los males del mundo cotidiano y ha pensado incluso en matarse. Hecho relatado en tono tragicómico hasta que el surrealismo se presenta: Pablo se desmaya o sueña que Dios le canta números de lotería. Consigue dos pesos y compra su “boleta”. Unos pibes marginales lo asaltan y entra a la villa a recuperar su billete. Aquí se produce el cambio de registro, la representación de la villa y sus personajes es estereotipada buscando la gracia, y la comedia trágica pasa a ser un grotesco discepoliano.
Gestos vulgares, y violencia por demás, encarnada en tres actores en sus personajes habituales: Claudio Rissi como Merlín, jefe/dueño de la villa, que controla la delincuencia, el narcotráfico y la prostitución. Una especie de Tony Montana (personaje de Al Pacino en Caracortada) pero más exagerado. Y eso que ya era un personaje bastante exagerado el del film de Brian De Palma. Otro infaltable es Roly Serrano, haciendo de delincuente de poca monta al que se le frustra un secuestro Express. Y en el medio de tantas situaciones desopilantes, aparece Marcelo Mazzarello como el pobre, medio tonto y medio bueno, para ayudar al protagonista.
Pero “La boleta” es una película divertida que cumple con su objetivo de ofrecer un simpático pasatiempo. Justo cuando parece estar a punto de volcar, en su afán de sostener un registro al límite de lo tolerable, logra reencauzarse en las distintas situaciones. Sus actores saben como manejar los distintos tonos y lejos de tropezar, maniobran algunas escenas extremas con carisma y gracia.
La sorpresa no deja de ser Damián de Santo en una actuación de corte realista, al interpretar a un hombre común, similar a sus roles en televisión pero que hace un buen contraste con las explosivas interpretaciones del resto del elenco.
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