Por Manuel Cruz
Cruzderivas@gmail.com
De niño escuchaba Radio Francia Internacional todas las mañanas. Era fácil imaginarse como sería aquel lugar, y espiar las vidas de quienes trabajan dentro. Años después, “La casa de la radio” cumple mis deseos. Pero la nostalgia no es suficiente para rescatar a esta película del aburrimiento que la acecha.
“La casa de la radio” es un ejemplo apropiado para demostrar hasta donde puede llegar el cinema verité. Este género documental nació en los 60’s y tiene como premisa seguir al sujeto filmado, sin entrevistas, preguntas, ni narraciones previas. El riesgo esta en el talento del propio sujeto: si es una persona con la habilidad de lograr narraciones — mediante el humor, las anécdotas, o la intriga — misión cumplida. Los mejores ejemplos de tal éxito se encuentran en “Grey Gardens”, “Gimme Shelter”, e incluso películas más lentas como “Medium Cool”, “Symbiopsychoplasm: Take One”, y “Fogo”. El fracaso, representado, las ganas de dormirse a media proyección, ocurre en esta cinta.
Causa más desilusión que inicie con una buena premisa: el documental relata un día en la enorme estación de Radio Francia en París, atravesando sus divisiones, tareas y breves escapadas al exterior (como dos motociclistas enfocados en reportar la Tour de France), pero no relata una historia coherente, ni tiene un punto de enfoque en medio de la ambiciosa organización que explora. Lo que resulta es un centenar de pietaje con locutores hablando, editores discutiendo y carros de comida girando por el edificio. Es un lugar de gran escala, tanto física como ideológica, y eso deja aún más dudas de porque no se empleo una dirección clara. De tener una estructura mínima, el director Nicholas Philibbert podría haber contado algo con todo lo que vio. Esto no sucede. Y para la audiencia, eso significa una caída de la emoción inicial al aburrimiento cercano de la siesta.
“La maison de la radio”/”La casa de la radio”, Nicolas Philibert, Francia-Japón, 2012.
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