Por Lía Rueda
“La Cocina”, escrita y dirigida por Alonso Ruizpalacios, basada en la obra teatral The Kitchen de Arnold Wesker. Con un elenco de grandes talentos: Raúl Briones, Rooney Mara, Oded Fehr, Laura Gómez, James Waterston, Anna Diaz, Spenser Granese, Motell Gyn Foster, Leo James Davis, Kerry Ardra, Eduardo Olmos, Lee R. Sellars y Julia Haltigan. Una coproducción mexicana-estadounidense.
En la cocina del restaurante The Grill, en una ciudad como Nueva York, el caos es cotidiano, especialmente un viernes a la hora pico, cuando se mezclan culturas de la misma manera en que se combinan los sabores. Allí se conocen Julia (Rooney Mara) y Pedro (Raúl Briones), una mesera local y un cocinero de origen mexicano que, en medio de la rutina en el trabajo, viven un romance inesperado que poco a poco se ve afectado por ciertas suspicacias.
La Cocina es un drama que lleva al espectador a un abismo sin fondo, donde los sueños rara vez se cumplen, y el “sueño americano” se convierte en la lucha diaria de cocineros, meseros, chefs y ayudantes en un restaurante del área de Times Square. Esta zona, siempre bulliciosa, parece una trampa en la que, sin importar a dónde se mire, todos acaban en el mismo lugar.
La película explora el dilema de los inmigrantes irregulares—los llamados wetbacks o beaners—y la difícil realidad de los migrantes, tanto legales como indocumentados, de todas partes del mundo. En este ambiente, los prejuicios y el racismo afloran, y los trabajadores enfrentan acusaciones injustas, muchas veces señalados como responsables de robos y problemas del restaurante.
Es fácil hacer enemigos en esta cocina, pero ganar la confianza de un “gringo” es otro asunto, porque siempre creen que el interés del migrante está centrado en los papeles legales, como dicen “Era el amor de mi visa” y no de mi vida. Siempre existe la sospecha de que el migrante sólo busca “papeles” y no el éxito personal, lo que crea una atmósfera de desconfianza. En este entorno, el trabajo en la cocina se convierte en una rutina sin fin: cortar, hervir, freír, sazonar y mantener todo en orden, enfrentándose al calor y al ruido. El descanso apenas permite hablar entre compañeros, y cuando alguien se va, las amistades rara vez perduran.
¿Perder el tiempo o perseguir un sueño? Este es el dilema. Pero en el fondo, lo que todos buscan es el dinero. La monotonía convierte a los trabajadores en robots, y la cocina, en una jaula donde cada uno es un extraño más, atrapado en la rutina. A nadie le importan los sentimientos ni la vida de los demás; todos son reemplazables.
El sueño americano puede convertirse en una pesadilla, donde la soledad y la tristeza reemplazan a la esperanza, mientras el tiempo y el ánimo se desgastan. La cocina se vuelve una bomba de tiempo. El alma del cocinero, como el fuego que maneja, está siempre en juego. En este ambiente laboral, los jefes prometen la regularización de papeles, pero rara vez cumplen.
El maltrato es constante, los derechos humanos parecen olvidados. ¿Vale realmente la pena arriesgar tanto por el “sueño americano”? Esta es una película que todos los mexicanos deberían ver. Los trabajadores, sus necesidades y aspiraciones, no son una prioridad para el dueño del restaurante.
Con un final inesperado, La Cocina plantea al espectador preguntas difíciles de responder. Es una obra que se cocina a fuego lento, con precisión y cuidado.
La cinematografía destaca con planos secuenciales extraordinarios y una conexión visual potente, toda en blanco y negro, lo que acentúa la atmósfera gris de la historia. Una única escena en azul marca un punto de introspección, donde la pasión y las incoherencias se mezclan. La magistral dirección de Alonso Ruizpalacios se refleja en cada detalle.
Esta película, que se estrenó en el 74º Festival de Cine de Berlín y recientemente se presentó en el Festival de Morelia donde fue muy bien recibida. Ahora llega a los cines este 7 de noviembre de 2024, y es una experiencia que invita a replantearse los sueños y las promesas que alguna vez parecieron tan reales.