Por Jean-Pierre Garcia
El creador de «The French Dispatch» (“La crónica francesa”, 2019), un semanario de alta calidad y muy exitoso (una publicación que se le podría comparar con The New-Yorker en Estados-Unidos o Proceso en México), acaba de morir. El lugar donde se publica aquel semanario se llama Ennui-sur-Blasé (un pueblo francés inventado y que traducido al español sería algo como Aburrimiento y Tedio). El edificio del semanario es construido al estilo de un telón de fondo o de escenario de película. Todo resulta muy kitsch, en cuanto a colores, estética, música y personajes.
Desde el inicio entramos en un mundo artificial, muy cerca de los clichés, de un país imaginario que se parece a Francia (a la Francia de la película «Irma la Douce» o «Amélie»). Esta historia se puede entender como la historia de una película que se está rodando cuyo estilo será desarrollado en un periódico inventado o que no existe. Wes Anderson juega con nuestro nervios pues lo importante para él, en los inicios de la película, es de sorprendernos.
Varios cuentos o historias componen la trama de “The French Dispatch”, que se presentó dentro de la competencia oficial del Festival de Cannes. Como punto de partida, se lee el testamento del dueño y el deseo claramente expresado: acabar con la revista. Y la película se construye como si fuera un semanario con sus rúbricas o encabezados. La película está protagonizada por un ensamble de estrellas como Benicio del Toro, Adrien Brody,Tilda Swinton, Léa Seydoux, Frances McDormand, Timothée Chalamet, Bill Murray y otros
En la primera mitad de esta obra de Wes Anderson, estamos muy atraídos por la fantasía del director, por las fórmulas que expresan cuentos mezclados unos a otros. Con una serie muy seductora de ambientes de revistas, de escenas que se la parecen a la prensa romántica o amarillista. El sentido del humor del director puede gustar pues nos manipula y expresa que nos está manipulando.
Pero cuanto más avanza el tema, aquello seductor en términos de imágenes y decorados se transmuta en algo artificial que cansa. Se vuelve aburrido, ¡como lo dice el nombre inventado del pueblo francés!
Pensar que Wes Anderson actúa como si fuera un «Deus ex Machina», un dios escapado del «Olympe del cine» para ofrecerse (más que ofrecernos) todo el lujo extravagante de una súper producción sobre un fin del mundo (y sus fantasmas).
Al final, una propuesta cinematográfica que, en su locura, puede seducir a entusiastas grupos de cinéfilos que irán a ver “The French Dispatch”, cinco veces por lo menos. Y a cada vez podrán descubrir nuevos aspectos que les encantarán.
Sin embargo, a muchos otros, les va a hartar rapidísimo. Este público se escapará a la calle en la mitad de la proyección para no salir furiosos.