Por Emiliano Basile
EscribiendoCine.com-CorreCamara.com
“La sustancia” (The Substance, 2024) es tan fascinante como perturbadora. Estéticamente deslumbrante, pero brutal. Hipnótica y a la vez inquietante. Los adjetivos abundan cuando hablamos de un cine inmersivo que invita a vivir una experiencia visceral. Puede gustar o provocar rechazo, pero es imposible salir indiferente tras verla.
La historia está protagonizada por una sorprendente Demi Moore, quien ofrece una interpretación de entrega total en el papel de Elizabeth Sparkle, una estrella de Hollywood que, ya entrada en años, acaba de ser despedida de su programa televisivo de fitness. “Buscamos una renovación”, le dice el productor, interpretado por un paródico Dennis Quaid, en alusión a una sustitución por una mujer más joven. Sumida en la depresión, Elizabeth accede a someterse a un tratamiento milagroso que promete una versión mejorada de sí misma, pero como todo en el mundo de la magia, hay reglas estrictas que debe seguir.
Coralie Fargeat nos entrega una fábula contemporánea sobre el costo de alcanzar la belleza hegemónica, envuelta en una propuesta estética impactante. El mundo de las cámaras—de televisión, cine o fotografía—se representa a través de una imagen publicitaria estilizada y preciosista, en busca de la perfección. Los planos simétricos evocan “El resplandor” (The Shining, 1980), con pasillos alfombrados que presagian el terror psicológico. Asimismo, los primeros planos de insectos y sustancias viscosas remiten al body horror de David Cronenberg, con claras referencias a “La mosca” (The Fly, 1986).
La versión mejorada de Elizabeth, bautizada como Sue y encarnada por Margaret Qualley, sigue la lógica publicitaria que exalta los atributos sexuales femeninos. Es una belleza sexualizada y consumible, mientras que la Elizabeth mayor, atrapada en su soledad y miedos, se ve retratada a través de una inestable cámara en mano y situaciones oníricas que bordean lo monstruoso. Este contraste crea dos mundos paralelos: uno de fantasía y otro de pesadilla.
Además de estos recursos visuales y sonoros inmersivos, “La sustancia” presenta ideas narrativas ingeniosas. La síntesis de la carrera de la estrella de Hollywood a través de un plano fijo de una baldosa es simplemente brillante. También destaca la “pócima mágica del cuento de hadas”, que llega por encomienda con instrucciones precisas. No hay hada madrina ni científico loco, solo un servicio de mercado directo al consumidor.
La moraleja sobre la dolorosa obsesión por la belleza alcanza un extremismo pocas veces visto. El placer por el cine gore crece en intensidad al introducir el factor del tiempo, que añade una presión constante sobre la autoestima de Elizabeth. La construcción de la belleza queda en manos de una mirada masculina que observa con perversidad y patetismo el cuerpo femenino.
“La sustancia” es una película fuera de lo común por su audacia, su desmesura y el riesgo con el que aborda su mensaje. Al igual que su protagonista, cuando tiene que buscar equilibrio, decide pisar el acelerador a fondo. Las consecuencias son tanto espeluznantes como maravillosas. Habrá quienes no soporten la experiencia y abandonen a mitad de camino, pero quienes se queden disfrutarán del desbordamiento de sangre y dolor. Lo que es seguro es que las imágenes quedarán grabadas en la memoria por mucho tiempo.