Por Ali López

Tres adolescentes en busca de un tesoro, una mansión atrapada en el tiempo y una vieja  bruja. Un cuento de hadas oscuro, sangriento y moderno. Esto es lo que  Alexandre Bustillo y Julián Maury nos entregan en su segundo film, “Livide” (Francia, 2011). Después de irrumpir en el cine de horror moderno con “À l’intérieur” (Francia, 2007) éste dúo de enfants terribles del horror europeo, nos entregan un largometraje que, a diferencia del primero, se centra más en el misterio que en las imágenes sangrientas y fuertes, aunque de ninguna manera se carece de ellas.

Lucie (Chloé Coulloud) una joven enfermera, con una  rara heterocromía, acompaña a Wilson (Catherine Jacob) a asistir a varias personas solitarias y de la tercera edad. El primer día de trabajo de Lucie parece ir sin problemas, hasta que Wilson aparca cerca de una mansión lúgubre y abandonada, y prohíbe a Lucie a visitar al paciente que habita en ella. La curiosidad acaba por hacer que la joven enfermera entre al recinto, descubriendo así a Jessel (Marie-Claude Pietragalla) una vieja millonaria, exbailarina de ballet, que ahora se encuentra en estado de coma. Wilson no se molesta con su aprendiz, hasta parece gustarle su sagacidad y atrevimiento, por lo que a manera de premio, le cuenta la historia de la vieja, y su tesoro escondido en algún lugar de la mansión. La jornada termina, Lucie se acerca al muelle a esperar a su novio William (Félix Moati) un modesto pescador. Ella cuenta la historia del tesoro, y su novio intenta planificar un robo a la mansión, pero su idea no es vista con buenos ojos. Tras una pelea familiar, Lucie decide apoyar a su novio en la búsqueda del tesoro, reclutando también a Ben (Jérémy Kapone), amigo de la pareja. La mansión sombría y escalofriante, no parece terminar con la avaricia de los personajes, pero cuando descubran que el tesoro de la vieja Jessel es también su mayor secreto, el terror se desatará en toda la mansión, en contra de ellos.

El film puede dividirse, muy claramente, en dos partes. Con una larga pero rítmica introducción; que nos entrega a personajes misteriosos y llenos de secretos. Los ojos dispares de Lucie, el aparente apacible carácter de Wilson. Jessel, y la verdadera razón por la que sigue con vida. La mansión por si misma comienza a parecer un personaje, llena de claves y misterios, figuras antropomorfas con rostros animales; el mobiliario funcionando como una maquinaria compleja, una caja de baile donde una bailarina solitaria aguarda a que le den cuerda, y regrese a la vida. “Livide” se vale de clichés, la dirección de arte nos muestra lo que han mostrado películas de horror desde la década de los 80 (hasta un pequeño guiño a Hombre lobo en Londres hay en el film). La fotografía es sombría y con un  toque sepia; la linterna alumbrando pequeñas partes de las actuaciones y escenografía, disfrazando de misterio la escena, pero siendo un cliché a final de cuentas. Los actores no fallan, se entregan a sus personalidades sin mesura, y se complejizan conforme avanzan, pero, llega un punto en que los personajes son los que por si solos fracasan, contradiciéndose en decisiones y actitudes. El film se rompe a la mitad, entregándonos una sorpresa, un personaje inesperado, que parece llenar de vitalidad el film. Pero en ésta segunda parte, donde el horror y la sangre llegan, una historia que parecía prometedora y vigorizante para el género de terror, llega al exceso. De pronto “Livide” se satura de situaciones y subgéneros que no otorgan nada más que un sabor de demasía.

El final se diluye en el empate, error que parece generacional, pues son varios films de la época, que terminan de la misma manera. “Mamá” (Andrés Muschietti, Canadá-Francia 2013) tiene por conflicto la lucha de dos madres, una humana, y otra sobrenatural, que pelean por la vida de dos niñas; al final, cada una de las hermanas termina con cada una de las madres. Si hay un conflicto, dictan los cannones de la narrativa, debe haber un desenlace y un final; en pocas palabras, un conflicto es la lucha de dos fuerzas buscando un objetivo, y en el desenlace, una de esas dos fuerzas debe ganar. No hay empates. No puede haber una repartición del triunfo, pues, el conflicto, clímax, nudo, o como quiera llamársele, no tendría sentido. En “Mamá” y en “Livide” sucede el mismo problema, al final, el conflicto sirvió para nada, y se pierde una historia que pudo haber sido interesante.

El primer largometraje de éste dúo francés, “À l’intérieur”, es una oda al misterio y el gore. Peca también de excesos, pero al saber manejar de buena manera la historia, y lo mostrado en pantalla, el exceso es un error poco notado. En “Livide” falla el guión, la historia  se llena de tantos elementos, que termina por no ir hacia ningún lado. La sorpresa, tan importante en el género, se comienza a esfumar conforme se descubren más y más situaciones. Al final, el film francés no cuaja, y no encaja entre las buenas recomendaciones del cine de terror actual. “Livide” se pierde entre un laberinto de guiños y referencias, Suspira, la ya citada “Hombre Lobo en París”, “Halloween 3” son bien homenajeadas, pero, que valor tiene esto ante la fallida cinta. Se pierde en el laberinto de los excesos, del colmo, “Livide” se rompe, se quiebra, falla. Hay dos partes claras, la inicial, que promete e invita. Y la segunda que comienza por emocionar pero acaba por entristecer.

Alexandre Bustillo y Julián Maury han regresado este 2014 con Aux Yeux des Vivants, esperando que hallan regresado al camino que los llevo a la fama; y de “Livide” hayan aprendido que el terror no siempre es sorpresa, ni exceso, ni siquiera personajes extraños y perturbadores. El terror debe ser un rito, un género respetado, y por sobre todo, hacer un film de terror debe ser una responsabilidad para contigo y tu público; sólo así, conseguirá su mayor propósito.