Por Hugo Lara
“Los 33” es la más reciente película de la mexicana Patricia Riggen (“La misma Luna, 2007), basada en el suceso que atrajo la atención mundial: el derrumbe de la mina San José, en Chile, en agosto de 2010, donde 33 mineros a unos 720 metros de profundidad quedaron atrapados durante 70 días. 17 días después del derrumbe, los mineros fueron encontrados con vida, y tras 33 días de perforaciones, fueron rescatados, mediante una serie de costosos recursos de ingeniería.
La película de Riggen le apostó a lo grande a partir de una coproducción internacional entre Chile y Estados Unidos, con un reparto que incluye grandes nombres como el astro hispano Antonio Banderas, el brasileño Rodrigo Santoro, la francesa Juliette Binoche, los estadounidenses Gabriel Byrne, James Brolin y el resucitado Lou Diamond Phillips; los mexicanas Kate del Castillo, Adriana Barraza y Tenoch Huerta, el español Mario Casas y otros. Tanto connotado nombre se vuelve uno de los valores principales de la película que, sin embargo, su propuesta de relato no consigue estar a la altura de las expectativas.
“Los 33” narra el drama de estos mineros desde la víspera en que sucede el derrumbe y los 70 días que permanecen bajo la superficie. El momento más dramático ocurre precisamente durante el derrumbe y los 17 días siguientes en que las familias y las autoridades chilenas no saben si están vivos o muertos. Esta parte es la mejor de la película, donde la directora, apoyada en su grupo de guionistas, construyen la historia a partir del punto de vista de un puñado de personajes protagonistas, principalmente el minero Mario Sepúlveda (Banderas), quien asume el liderazgo de los hombres atrapados, gracias a su temperamento, fuerza y carisma. Tras de él aparecen Luis Urzua ‘Don Lucho (Philips), Álex Vega (Casas), el boliviano (Huerta) y alguno más, con un trazo dramático.
La otra historia paralela es la de las familias y las autoridades que permanecen en la superficie, con algunas subtramas que no terminan de articularse, como la de María Segovia (Binoch), vendedora de empanadas y hermana de uno de los mineros atrapados, el hostil Darío (Juan Pablo Raba). También se encuentran los casos de Katty (Del Castillo), esposa de Mario. Junto a ellos, aparece el ministro chileno de Minas, Laurence Golborne (Santoro), convertido en el héroe del rescate gracias a su empeño y tenacidad, junto al ingeniero estadounidense Andre Sougarret (Gabriel Byrne).
Sin embargo, hacia la mitad de la película, cuando la gente del exterior hace contacto con los mineros y descubren que siguen vivos, el interés en el filme se desvanece de golpe, quizás a falta de más recursos que los guionistas no alcanzaron a plasmar en la trama, a pesar de pretender ser inventivos en ciertas secuencias que alargan la historia (como la escena onírica de la gran comilona o la escena donde se canta el folclórico tema “Gracias a la Vida” de Violeta Parra).
El problema de tantos personajes es que es difícil darle el foco a cada uno, de suerte que la directora elige a unos cuantos protagonistas, para ser más atinada. Con tantos personajes y líneas posible, al final Riggen sólo puede hacer que luzcan pocos de ellos (Banderas, Santoro, Byrne y un poco Binoch y Philips) mientras los otros son relegados e incluso desperdiciados, con mínimas participación que quedarán en el olvido (Tenoch Huerta, Mario Casas, Kate del Castillo, o Adriana Barraza, que hace un papel del que no querrá acordarse nunca).
Otro problema es que estamos frente a un suceso extraordinario, como fue el rescate de los mineros, todos aun vivos y todos camaradas hasta la hecha, según se dice en el filme, de modo que entre ellos no era posible establecer un fuerte drama donde hubiera una intensa confrontación de pasiones humanas. La siguiente dificultad es que el gobierno chileno es presentada de forma heroica, encarnado por el ministro de Minas. Y casi siempre, cuando un político aparece de un héroe en una película, hay que dudar de la veracidad del relato. Así, la película tiene una carga que parece de propaganda, con un sabor de patriotismo chileno propio del Mundial de Futbol. En general, la realización y el guión parece que quiere quedar bien con todos y eso pesa en su contra. Sólo al final se atreve a mencionar que la compañía propietaria de la mina no asumió las responsabilidades del desastre ni pagó las indemnizaciones debidas. Uno se pregunta si un documental sobre este mismo tema podría llegar a ser más atractivo pues, una vez más, la ficción es superada por la realidad.
En su favor, “Los 33” cuenta con una buena producción, con bastante calidad en todos sus departamentos. La escena de la explosión es muy convincente. Pero eso no es suficiente para convertirla en un filme poderoso.