Por Lorena Loeza

Hablar de las brujas y su construcción como personaje cinematográfico, siempre resulta fascinante. Las brujas, chamanas, hechiceras y curanderas han sido personajes recurrentes en la gran pantalla, ya sea como temibles villanas antagónicas o como guías espirituales, las que dirigen ritos, las  que son videntes o pitonisas.

Tampoco es nuevo decir que la bruja, como sucede con otros elementos enquistados en la cultura popular, alude a la forma particular en la que se concibe lo femenino,  que  a su vez se construye y se deconstruye dependiendo del contexto, la época y la ideología dominante.

Es por eso que el documental “Brujas” (Witches. Reino Unido, 2024) es digno de analizarse detenidamente, porque propone una lectura audaz y novedosa: la idea de que existe una asombrosa similitud entre la idea colectiva de lo que es una bruja, y los diagnósticos de depresión y sicosis post parto. A partir de su propio testimonio, Elizabeth Sankey, escribe, dirige y comparte la oscura experiencia de vivir la maternidad en medio del miedo, la depresión e ideas suicidas.

El documental inicia hablando de las brujas a partir de numerosas referencias cinematográficas, mismas que han moldeado lo que a los ojos del mundo occidental nos dicen como son -o como deben ser – las mujeres-. En los cuentos de hadas, por ejemplo- al parecer no hay de otra: o eres una dulce princesa hermosa, sutil y perfecta, o una malvada bruja.

Sankey encuentra que así como la maternidad se presenta en el deber ser hegemónico y patriarcal como un estadio de felicidad extrema y la realización de una mujer en todos aspectos, las mujeres que no cumplen con ese ideal debido a problemas de salud mental, van adquiriendo a los ojos del mundo las características populares que se asocian con las brujas: desalmadas, egoístas, amargadas y por supuesto, locas.

El documental no sólo recupera el testimonio de la propia Sankey, sino que reúne las voces de otras mujeres con episodios depresivos y sicóticos. La experiencia de ser recluida en instituciones de salud mental junto con sus pequeños hijos e hijas, es quizás alguno de los detalles mas impactantes de esta experiencia.

Es de resaltar también, como todas ellas expresaron que en su momento sintieron mucho pesar y culpa por no cumplir con el estereotipo de ser la madre perfecta que nos han vendido, temer por la vida y salud de sus hijos e hijas y pensar que eran quizás las únicas mujeres en vivir esta experiencia.

Al final, estas mujeres encontraron que es en comunidad y formando un aquelarre que pudieron superar esta situación y seguir adelante. En eso, al parecer, también se parecen a los relatos tradicionales de las brujas.

Son muchas las reflexiones que se desprenden de estos poderosos testimonios y todas tienen que ver con la salud mental como estigma, con la poca información que se tiene de los procesos que vivimos las mujeres para dar a luz. Pareciera que las mujeres, por el sólo hecho de serlo, saben qué hacer y no tienen temores del proceso, angustia por el porvenir, ni son conscientes de los múltiples cambios, internos, externos y psicológicos que acompañan a la experiencia de ser madre.

No deja de ser interesante comparar a las brujas que fueron perseguidas en la Edad Media con estas madres y sus terribles diagnósticos. No es difícil pensar que, en otra época, mujeres como ellas hubiesen sido acusadas de herejía y quemadas en la hoguera. En el imaginario colectivo, no hay lugar para las malas madres, las que escuchan las voces del demonio diciéndoles que algo no anda bien, que quizás ser madre no es la enorme bendición que nos han dicho.

Y pienso que en México, tenemos justamente a uno de los espectros femeninos más representativos en eso de convertir a las malas madres en almas en pena, hablamos evidentemenete de la Llorona. Una leyenda aleccionadora de que no hay más que maldiciones terribles para las malas madres y todas aquellas que no entienden la maternidad como realización plena, ni como único destino. Interesante comparar ambas miradas en continentes diferentes.  Y bueno. Al final parece que madre si hay más de una. Afortunadamente.