Por José de Jesús Chávez Martínez
Los Warren son legendarios demonólogos, conocidos por sus trabajos en los que detectaban mediante sesudos diagnósticos (con trabajo de teoría, pero sobre todo de campo, in situ) la presencia de fenómenos paranormales que aquejaban a las personas: posesiones diabólicas, espíritus malignos, seres fantasmales y otros monstruos.
Ed (1926-2006) y Lorraine Warren (1927-2019) se conocieron desde que eran adolescentes y luego contrajeron matrimonio en la época en que él pintaba casas. Cuando ella lo acompañaba a su trabajo, divisaba fenómenos en algunas de esas casonas y entonces advirtieron las posibilidades de explorar viviendas con la anuencia de los dueños, aunque ambos aseguraban que desde su niñez ya empezaron a tener experiencias paranormales, con visiones de luces y halos o sensaciones extrañas con espíritus.
Su fama se acrecentó con la publicación de varios libros en los cuales explicaban los casos investigados, luego de haberse preparado leyendo y entrevistándose con clérigos y otros expertos en posesiones y casos demoniacos.
Sus investigaciones se volvieron muy célebres con casos icónicos, como los de Amityville o la muñeca Annabelle, que inspiraron la realización de varias películas, entre ellas la saga de “El Conjuro”, donde recurrentemente aparece precisamente “Annabelle” (que aparte tiene su propia película), mismas que sirvieron para mitificar aún más a los Warren.
Así pues, mucho se ha escrito, filmado y dicho acerca de ellos, pero no faltan los escépticos que no creen en esas alucinaciones ni en la existencia y presencia de seres que habitan en el más allá. Para esos incrédulos viene bien este documental muy reciente (2023): “Juicio al diablo”, producido por Netflix y dirigido por Chris Holt. En él se cuenta la historia de un niño que fue poseído por el demonio y necesita un exorcismo.
Es el caso de David Glatzel, que sufrió esta maldición cuando tenía 11 años a principios de la década de los 80’s. El chico empezó a sentir una presencia extraña que según amenazaba ir por él, dando señales terroríficas clásicas como mover objetos y ventarrones o crear estruendos que hacían temblar su casa. Así que su familia, católica, recurrió a un sacerdote para bendecir la morada, pero eso no funcionó.
Aquí es cuando Debbie, hermana de David, decide llamar a los Warren, que para entonces tenían más de 3 mil casos investigados y ya eran mundialmente famosos por lo del horror en Amityville (tema del cual también hay varias películas y otros productos mediáticos). Los cazadores de fantasmas se hacen cargo y comienzan a grabar audios de los momentos en los que David está poseso.
Este documental combina stocks shots de programas televisivos de entrevistas con los Warren y otros testimonios antiguos de Debbie, con declaraciones actuales de David, de su hermano Alan (el escéptico) y del novio de Debbie, Arne Johnson, además de escenas recreadas, como el exorcismo “menor” en el que el cuerpo de David, en una iglesia, es invadido por el diablo, ante lo cual Arne intenta salvarlo retando al demonio a que lo poseyera a él y dejara en paz al menor. Craso error.
La narración entonces se desvía hacia Arne porque éste, en una borrachera, asesina a puñaladas a Alan Bono, un amigo de Debbie. El joven es inculpado y enviado a juicio, en el cual argumenta que lo hizo sin tener conciencia pues estaba endemoniado (resultado de su osadía por retar a Satán), convirtiéndose en la primera persona en Estados Unidos en utilizar como defensa una posesión diabólica; sin embargo, es hallado culpable de homicidio culposo. La madre de los Glatzel decide hablar públicamente sobre el caso con la asesoría de los Warren, quienes la llevan a Hollywood para entrevistas televisivas y demás. Los demonólogos también aprovechan para proponer a David que escriba un libro. Los dados estaban echados y las ganancias aseguradas: no hace falta decir quiénes fueron los ganones.
Éste fue el caso célebremente conocido como “Obligado por el diablo” o “El diablo en Connecticut”, que también se abordó en “El Conjuro 3”. El documental dirigido por Holt provoca varias lecturas: la cultura del exorcismo occidentalizado, la creencia en las posesiones diabólicas y en los fantasmas, hasta la fecha fuertemente insertadas en el imaginario popular estadounidense, y el infaltable negocio que significa la cacería de almas en pena a cargo de iluminados que francamente nada resuelven, pero bien que cobran en un país donde todo es negocio. El final de la historia sugiere ciertas dudas y cuestionamientos, como el trauma de David y la monetización de su caso. No obstante, los Warren siguen siendo figuras de culto. Ni hablar. Las películas en torno suyo se siguen vendiendo muy bien.
Título original: The devil on trial. País: Estados Unidos. Dirección: Chris Holt. Producción: Dominik Danielewicz. Guion: Chris Holt. Fotografía: Brendan McGinty. Edición: Joby Gee, Sebastian Smith. Música: Tom Howe. Productora: Netflix. Reparto: Carlo Adamo, Hannah Mae Beatty, Foster Hamilton, Adam Hunt, Kathy Rupcic, Victor Serfaty, Susannah Spearin, Raine Van Elsacker.