Por Eva Ramos
Era el año 1996 cuando el genial Tim Burton nos obsequió con una sátira que se estrenó meses después del blockbuster de ese año, “Independence Day”. “Mars Attacks!” se convirtió en película de culto entre un público, sobre todo el extranjero, hastiado de películas en las que los estadounidenses salvaban el planeta: una nación unida y fuerte que era la única esperanza de un mundo a su servicio.
No a todo el público entusiasmó la película de Burton; el siglo XX fue una época llena de maniqueísmo en la que buenos y malos estaban claramente diferenciados: los políticos, los ambiciosos, los ansiosos de poder, contra los inteligentes, los científicos, los frikis y la gente de a pie. Nosotros contra ellos era un concepto que simplificaba el mundo y lo hacía más sencillo, podías reírte tranquilamente de la otra mitad porque sabías que tú estabas “con los buenos”.
Pero el siglo XXI ha cambiado muchos conceptos. El mundo no es blanco y negro, queremos saber por qué los villanos lo son realmente, qué ha pasado para que lleguen a ser como son; ahí entran maravillas como “Jocker”, “Cruella”, y una larga lista de obras que explican cómo un ser humano puede llegar a convertirse en un antagonista. El público de este siglo necesita conocer el contexto, saber toda la historia; el problema es que la historia siempre sirve para explicar una realidad, pero no para justificarla.
Y aquí es donde entra Adam McKay con esta parodia de nosotros mismos, “No mires arriba / Don’t Look Up” (2021), en la que no queda títere con cabeza. La ridícula y soberbia presidenta de los EEUU es el primer objetivo, puede reconocerse claramente al expresidente Trump y a su hija como jefa de gabinete en la figura de la presidenta Orlean y su hijo, pero ahí viene el primer golpe: una foto en la que sale abrazadísima a Clinton. Si nos pensábamos que esto iba a ser los malvados republicanos contra los buenísimos demócratas, conservadores contra progresistas, capital contra inteligencia, ricos frente a pobres, de eso no va esta película.
En “No mires arriba / Don’t Look Up” no hay héroes y villanos, lo que hay es un precio y si te vendes por él o no. Es un claro reflejo de nuestra sociedad actual que a muchos no ha gustado nada, no todo el mundo tiene la capacidad para reírse de sí mismo o de verse desde fuera. Por eso, McKay nos pone un espejo delante, pero un espejo de feria, deformado, que realmente solo exagera mínimamente nuestras facciones. Estamos tan acostumbrados a mirarnos continuamente en el nuestro, en ver nuestras poses en redes sociales, que un simple espejo no haría que viéramos lo ridículos que somos.
Pero la gran baza de McKay no es solo el divertido guion que da en el clavo con todos los personajes que componen nuestra actualidad, es un elenco insuperable, liderado por una Meryl Streep que no deja nunca de sorprender por mucho que pasen los años. Es tan real y tan humana esa presidenta llena de arrogancia y estupidez que es indudable que si existiera, sería la presidenta del país. Hay también un Mark Rylance como representante de Silicon Valley, caricatura de un Steve Jobs como símbolo de extrema inteligencia, que murió por pensar que su cáncer se podía curar con naturoterapia, a medias con un Elon Musk que ya en sí mismo es una caricatura. O un Leonardo DiCaprio como el Dr. Mindy, el científico que en el siglo anterior salvaría la humanidad y que ahora tiene un precio, el que más ha dolido al sector progresista. Pero es que nuestra realidad es así, lo otro eran arquetipos.
Cate Blanchett está irreconocible como la más querida presentadora del público estadounidense, camaleónica como siempre, acabando con el tópico de la prensa sensacionalista representada por una reportera rastrera que miente y manipula para conseguir audiencia. Brie Evantee es una mujer hermosísima, inteligente, aguda, llena de humor que hace las delicias de todos sus televidentes, ya no está en el universo de periodistas buenos contra periodistas malos. Lawrence en su papel de engreida como es habitual, perfecta en su registro más conocido. Y de nuevo Timothée Chalamet destacando con un pequeño papel, un actor que está claro que se está posicionando en lo que promete ser un gran futuro en la profesión. Finalmente, encontramos a una divertidísima Ariana Grande riéndose de sí misma, pero aquí todo son grises y eso hace que todos seamos blanco de esta sátira. La pregunta es: ¿hasta qué punto eres capaz de reírte de en lo que te has convertido?