Por Elio Castro
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A lo largo de los años Lars Von Trier me ha asombrado en películas como “Europa”, “Rompiendo las olas” o “Bailar en la oscuridad”. He visto con curiosidad, perplejidad y grandes dosis de aburrimiento “Dogville” y “Manderlay”. Me ha irritado desde el primer fotograma en “Anticristo” y “Melancolía”. No solté una sola carcajada en “El jefe de todo esto” y no recuerdo absolutamente nada de “Los idiotas”. Veo sus películas sin gran entusiasmo. Soy incapaz de llegar a casa y volver a ponerlas en DVD. No me emociona ni me parece ese gran intelectual que ven algunos, el último genio del cine capaz de lanzar grandes y profundas reflexiones desde la pantalla. Nada de eso. En mi caso tan solo percibo a un gran pretencioso*, un presuntuoso. Y en su última película, “Nymphomaniac”, dicha pretensión está elevada al cubo.

“Nymphomaniac” no es la película transgresora que ese gran defensor de la cinematografía pura que es Lars Von Trier nos ha ido vendiendo calculadamente, por meros intereses comerciales, a lo largo de más de un año. No es el film que revoluciona la forma y manera de mostrar el sexo en las pantallas. Tampoco es excitante ni morboso. Es simple y llanamente una película monótona y aburrida que contiene todas y cada una de las obsesiones del director mostradas ya anteriormente en otros títulos.

La obcecación de Lars Von Trier por el sexo raya en lo patológico. A lo largo de su filmografía lo presenta como algo sucio y culposo. A veces es un doloroso sacrificio (“Rompiendo las olas”) En otras es directamente un “pecado moral” que tiene trágicas consecuencias en la vida (recuérdese el infame comienzo de “Anticristo”). En “Nymphomaniac” el sexo es una experiencia vacua y sin sentido. Puede ser un juego o una inocente perversión. No hay nada humano en él. Para Von Trier tan solo cuando el sexo se intelectualiza y se analiza como si fuera una serie numérica, la pesca con mosca o un concierto de órgano de Bach, podemos encontrarle algún sentido. El amor y los sentimientos son, por supuesto, solo engaños e ilusiones, espejismos que creamos los humanos.

Como ocurre a lo largo de su filmografía una mujer, interpretada en este caso por Charlotte Gainsbourg y Stacy Martin, es la protagonista de la película y, como suele ser habitual en Lars Von Trier, su misoginia aflora en casi todos los fotogramas. No solo presenta al personaje como un ser estúpido sino además ignorante. No sabe nada de literatura, de ciencia ni de música. Solo le importa su vagina y el poder que encuentra gracias a ella. No es que el género masculino salga tampoco bien parado pero el director danés muestra al personaje de Stellan Skarsgard como una especie de psicólogo, un amigo desinteresado y condescendiente capaz de entender, justificar y explicar intelectualmente la conducta de esa descarriada mujer. Una especie de segundo padre o de cura que escucha pacientemente la confesión femenina y que, magnánimo, otorga su perdón.

Imagino que estrellas como Shia LaBeouf, Christian Slater, Jamie Bell y Uma Thurman pueden presumir ya de haber trabajado a las órdenes del “gran” creador danés. De haber sido exprimidos al máximo, de haber recuperado la esencia de la actuación tantas veces masacrada por esos odiosos compromisos comerciales que tienen que hacer en Hollywood y que tan alejados están del arte con mayúsculas que les propone Von Trier. A mí, la verdad, me aportan poco o nada, tan solo Uma Thurman, a la que me costó reconocer, me hace algo de gracia.

Pero todo esto es tan solo una opinión personal. Seguramente habrá espectadores que disfruten con este “coitus interruptus” que es el volumen primero de “Nymphomaniac” y esperen ansiosos la segunda parte. Probablemente la encuentren genial, el “no va más” del cine, la respuesta a las eternas preguntas que sobre la vida, el sexo y el ser humano todos nos hacemos. Me alegro por ellos. Que la disfruten. Para mi tan solo es el ejercicio pretencioso de un gran presuntuoso. Un calculado trabajo de un realizador que va de genio. El único, según se encarga de pregonar él mismo y todo su aparato de propaganda, capaz de traspasar las últimas fronteras de la creación cinematográfica. Para mí solo se trata de un vulgar “vendeburras”.

(*): Pretencioso, sa. (Del fr. prétentieux). Adj. Presuntuoso, que pretende ser más de lo que es. (Diccionario de la Real Academia Española).

Nymphomaniac Official Trailer from Zentropa on Vimeo.


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