Por Jon Apaolaza
Noticine.com-CorreCamara.com
Alejandro González Iñárritu afianza con “El renacido” (“The Revenant” (2015) su prestigio en Hollywood con la inestimable -y casi masoquista- ayuda de Leonardo DiCaprio, convertido en Hugh Glass, un cazador que en el norte de Estados Unidos, cuando franceses y anglosajones pugnan con los indios por su territorio y sus búfalos en el siglo XIX, rodeados de un espectacular y nevado paisaje, es atacado por un oso y herido gravemente. Uno de sus compañeros, Fitzgerald (Tom Hardy) con quien tiene asuntos pendientes, decide saldarlos abandonándolo para que muera a la intemperie. Pero Glass es duro de pelar, y tras dos horas y media de padecimientos, en una alucinada aventura hiperrealista, llegará el momento de su venganza.
“El renacido (“The Revenant”), que este viernes se estrena en unas pocas salas de Norteamérica para expandirse el 8 de enero, y unas semanas después lanzarse en América Latina primero y en España ya en febrero, es un brillante trabajo asentado en tres pilares principales, el propio “Negro” Iñárritu, su compatriota y colaborador desde “Birdman” Emmanuel “Chivo” Lubezki, y Leo DiCaprio, obligado por necesidades del guión -escrito por el propio director y Mark L. Smith- a sumergirse en las aguas heladas de un río, descabezar con los dientes y comer un pez vivo, el higado de un búfalo o introducirse en el cuerpo aún templado de un caballo despeñado. Todo para la discutible obsesión por la autenticidad del mexicano, que se empeñó en filmar exclusivamente en escenarios naturales, con los mínimos efectos digitales y trucos habituales en cualquier producción de Hollywood, y condiciones ambientales y lumínicas adversas, que prolongaron meses de más el rodaje.
Glass (DiCaprio) es un hombre blanco que ha encontrado en la América mas norteña su lugar en el mundo, en comunión con una de las tribus de indígenas. Pero su pareja es asesinada (no queda claro si por su némesis Fitzgerald, al que ve varias veces con uniforme militar en sus alucinaciones) y queda sólo con el hijo de ambos, que le acompaña mientras trabaja para un grupo capitaneado por un oficial, contratado para conseguir pieles. Los bosques donde se mueven son un territorio hostil, tanto por las temperaturas como por los ataques de indios y la competencia de los franceses que también trafican con las pieles.
Precisamente la película arranca en una casi onírica y terrible escena del ataque de los indios (“Rojos” les llaman) que nos sitúa en el tono hiperrealista buscado por Iñárritu. La batalla-pesadilla, conducida por la incansable cámara de Lubezki, obliga a huir a los supervivientes, pero para Glass, las cosas van a ir a peor cuando es atacado -en una escena de increíble veracidad- por un gran oso, que lo deja malherido. El grupo se desgaja, y Fitzgerald queda a cargo del moribundo cazador, junto al hijo de este y otro joven miembro del grupo. El villano de la película mata al retoño de Glass y a él lo abandona semienterrado. Pero sus conocimientos del medio y la suerte le hacen sobrevivir, con la única idea de vengarse de Fitzgerald.
La historia -supuestamente basada en hechos reales narrados en el libro de Michael Punke- la hemos visto miles de veces en el cine. Se trata de la justa venganza. Puede achacársele a Iñárritu la simplicidad y esquematismo de sus personajes, un héroe esforzado, íntegro e integrado en el Nuevo Mundo (bien distinto de la mayoría de blancos, de muy bajos instintos), frente a un indeseable enemigo indigno de la más mínima simpatía. No está pues en el guión el mejor punto de “El renacido” (“The Revenant”, sino su envoltura formal, la direccion artística, la música, el casting, y -por encima de todo- el virtuosismo del “Chivo” Lubezki, que contribuye a crear ese ambiente onírico que recorre la película, y que contrasta con el extremo realismo, a veces no recomendable para estómagos sensibles. La moraleja -muy obvia- está escrita en francés en un cartel que han colgado sobre el cuerpo de un indio ahorcado: “On est tous des sauvages” (Somos todos salvajes).
En definitiva, el nuevo trabajo de Alejandro González Iñárritu es una de las mejores películas de este año y va a pugnar por los principales premios de la industria, con Leo difícil de batir por su entrega absoluta al personaje, y el “Chivo” con muchas posibilidades de sumar un nuevo Oscar.