Por Frida Jasso
“Rocketman” (Dexter Fletcher, 2019), la película biográfica sobre Elton John, músico pop y celebridad británica, ha sido recibida con entusiasmo por parte de sus fans e incluso por una parte de la crítica que inevitablemente la ha comparado con “Bohemian Rhapsody” (Bryan Singer, 2018), el reciente biopic del rockero Freddy Mercury que igualmente causó sensación entre el gran público y de la cual, por cierto, Fletcher fue productor ejecutivo.
La comparación es forzosa no sólo porque ambos filmes son del mismo género, sino porque los protagonistas tienen mucho en común: su propio oficio, su época, su generación, su homosexualidad e incluso sus vicios. De hecho, su arco dramático tiene casi el mismo trazo: desde los obstáculos a los que se enfrentan para sobresalir, se pasa a un primer éxito que los catapulta y luego la gran fama sobreviene y los sume en excesos que los desequilibran, lo que desata una lucha interna que, al final, les permite salir de ella triunfantes. En ambos casos, la música es el ingrediente estrella, sus populares canciones llenan los vacíos narrativos y engolosinan a sus fans. Pero la diferencia entre ambas cintas está en sus detalles, donde “Rocketman” se lleva mejores notas, probablemente gracias a la aportación del guionista Lee Hall, autor de la aclamada “Billy Elliot” (Stephen Daldry, 2000).
“Rocketman” se aproxima a la vida de Elton John (encarnado brillantemente por Taron Egerton) a partir de sus canciones, que son integradas por el director y sus guionistas como eslabones narrativos, en el estilo de un musical clásico. Las canciones se acoplan orgánicamente a la vida del protagonista, desde su infancia hasta mediados de los años ochentas, en escenas donde cantan tanto él como su gente cercana, con un sentido dramático que puntualiza ciertas situaciones que ocurren en la pantalla. De este modo, la vida de Elton John se desgrana por sus canciones y sus significados con respecto a sus agridulces relaciones con sus padres, con su leal cómplice creativo Bernie Taupin (Jamie Bell) o con su cruel representante y amante John Reid (Richard Madden).
Esta forma le da mayor profundidad y texturas a la película, que se atreve a asomarse al lado oscuro de Elton John, marcado por sus adicciones y sus inseguridades (la película abre elocuentemente con la entrada de él, con un disfraz de diablo, a una sesión de rehabilitación), o por la descorazonada relación que tiene con su padre al saberse —y sentirse— un hijo no deseado.
La narración retrata a un niño tímido que se transforma y adopta una nueva personalidad, desbocada y exuberante, que en el escenario desfoga toda su extravagancia y su ímpetu, aunque en la intimidad se apaga y demuestra sus contradicciones y miedos.
En su tono emotivo y conmovedor, “Rocketman” permite disfrutar las fabulosas canciones de John, lo que es un gancho irresistible para los viejos seguidores del británico y también para los jóvenes que se han sumado a sus fans. Es un filme de muy buena factura y entretenido que seguramente aparecerá en las listas de nominados de la temporada de premios, a fines de año.