Por Lola López

Technoboys” (2024) es de los más recientes lanzamientos mexicanos de la plataforma que empieza con N, que nos trae la ópera prima de Luis Gerardo Méndez, quien co-dirige con Gerardo Gatica, conocido por Dime Cuándo Tú (2020). El guion es de Alexandro Aldrete, y, como cereza del pastel, el propio Méndez se pone la corona de protagonista junto a Karla Souza, la pareja estelar de Nosotros los Nobles. Porque, claro, si no puedes ser original, ¡al menos asegúrate de ser predecible!

La trama, que es un eufemismo para referirse a un conjunto de escenas, nos presenta a Alan (Méndez), un ex cantante de Technoboys. Uy, los 90, una época en la que las boybands eran como el aire: abundantes y, lamentablemente, también fugaces. Pero, después de muchos años de olvido, Alan se encuentra en la ruina, en parte gracias a su aparición escandalosa en la boda de Melena (Karla Souza) con su manager, Masiosare (Ari Brickman), quien tiene un talento especial para arruinar vidas. Sin embargo, la suerte le sonríe (o se ríe de él) cuando su nuevo manager, George (Gabriel Nuncio), le ayuda a recuperar el nombre de la banda y a tratar de revivirla.

¡Ah, el reencuentro! Alan reúne a sus viejos compañeros de Technoboys, pero el paso del tiempo ha hecho de las suyas: Babyface (Luis Rodrigo Guana) ahora es calvo y vicioso; el argentino Leo (Joaquín Ferreria) se ha vuelto místico y espiritual; el norteño y macho Freddy (Fernando Bonilla) fuer cornado por un toro y usa silla de ruedas; y Charlis (Daniela Vega) que cambió su identidad sexual y ahora es trans. Este épico-patético reencuentro los coloca de nuevo en la órbita mediática, donde Alan no solo intenta recuperar el amor de Melena, sino también enfrentarse a su archienemigo, el implacable Masiosare (el nombre se supone que es chistoso, aunque todos conocemos ese chiste), así como a sus eternos rivales musicales, Number Juan (Vin Ramos, de lo más rescatable) y los Saborígenes.

Con ganas de que nos guste, hay que decir que la premisa es interesante: explorar el destino de antiguas boybands en tono de comedia, recordar sus viejos y cursis éxitos y, en una de esas, hasta ponerse a bailar. De hecho, es la misma idea (pero con una banda de rock) que se utilizó en la excelente Eddie Reynolds y los ángeles de acero (2014), dirigida por Gustavo Moheno, por si gustan extenderle un cheque de regalías. Pero, ¡ay de mí! “Technoboys” se convierte, tras los primeros 15 minutos, en un espectáculo lamentable… que explota en la cara de todos.

El problema no es el absurdo de las situaciones; en realidad, podría haber sido una comedia frenética y desbordante, que toque con humor ponzoñoso temas relevantes. Pero no, la trama es como un Tamagotchi (¿recuerdan esas tecno-mascotas japonesas de los 90s?) que nunca ha tenido batería. En lugar de seguir un camino prometedor, se pierde en abrir tantas vetas que parecen más bien un yacimiento de clichés: diversidad sexual, agenda de género, luchas raciales, consumo de drogas, y un poco de misticismo hipster por si acaso. Todo se mezcla en una licuadora para crear un batido que ni provoca risa ni gracia, solo un profundo deseo de volver a ver una película mexicana de los 90, cuando casi no había producción nacional.

El reparto talentoso intenta, con el fervor de quienes han perdido las esperanzas, salvar este naufragio inminente. Sin embargo, hay estorbos como Gabriel Nuncio, que parece haber olvidado que la comedia necesita, ya saben, un poco de gracia. Fernanda Castillo, como una periodista de chismes, actúa como narradora, tratando de darle coherencia a esta desmadejada y enredada bola de estambre. Con soluciones fáciles y personajes estereotipados, situaciones predecibles hasta el cansancio, el resultado es lo que es. Ni con dos directores se salva.