Por Ali López
Después del decepcionante final de “Wandavision”, que demostró que las teorías de los fans tenían más emoción que el incipiente guion original de la serie, la segunda entrega de Marvel para Disney +, “The Falcon and The Winter Soldier”, no llegaba con las más altas expectativas.
Sin embargo, capítulo a capítulo, se fue labrando la emoción y reconocimiento de una audiencia que hace de twitter parte de la narrativa. Sabiendo que cualquier teoría externa sería elogiada, pero finalmente destruida por la empresa del ratón, los fanáticos se fueron cautela, reconociendo más las referencia al noveno arte, que proponiendo que vendría para el UCM.
Con “Wandavisión”, ya había develado un mensaje claro que nos tenían Disney y Marvel, la televisión educa. Regodeándose del Soft Power que los estadounidenses han implantado, gracias a los medios de comunicación, en el mundo posterior a la Segunda Guerra Mudial, ejemplifican como el American Way of Life sigue siendo la única vía para una vida digna, seas miembro de la ficticia Sokovia o el rel bloque socialista.
Ahora, el “The Falcon and The Winter Soldier”, una vez establecido que el discurso televisivo “puede cambiar vidas” se arrojan a apaciguar las aguas del Black Lives Matter y la problemática de la migración mundial. ¡No teman aquí hay un Capitán América! Gritan por la pantalla, uno que ya no es rubio, ni de ojos azules, pero sí refiere a la blanquitud que nos propuso Bolívar Echeverría, pues defiende los ideales, no de las minorías periféricas, sino de las que logren adecuarse al sistema.
El mito del Capitán América afroamericano, ya explotado antes en el cómic, aquí se instaura como la sepultura de un pasado y movimiento que, aunque no lo quieran ver, sigue vigente. Pues mientras a Isaiah Bradley le erigen una estatua, casos como el de George Floyd suceden día a día fuera de las pantallas.
El mismo Bradley le comenta a Sam Wilson, “No eres ni Malcolm, ni Martin, ni Mandela” y no necesita serlo, por que no tiene que ser crítico, debe ser amable, debe ser el Capitán dispuesto a dar un discurso frente a las cámaras, para lograr la inserción de los disidentes al sistema, no la modificación intrínseca del sistema mismo, abrir las fronteras de USA al mundo, será mejor que eliminarlas; la globalización 3.0.
¿Qué esperaba de un producto de Disney? No mucho más, a decir verdad, pero que al menos de fondo tuviera esa esencia entrañable del poder suave al que pretende emular, como “Rocky IV”, o las historietas del Capitán América. En lugar de eso, nos deja personajes descafeinados, incapaces aún de llenar por sí mismo el UCM. La promesa de un futuro donde algo pasará, anzuelo para seguir consumiendo, pero con un desdibujo que comienza a hacerse evidente.