Por Matías Mora Montero

La desesperación, los secretos, la hipocresía, la claustrofobia, los prejuicios y muchos conceptos más se alinean en “The Humans”, película de 2021 cuya dirección y guión es de Stephen Karam, y a la vez una adaptación de una aclamada obra de teatro escrita por el propio Karam.

La cinta, apropiadamente titulada, se enfoca en una reunión familiar con ocasión del Día de Acción de Gracias. Y es en esta familia que encontramos una variedad de individuos, cuyas características se pueden fácilmente identificar con gente cercana al espectador. Así es, su personalidad es simultáneamente tan específica y tan abierta, que le otorga a la mente la posibilidad de relacionar a esta familia con la nuestra.

“The Humans” lleva nuestras comidas familiares y sus respectivos elementos al extremo. Es un relato lleno de paranoia, cuyo desenlace inevitablemente se presenta como una secuencia aterradora, sin perder la cotidianidad en la que la película habita.

Este filme toma lugar en Nueva York, donde una de las hermanas se ha mudado junto con su novio. Su apartamento de dos pisos se encuentra aún vacío, dando una ambientación casi apocalíptica. El paisaje sonoro, el cual es verdaderamente ejemplar, ayuda en esto. Integra sonidos constantes e intrigantes provenientes del apartamento superior o del cuarto de lavado; la paz, cuando se da, es interrumpida; se trata de un caos concentrado en una locación cerrada, donde a nuestros personajes no se les da mayor opción que la convivencia bajo un elemento de presión brutal, que se presenta tanto en el texto de la cinta como en la locación de la misma.

Conversaciones casuales sientan las bases para desesperados secretos familiares, dramas y contradicciones, donde se nos otorga una vista a una familia verdaderamente disfuncional, aunque tras criticarse sin parar entre ellos y creer saber más que el otro, se abrazan y se recuerdan lo mucho que se aman como familia. ¿Les creemos? La película, entre todo su caos, sí nos regala momentos íntimos genuinos. Hay un amor, hay una conexión, es innegable, pero lo probable es que la comunicación se pierde entre las diferentes formas de ser y pensar de los individuos. ¿Serán todas las familias así? ¿Nuestros conflictos familiares tendrán en lo más profundo de sus causas la falta de escucha y buena comunicación? Estas son preguntas que van más allá de lo que pueda intentar responder en un texto de cine, pero que la película me ha sugerido y que no dudo rodarán por varias semanas en mi mente.

Y es que la película se concentra tremendamente en su acto y su discurso logra traspasar las palabras. Además, el que la obra de teatro se traslade al cine se da con una justificación, gracias a la técnica cinematográfica. Es un debut, lejos de una técnica perfecta. Karam está lejos de ser Kubrick, pero ya demuestra un entendimiento del poder de la cámara y la puesta de la misma. Nos ofrece una diversidad de tomas donde estamos alejados de la familia, una pared, una ventana o una puerta nos separan de la misma. Son tomas amplias que nos alejan de nuestros protagonistas, otorgando así un sentimiento de espectadores, si bien teatral, que igual nos conduce a ir comprendiendo más la dinámica por la que la familia navega, distante, a veces fría, y esto en la superficie, pues risas y chismes saltan como máscaras para hacer tiempo, no confrontar aquello que los tormenta, aquello que precisamente los divide.

Es una bomba cuya cuenta regresiva ya no se puede detener. Nos lleva a una explosión de emociones, donde cada actor logra entregar interpretaciones memorables. Me parece, sobre todo, que Richard Jenkins entrega una actuación formidable como el papá de la familia, un hombre que proclama confianza y orgullo en su manera de ser y la toma como un modo de vivir universal para toda la familia, negándose a sí mismo la posibilidad de reconocer que aquellos que lo rodean necesitan una forma diferente de vivir y expresarse. A la vez, se va rindiendo ante el hecho de que su propia y orgullosa forma de ser no le ha brindado los mejores frutos. A pesar de su evidente carácter, inseguridades lo moldean y le impiden ser tan cariñoso con sus hijas como debería y Jenkins logra transmitir todo esto y mucho más de una manera espléndida, que rompe las paredes del diálogo y logra ser expresada corporalmente.

Mismo caso, y de forma muy inesperada, pero vaya que es una sorpresa grata, con Amy Schumer, comediante que normalmente me parece nefasta, pero aquí, en el papel de la hermana mayor, cuyo año por el que debería estar agradecida la ha pateado constantemente, entrega una vulnerabilidad muy bella y conmovedora. Su estrés se nos demuestra no sólo por su actuación, sino que, regresando a la dirección, es de los pocos personajes de los cuales la cámara nos regala acercamientos que indican una preocupación constante: nada es seguro para ella.

Aparte de la complejidad de cada individuo que se nos presenta, los choques entre ellos llegan a ser fascinantes: desde sus decisiones de trabajo, vida amorosa, religión… Los contrastes parecen ser el enfoque en una velada que para una familia debería ser siempre agradable, el espacio en el que habitan no apoya, despierta más prejuicios y fobias que sólo los logran cerrar más y más. La iluminación juega un rol vital también, eludiendo a un espacio oscuro y a la par de colores claros. Las luces dentro del apartamento sufren y dejan de funcionar constantemente, se podrán imaginar que esto tan sólo provoca que la tensión crezca.

La escena final es el resultado de todo lo anterior. Sin arruinar lo que sucede, diré que es un llanto horripilante, que grita en busca de algún tipo de seguridad, algo que claramente a esta familia le hace falta. “The Humans” es una película sencilla, tanto en su forma como en su texto, pero que lleva esta simpleza a otro nivel, provocando sentimientos que uno debería encontrar en una película de terror perversa y macabra, más no en un drama familiar. Sin embargo, los momentos genuinos persisten, discursos dados desde el alma, que sanan tanto a los protagonistas como al espectador, otorgando una luz esperanzadora, una seguridad de que, aunque quizás muy en lo profundo, hay amor, el cual puede que sea una opción más del nacimiento de todo el conflicto.

“The Humans” se encuentra disponible para ver en Mubi y es una grata recomendación. Quizá la quieran guardar para las próximas celebraciones familiares, serían curiosos los paralelismos que se puedan presentar, aunque, claro, recuerden lo que los créditos de las películas siempre nos dicen: “Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia…”.