Por Miguel Ravelo

Dentro de los eventos especiales del 9º Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (DocsDF), se realizó un homenaje al realizador estadounidense Godfrey Reggio, teniendo como marco el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y presentando en México “Visitantes”, su más reciente trabajo.

La obra de Reggio ha sido siempre difícil de clasificar. Autor de la reconocida trilogía “Qatsi” (“Koyaanisqatsi”, 1982; “Powaqqatsi”, 1988 y “Naqoyqatsi”, 2002), la estructura de sus películas, la forma de abordar sus temas y principalmente, de llegar al espectador, ha desafiado convencionalismos e intentado alejarse de la forma tradicional y hasta cierto grado pasiva de ver una película. Como Reggio lo mencionó en un breve y muy emotivo discurso dado momentos antes de iniciar la proyección, su objetivo es bombardear los sentidos del espectador; llegar a lo más profundo, escarbar en la mente del público para poco a poco ir adentrándose a través de una forma de percepción diferente, con una única petición de su parte: dejar a un lado todo aquello a lo que estamos acostumbrados al ver una película; olvidarnos de historias, de estructuras y abordar lo que tenemos frente a nosotros exclusivamente con los sentimientos, dejando a un lado la razón.  Permitirnos sentir las imágenes antes de llevarlas a la lógica.

En “Visitors”, Reggio nos lleva en un viaje que inicia en la Luna y continúa en la Tierra, con una sucesión de imágenes exquisitamente fotografiadas en blanco y negro y acompañadas de una banda sonora del siempre hipnotizante Philip Glass. Sus imágenes parecieran arbitrarias: rostros de hombres y mujeres, niños, jóvenes, ancianos. Rostros casi siempre fijos, fotografiados en tomas largas solamente interrumpidas, a veces, por breves parpadeos. Imágenes de edificios, de nubes viajando velozmente por el cielo, de gente caminando por las calles hacinadas, de aves volando aparentemente en un punto fijo; pero principalmente, de espectadores viéndonos desde la pantalla. Y es de esta forma en la que Reggio rompe el acto de ver una película. Con “Visitors”, el cine también nos ve a nosotros. Sus sujetos nos observan fijamente, reaccionan. Ríen, nos miran y su reacción provoca en nosotros nuevas reacciones, porque sus miradas pueden sentirse como si una persona de carne y hueso estuviera frente a nosotros. 

En una experiencia como “Visitors”, el director no se limita a ofrecer una historia, sino que nos invita a crear la propia. Las conclusiones a las que llegue cada espectador viendo estas imágenes serán profundamente diversas y siempre válidas; ¿cómo podría juzgarse la autenticidad de los sentimientos o las reacciones generadas por una obra como ésta? ¿Qué es lo que Reggio intenta llevándonos por este viaje sensorial? Más que encasillar la obra de Reggio en géneros, lo valioso de su trabajo es la forma en que nos provoca, en todo lo que generamos al ver imágenes aparentemente inconexas. En lo que reconocemos y descubrimos de nosotros mismos a través de ellas. 

“Visitors” pudiera no parecer una experiencia de fácil apreciación, pero manifestaciones artísticas y tan expresivas como la obra de Reggio merecen ser experimentadas al menos una vez. Sea esta película o sea alguna de la trilogía Qatsi, estamos ante una forma única de abordar y transmitir el cine. No siempre podemos exponernos a algo así, a la manera en la que Reggio nos habla y en la que calculadamente nos transmite su mensaje, aunque éste se vuelva diferente para cada espectador. Una forma en la que el acto de ver, de ser vistos, de ser testigos de los momentos de tranquilidad y de caos que reinan en el planeta, nos hacen reconocernos no sólo como parientes muy cercanos de Triska, la gorila que nos mira fijamente desde la pantalla, sino como los propios visitantes que dan título a la película y que, como visitantes que somos, estaremos en la Tierra por un momento para el universo incluso más breve que la duración de un parpadeo.