Por Víctor Bustos

Aludiendo a los grupos musicales que  imperaban allá por  los años ochenta con repertorio de canciones melosas en  distintivas voces —en la misma tradición de Los Bukis, Los Yonics, Los Ángeles Negros, Los Pasteles Verdes, et al— el realizador Beto Gómez busca, con su quinto largometraje de ficción, homenajear  a aquellas  figuras  del pueblo convertidas en auténticos  ídolos, mediante la fabricación del falso dueto musical  “Los Jilgueros de Rosarito”. De esta manera, el filme reconstruye sus orígenes  con un  exacerbado humor kitsch.

El director, apoyado en su coguionista Francisco Payó González, se da a la tarea  de elaborar la historia en  tono de farsa y sátira, sin abandonar el carácter lúdico que ha demostrado a lo largo de  carrera desde  “El agujero”, su ópera prima de 1997 y que funcionó mejor en “El sueño del caimán” (2001), hecha en blanco y negro. Desde luego, hay otras conexiones con “Puños rosas” (2004) y “Salvando al soldado Pérez” (2011), que contaban  ya con mayores recursos.
El realizador nacido en Culiacán, con formación cinematográfica en Guadalajara,  Canadá  y España, sigue siendo fiel a sus gustos y temas, sin dejar de imprimir  un particular sentido del humor  para presentar a sus protagonistas, Chuyin Venegas (Gerardo Taracena) y Cornelio Barraza (Rodrigo Oviedo),  precisamente provenientes del norte de la República Mexicana —de Rosarito, Baja California, para ser más precisos— que desde pequeños se reconocen como almas gemelas y  emprenden una carrera musical que los llevará a la cima del éxito.

Bajo este planteamiento, Gómez  va construyendo la historia de estos dos personajes ficticios  a  manera de testimoniales, que como si se tratara de “Ciudadano Kane” en busca de su Rosebud. En este caso, la reportera Sara Medrano (Sandra Echeverría) se da a la tarea de ir desentrañando los orígenes  del grupo tras la noticia del decesos de Cornelio. La narración se integra a través de entrevistas  y recuerdos que remiten a  constantes flashbacks, para ir descubriendo sus canciones y su incursión en el cine con películas baratas.

Las situaciones son llevadas  al extremo por parte de la realización, tanto en las viñetas que sirven para la narración, los números musicales con composiciones originales que emulan a éxitos de la balada romántica grupera,  como el uso de cuanta actriz joven para incluir en papeles de mayor  o  menor peso, hasta escenas filmadas en París. También hay elecciones de vestuario que definen un gusto entre estrafalario y vulgar, semi cómico.

Las  actuaciones de Taracena y Oviedo logran sacar adelante las situaciones llevadas al absurdo pero sufren cierta merma de efectividad debido a que el director  desatiende aspectos fundamentales de la trama e intenciones del resto de los personajes  que  quedan sin fuerza o apenas esbozados. Eso sucede con el personaje de la prima Toribia, interpretado por Ludwika Paleta, caracterizada con trenza y mandil.

Si bien  Beto Gómez consigue establecer una realidad ficticia que sea reconocible para burlarse  de ella, el chiste se acaba demasiado pronto  y el resto es alargar sin motivaciones que sean bien justificadas. La clave de repasar cada uno de los episodios en  la vida del famoso dueto no llevará a una revelación sorprendente, sino a demostrar que la  fama y la fortuna no se comparan en nada con  la felicidad que da “el volar bajo”.

Los espectadores encontrarán que “Volando bajo” tiene referencias próximas a la serie televisiva mexicana “Los héroes del norte” dirigida por Gustavo Loza.

Volando bajo
México 2013 Español 90 min.Color.

Dirección: Beto Gómez. Compañía productora: Krafty Films. Producción: Carlos Valle Novelo, Walter Von Borstel. Guión: Beto Gómez, Francisco Payó González. Fotografía: Daniel Jacobs. Edición: Viviana García-Besné. Música: Daniel Gutiérrez, Herminio Gutiérrez, Pascual Reyes, Fernando Rivera Calderón Reparto Gerardo Taracena, Rodrigo Oviedo, Ludwika Paleta