Por Ali López

Antes que nada una advertencia: “Democracia en blanco y negro” (“Democracia em preto e branco”, Pedro Asbeg, Brasil-2014) es un film futbolero. Con un pietaje fabuloso, escenas sobre el césped que lo hacen a uno sentirse en un estadio, vitorear los regates, los golazos y las jugadas dotadas de historia. Pero no es sólo futbol lo que se verá ahí; habrá algo del mejor rock/punk brasileño de la década de los 80, así como un trabajo social-histórico de la última época de la dictadura militar en ese país. Sí, éste film logra combinarlo todo, y no sólo eso, también logra hacerlo de una manera concreta; sin caer jamás hacía el panfleto, la anécdota o la descripción inerte de los actos. ESPN, la cadena televisiva de deportes, está tras la producción de éste filme. Se puede sentir su mano en el ritmo televisivo que a veces parece tomar la cinta, son claros algunos cortes a comerciales, pero nada de esto quita la gracia y fortuna de poder ver el documental en el cine.

“Democracia en blanco y negro” investiga un periodo fascinante de la historia brasileña: el momento específico en que el futbol popular y los artistas de rock se vuelven el eco del pueblo. La poderosa delantera del Corinthians, conformada por Sócrates Brasileiro, Wladimir y Casagrande no eran sólo estandarte del Futebol, también lo eran de la protesta política, de la solicitud de la población por la libre elección de sus gobernantes. La Democracia Corinthiania se volvió lo mismo modus vivendi, que estandarte, era lo mismo una forma de organización, que una forma de rebeldía. Cuando nadie en Brasil podía elegir a sus gobernantes, un equipo de futbol discutía cada uno de los aspectos de su club; al mismo tiempo que bandas como Ultraje a Rigor cantaban: A gente não sabemos escolher presidente, A gente não sabemos tomar conta da gente…

El futbol es uno de los deportes más señalados por la crítica, atacado por su condición popular y aparente regulador del Estado. El futbol es culpable de la ignorancia, es humo, circo, espectáculo que distrae de las cosas importantes. Alegatos a favor sobran y en contra no son abundantes, pero si los hay concisos. La cinta no pretende vanagloriar al balompié, ni descartarlo como movimiento distractor, pero sí lo retrata como un pilar más de la sociedad; un estandarte humano, que con un poco de cabeza, puede ser usado para causas justas. En un país tan latinoamericano como es Brasil no se puede creer que todos los jugadores vivan alejados de la problemática social, muchos de ellos sufre, sufrieron y sufrirán los pormenores del tercer mundo, por lo que dejan de pensar en el futbol como una salvación única para su persona, éste también puede ser el sueño de todos y para todos. Hace falta un caldo de cultivo propicio para que esto suceda.

El rock alguna vez sirvió para cantar las voces de los silenciados. El rock gritaba lo que todos querían reclamar, expresar, condenar. Alguna vez las guitarras eléctricas  rugieron como nunca. Cuando el portugués comenzó a explotar en los sonoros amplificadores de la rebeldía brasileña, la gente entendió que era su momento. La insurrección ya podía ser cantada y escuchada por  todos. Los jóvenes, siempre ellos, se lanzaban a las calles, alentados por dirigentes, como lo fue Lula da Silva, que con mayor conciencia dictaban el camino a la democracia. ¿Pero qué sucedía con los otros? Cómo alentarlos al movimiento; ahí regresamos a los estadios, a las casacas provocadoras del Corinthians. Así se mueve el documental, de un punto a otro, hablando desde la voz de los que estuvieron ahí. Con una narrativa apasionante y momentos de documentos fílmicos de la época, que lo dejan a uno helado. Ver driblar a Wladimir entre dos defensores, dejarlos inertes en el césped, centrar Sócrates, para que este prolongue el balón hasta Casagrande, remate, y la pelota bese las redes. Ver a los músicos exponer su talento ante un cúmulo de jóvenes desvergonzados, sintiéndose libres por fin. Ver a casi un millón de brasileños en las calles, con pancartas, con lágrimas, con la pasión de la revolución exudando por sus pieles. Todo eriza la piel, todo nos hace ver en un espejo, preguntarnos qué pasó entonces y sobre todo ¿Qué pasa ahora? Qué se necesita para lograr algo así…

“Democracia en blanco y negro” es más que un documental de la ESPN, más que uno de sus extraordinarios 30 for 30, que no es decir poco (si les interesa la combinación deporte-cine no olviden revisarlos). Y lo es porque nos es cercano, el lenguaje del futbol, la represión, el rock etc. no nos son ajenos, lamentablemente. Es una oportunidad poder apreciar algo así, algo que nos sea tan propio, y nos haga reflexionar sobre mucho de lo que sucede en el país; no sólo en materia social, también cinematográfica ¿Cuántas historias similares podríamos contar en territorio nacional? Y sobre todo, cuánta falta nos hacen.

“Democracia en blanco y negro” se exhibe en Cineteca Nacional y otras salas.
 

Democracia en blanco y negro
(Democracia em preto e branco, Brasil, 2014, 82 mins.)

Director: Pedro Asbeg. Guión: Pedro Asbeg. F en B/N: Rodrigo Graciosa. Música: Lucas Marcier, Fabiano Krieger. Edición: Renato Martins. Con: Testimonios de Sócrates Brasileiro, Juninho, Luiz Inácio Lula da Silva, Walter Casagrande y Sérgio Groisman. Productor: Gustavo Gama Rodrigues, Rodrigo Letier. Clasificación: A.