Por Lorie Fernández
@sommerprossig

Dirigida por Jonás Cuarón y protagonizada por Gael García Bernal y Jeffrey Dean Morgan, “Desierto” (2015) aborda dos temas de actualidad: la migración y el racismo. “Desierto” es el segundo largometraje del hijo de Alfonso Cuarón, luego de su debut con “Año Uña” (2007) y de haber colaborado con su padre como coguionista de la multipremiada “Gravity” (2013).

“Desierto” narra las circunstancias y contrariedades de un migrante mexicano, Moisés (Gael García), quien busca llegar a Estados Unidos, reencontrarse con su hijo y empezar una mejor vida. Cuando cruza el desierto junto con otros ilegales, la camioneta en la que viajan se descompone. Esta situación los pone a merced de Sam (Jeffrey Dean Morgan), un cazador de indocumentados que se hace acompañar de su perro.

El filme es resuelto con pocos diálogos para dejar que las acciones hablen por sí solas. Claramente puede apreciarse los conflictos y perturbaciones que hay entre los migrantes y el hombre armado, y la total aversión que éste les tiene. A Sam y a su perro —el cual es caracterizado por tres verdaderos canes de ataque— se les presenta como seres viles y resentidos; no obstante, esta animal es un reflejo de la parte humana y sensible de su amo. Por otra parte, a lo largo del filme se percibe cómo Moisés y otros inmigrantes (como Adela, Mechas y Lobo), usan sus instintos para huir e intentar sobrevivir al asedio.
La producción del mismo Jonás, junto con su tío Carlos y su padre; la música del francés Yoann Lemoine; y la fotografía de Damián García logran que el espectador se transporte a las escenas y tenga un mayor acercamiento a esta situación migratoria.

En esta película podría decirse que los roles prejuiciosos se invierten: mientras que en los filmes estadounidenses se muestra al latino como enemigo, en las mexicanas se expone al gringo de esa misma forma pero dejando ver un poco de su parte benigna. “Desierto” es una cinta emocionante que también propone una reflexión sobre la inmigración irregular y el racismo.