Digitalización de material fílmico de 35 mm. en escáner Arriscan, 2019.
Por Natali Rashel Riquelme Barrios
Desde los esfuerzos individuales para evitar la pérdida del cine nacional, encabezados por personajes cercanos a la industria cinematográfica como Elena Sánchez Valenzuela y otros a quienes la vida y los estudios los han llevado por este camino, hasta la institucionalización con la fundación de la Filmoteca de la UNAM en 1960 y después en 1974 con la creación de la Cineteca Nacional, se empezaron a conformar los archivos fílmicos y a crear una conciencia de la importancia de la preservación, catalogación, conservación y restauración de los materiales fílmicos, siendo México de los pioneros en estos procesos en América Latina, según lo ha referido Aurelio de los Reyes.
Gracias al trabajo de los investigadores de la historia del cine mexicano se calcula que aproximadamente un 80 ó 90% de la producción prístina se encuentra perdida, teniendo que recurrir a las fuentes documentales para darnos una idea de lo que fue la producción nacional y de lo que no pudimos ver. Lamentablemente es una realidad que en la actualidad no sólo seguimos perdiendo el cine silente, sino el cine nacional de las últimas décadas debido a la misma naturaleza del soporte fílmico, el cual se degrada con el tiempo. Esto constituye una de las principales preocupaciones de los archivos fílmicos.
Con el constante avance tecnológico se ha logrado el desarrollo de equipos de digitalización fílmica y es posible encontrar en el mercado una variedad considerable de escáneres con diferentes costos que ofrecen distintas herramientas, pero con el mismo fin: la digitalización del material fílmico. Esto ha significado un respiro para los archivos, pues se tiene la posibilidad de dar un poco más de tiempo de vida a los materiales, en lo que se encuentra un soporte seguro para su resguardo, con costos de migración y mantenimiento accesibles.
Gate para escaneo de película de 35mm., 2019.
En 2011 Cineteca Nacional adquiere junto a otros equipos de restauración fílmica un escáner de la marca “Arri” como parte del proyecto para la creación del Laboratorio de Restauración Digital “Elena Sánchez Valenzuela”. Algunas de las características por las que se eligió “Arriscan” fueron su sistema de arrastre que da estabilidad al material, que cuenta con accesorios especiales para material muy degradado y dañado, y puede crear diferentes tipos de archivo digital, ofreciendo una buena calidad de imagen.
Es a finales de 2012 que se inician las primeras pruebas de digitalización del laboratorio y se realiza el escaneo de un material nombrado “El Caballito” [1] que contiene imágenes de la estatua ecuestre de Carlos IV conocida como El Caballito, de Manuel Tolsá. Ya en 2013 se digitalizan los primeros rollos en soporte de nitrato, hecho significativo porque se vuelve la mirada a estos materiales, dejados en el semi olvido por el miedo que se creó alrededor de ellos por su inflamabilidad y por los numerosos incendios alrededor del mundo, incluido el de Cineteca Nacional en 1982.
Para los archivos que preservan y/o restauran sus materiales, el mayor reto es el respeto a la propia historia del material, por eso el escaneo no sólo es importante en el proceso de restauración, sino también en la continuidad de esa historia.
Después de la revisión y estabilización física de los materiales se realiza una ficha señalando las características principales de cada rollo, como título (si se conoce), año, duración, formato y soporte, entre otras, y se registran los daños que presenta el material. Esta ficha nos da una idea de los posibles problemas que podemos enfrentar durante la digitalización.
Con el escáner “Arriscan” podemos digitalizar sólo la imagen de los formatos 16 mm. y 35 mm., ya sean nitratos, acetatos o poliéster. El proceso de escaneo no se realiza en tiempo real, por el hecho de ser escaneado cuadro a cuadro y la velocidad puede variar según las condiciones físicas de los materiales. En este proceso nos enfocamos en obtener una copia lo más fiel posible y con características que permitan una intervención como lo es la restauración digital. Para esto seguimos tres puntos ejes.
El primero es realizar un escaneo lo más limpio posible, es decir, cuidar en no agregar más daños a los que tiene la imagen, esto puede ser pelusa o polvo del medio ambiente que quedaría digitalizado.
El segundo es obtener toda la información o detalle de la imagen, de tal forma que no se corte el cuadro y se eviten desenfoques por el movimiento provocado por el deterioro del material.
El tercero es respetar la intención de color de cada obra. Con la manipulación digital la intención de color se vuelve vulnerable al tener la posibilidad de mover los valores de luz y contraste de la imagen. Para evitar esto se busca tener una mayor referencia visual del color en las películas de la época, del tipo de material utilizado y de las intenciones del director y fotógrafo (en algunos casos hemos tenido la fortuna de poder trabajar con ellos). Es importante este punto ya que una mala referencia desde el escaneo puede dar una idea equivocada o llevar por otro rumbo al que realice la corrección de color.
Los operadores del escáner fílmico tienen que estar conscientes de que éste se vuelve el primer puente entre lo analógico y lo digital, y tienen que entender las características particulares de los dos “mundos” e intentar hacer una transición lo más fiel posible, pues es la última área que tendrá contacto con el material fílmico, en adelante toda intervención se hará sobre el archivo digital.
Además de ser los últimos en trabajar directamente con los rollos de película, los operadores son testigos de un cambio de lenguaje, otra vez de lo analógico a lo digital. De hablar de formatos, soportes, fotogramas o cuadros, grano, pietaje, tipo de archivo, se pasa a DPX (Digital Picture Exchange), pixel, tamaños (GB,TB), por nombrar algunos. Aunque los archivos digitales nos devuelven la oportunidad de volver a ver las imágenes de nuestro pasado, facilitando la reproducción y pudiendo llevar a un acceso más abierto, la obsolescencia tecnológica nos lanza la advertencia de que estos maravillosos archivos sólo tienen 10 años de vida.
Ante el panorama de que un archivo digital es más susceptible de corromperse o perderse de una manera definitiva que incluso un nitrato conservado adecuadamente, tenemos que plantearnos la forma en que vamos a dejar un registro perdurable de esta segunda vida de las imágenes filmadas hace 100 ó 20 años.
La invitación es acercarse a la Videoteca de la Cineteca Nacional donde se pueden encontrar materiales digitalizados por el Laboratorio de Restauración Digital y volver a los registros en papel, con investigación o comentario de lo que podemos ver por ahora.
Revisión en Material en 35 mm. de nitrato, teñido, 2019.
NOTAS:
[1]. “El Caballito” (México, 1979, Colección Emilio Carrera Cortés y Enrique Vaca Chrietzberg).
*Las fotos que acompañan el presente artículo se incluyen únicamente como apoyo al contenido del texto, cuyo cometido es de difusión cultural.