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¿Un Oso de Plata a la mejor actriz para alguien que nació hombre? Esa es la pregunta que muchos se hacen en el Festival de Cine de Berlín tras ver la conmovedora y excelente interpretación de la actriz trangénero chilena Daniela Vega en la película de su compatriota Sebastián Lelio “Una mujer fantástica”, que este domingo entró en la competición al lado de la europea “Pokot”, de la veterana Agnieszka Holland, con otro gran personaje femenino, esta vez interpretado por Agnieszka Mandat.

Lelio, que ya triunfó aquí hace pocos años con “Gloria”, encadena con “Una mujer fantástica”, la segunda de tres películas consecutivas con personajes femeninos fuertes y luchadores, enfrentados a prejuicios de una sociedad convervadora e intolerante. El realizador chileno, quien ahora está filmando en Londres su primera película en inglés y con elenco estelar, “Disobedience”, sobre una mujer lesbiana que huyó de su comunidad judía ortodoxa, sigue en “Una mujer fantástica” los problemas de Marina, una transexual que mantenía una relación con un hombre bastante mayor que ella, y al fallecer éste, se ve rechazada por su familia, hasta el punto de no permitir su asistencia al sepelio, y hasta la culpabilizan de su fallecimiento. La suya será a partir de ese momento una lucha por la dig?nidad y el respeto a unos sentimientos que la unieron a ese hombre con el que fue feliz.

No es la primera película de Vega, pero sí su personaje más importante. Si no gana aquí ese Oso de Plata obtendrá sin duda otras recompensas en los certámenes que vendrán a partir de ahora. En su encuentro con la prensa, la actriz no descartó que en el futuro puede asumir personajes femeninos y no sólo transexuales como hasta este momento. Talento le sobra. Por su parte, Lelio, que dijo esperar con curiosidad el estreno en Chile, insistió en su fascinación por el universo femenino, que considera amenazado.

Peor respuesta del público ha tenido la coproducción paneuropea “Pokot”, de la veterana Agnieszka Holland, una especie de thriller lleno de moralejas protagonizado por una peculiar jubilada, que fue profesora e ingeniero en el pasado, y ahora vive un tranquilo retiro en un pequeño pueblo próximo a la frontera entre Polonia y Chequia, junto a sus dos perros como única compañía. Las cosas empiezan a torcerse cuando sus compañeros de cuatro patas desaparecen y los vecinos empiezan a morir de forma violenta. La propia mujer, que exige que todo el mundo la trate por su apellido, Duszejko, se convertirá en sospechosa, mientras emprende su propia investigación “amateur”.

El problema del thriller autoral de Holland es su maniqueismo de manual, con estereotipos como el cura reaccionario, los cazadores violentos, el policía egocéntrico… una pléyade de intolerantes (todos hombres, por cierto), enfrente de la entrañable heroína rural. Se deja ver, pero le falta sutileza.