Por Hugo Lara
Una vez Billy Wilder dijo que desearía morir a los 104 años, asesinado por un marido celoso. Quizá es uno de los pocos deseos que no se le cumplieron a este legendario director y guionista, fallecido el 27 de marzo de 2002, a la edad de 95 años, a consecuencia de una poca glamurosa neumonía.
Wilder es uno de los grandes maestros del cine norteamericano del siglo XX, si bien nació en Austria, el 22 de junio de 1906. En su juventud renunció a sus estudios de abogacía a cambio del periodismo. El oficio de la escritura le abrió las puertas para incursionar en el cine alemán como guionista, hasta 1933, cuando decidió abandonar Alemania. “El exilio no fue idea mía, sino de Hitler”, diría en una ocasión.
Tuvo una breve estancia en París, donde debutó como director con la película “Mala semilla” (Bad Seed, 1934), una película sobre un joven adinerado que, para desafiar a su padre, se incorpora a una banda de ladrones de automóviles. Después, Wilder se instaló finalmente en Estados Unidos, sin hablar inglés, razón por la cual en el futuro escribiría sus guiones al alimón, de lo que surgieron brillantes asociaciones, primero con Charles Beckett y más tarde con I.A.L. Diamond.
Como guionista sirvió a grandes directores como Howard Hawks y, especialmente, Ernst Lubitsch, cuya influencia fue decisiva en su trayectoria. Una de las mayores virtudes de Wilder, en las facetas de guionista y director, consistió en su enorme capacidad para jugar con el lenguaje y fabricar situaciones provocadoras con base en la socarronería y la antisolemnidad, algo que vertía con astucia en diálogos como aquél donde convirtió un convencional “hijo de perra” en un eufemístico “si tuvieras madre, ella ladraría”.
En 1942, dirigió su primera cinta hollywoodense, “The Major and the Minor”, a la que se sumaron en los años siguientes títulos considerados clásicos imprescindibles, de géneros diversos, como el policiaco “Pacto siniestro” (Double Indemnity, 1944) o los dramas “Días sin huella” (The Lost Weekend, 1945) y “El crespúsculo de los Dioses” (Sunset Boulevard, 1950).
Sin embargo, suele recordarse en primera instancia por sus estupendas comedias, como “Sabrina” (1954); “La comezón del séptimo año” (The Seven Year Itch, 1955) y “Una eva y dos adanes” / “Con faldas y a lo loco” (Some Like It Hot, 1959), ambas estelarizadas por “Marilyn Monroe”, o “El apartamento” (The Apartment, 1960). De esta época, también fue relevante el vínculo que lo unió a los actores Jack Lemmon y Walter Matthau.
En 1981, Wilder se retiró del cine para dedicarse a su valiosa colección de arte moderno. Dueño de una marca impresionante de premios y reconocimientos alrededor del mundo, incluyendo dos premios Oscar como director y tres como guionista, Wilder hizo un cine popular bajo el credo de no aburrir, con la honestidad y el entusiasmo de alguien que afirmaba que aquel que no creyera en milagros, no es una persona realista.
El ciclo “Clásicos en pantalla grande” regresan a Cineteca Nacional durante la segunda mitad del año con un programa dedicado en mayor parte a Billy Wilder.De julio a noviembre, clásicos como “Sabrina” (1954), “Una Eva y dos Adanes” (Some Like It Hot, 1958), “Pacto de sangre” (Double Indemnity, 1944), “Bésame tonto” (Kiss Me, Stupid, 1964), “El ocaso de una vida” (Sunset Blvd., 1950) o “Piso de soltero” (The Apartment, 1960) llegan a las pantallas de Xoco. No hay que perderse esta oportunidad de ver las grandes películas de este maetsro del cine, pero tmabién sus películas menos conocidas.