Por Raúl Miranda
El cine de aventuras norteamericano no se ha limitado a espacios geográficos como la India, las islas del Pacífico, el continente africano, el Medio Oriente, los Polos y los océanos. Este cine, en sus relatos “exóticos” también considera a México, y hemos observado cómo es utilizada la diversidad regional del país para la representación fílmica de “lugares paradisiacos” de fuga existencial, o delicuencial. México aparece, en términos relativos, como un lugar lejano, muchas veces inhóspito, pero que ha servido bien al género en el que los personajes desarrollan la vivencia de huir, escapar, incursionar, pasear, permanecer o morir en tierra extraña. Sin embargo, considero que John Huston aportó matices a esta visión. Reflexionar sobre su trabajo referido a México permitirá dar un ejemplo acerca de la influencia cultural y geográfica mexicana en el arte cinematográfico extranjero. La primera película que Huston filma en México (1948), El tesoro de la Sierra Madre (1948), le otorgó gran reconocimiento al realizador: Oscar a la mejor dirección y al mejor guión; y Oscar al actor Walter Huston, padre del director. Por haber trabajado con su padre, era esta película muy apreciada por John Huston. (7) Las locaciones para El tesoro de la Sierra Madre se instalaron en las afueras de San José Purúa; Michoacán; luego se ubicaron en una zona montañosa próxima para filmar secuencias clave (dentro de la película se dice que es cerca de Durango). Huston por esta película se ganó por parte de sus compañeros de rodaje el sobrenombre de “Huston más-difícil-todavía”. Aunque se inició la filmación en Tampico, cierto día se impidieron los trabajos de rodaje, debido a un artículo publicado en un diario de esa ciudad, en el que se señalaba que se estaba denigrando a México por medio de fotografías de la ciudad de Tampico. Se suspendió la filmación, bajo protesta de otros periodistas. Pero luego se arregló la situación, gracias a las amistades de John Huston dentro del gobierno mexicano y al apoyo de otro amigo, Diego Rivera. También Miguel Covarrubias intercedió ante el gobierno a favor del cineasta. De hecho, en Tampico sólo se filmaron planos que no necesitaban actores (Humphrey Bogart tenía un doble para algunos planos). (7, 15, 25) En El tesoro de la Sierra Madre se dice la replica más famosa de los latinos ilegales en Estados Unidos: “Badges? We don´t have to show you no stinking badge! (“¿Identificaciones? ¡No tenemos que enseñarle ninguna apestosa identificación!”). Una frase famosa en Estados Unidos, utilizada por la revuelta juvenil estadunidense de los años sesenta. Y que pronuncia Alfonso “el indio” Bedoya en la segunda mitad de la película. El personaje de bandido, interpretado por Bedoya, y sus huestes de forajidos vistiendo indumentaria de combatientes revolucionarios, nos habla de aquellos grupos que aprovechando la confusión reinante todavía en el periodo postrevolucionario (la historia se ubica a finales de los años veinte), proliferaban dedicándose al bandidaje. Y es la presencia de Bedoya, una de las más fuertes representaciones, creadas por el cine extranjero en el imaginario colectivo del bandolero mexicano (irreverente, sucio, irónico, desalmado, tramposo, oportunista, simpático, vital y feo). Si bien esta representación tiene el antecedente del personaje de delator e informante de la policía de J. Carrol Naish, en El fugitivo (1947), de John Ford, que filmará también en México. Aunque en el caso de Naish no aflorara por ningún lado la empatía y sí la repulsión. A partir de la novela de B Traven, Huston recreó la historia de tres perdedores, temática insistente en casi toda su obra. Tres buscadores de oro, ¿pero, cómo se podía ser perdedor si se busca oro? La carcajada final de Howard (Walter Huston), esa risa que contagia a Bob Curtin (Tim Holt), que libera por fin el peso de la miseria de la existencia, y no puede sino significar que se seguirá buscando el oro simbólico de la dignidad. Como el cónsul Geoffrey Firmin de la pluma de Malcolm Lowry, que busca encontrarse aunque “atado al potro del alcohol” (O. Paz), en una tierra ajena, sin embargo, sensible a lo que ve, que descifra las claves de los sitios mexicanos que visita, pero sobre todo de sus propios signos, su interior doliente y a la vez festivo. Un personaje ético y, a su manera, vital; “en una tierra que dramatiza y materializa sus angustias y sus esperanzas más profundas en términos escuetos y elementales”. (29) Otro personaje ético, pero real, B Traven, el novelista que borrara su rastro, de biografía misteriosa; Ret Murat, el anarquista bávaro; el seudónimo del escritor de lengua alemana de vida aventurera Berick Traven Torsuan, nacido alrededor de 1890, quien muriera el 26 de marzo de 1969 en la Ciudad de México, pública su novela por primera vez en alemán, en 1927, Der Schatz der Sierra Madre. (13) Así, el guión provenía de un “sombrío relato en un lugar perdido de México”, de un escritor tan famoso como su anonimato. El creador de “desolación sin concesiones”, para quien México, a decir de Sperber y Lax: “no era la exótica fantasía turística en tecnicolor de la mayoría de las películas, sino un sombrío paisaje de polvorientas ciudades petroleras, de aldeas destartaladas y de monte bajo. Las escenas finales se desarrollan sobre un fondo de tierras secas que son un desierto simbólico del corazón y de la mente.” (25) “La gran aventura mexicana” iniciaba su rodaje en abril de 1947; Huston llegaba con los tres protagonistas: Humphrey Bogart, Tim Holt y Walter Huston. Se había contratado a un entusiasta equipo mexicano que resolvía alegremente cualquier detalle de producción. Hal Croves, el supuesto representante de B Traven, estuvo asesorando durante todo el rodaje e incluso estuvo presente en la postproducción. No era otro que el mismo Traven. (3, 13, 15 y 25) Según la novela (27) (y la película), tres aventureros deciden cambiar su suerte yendo a buscar un “tesoro” al desierto montañoso mexicano, la búsqueda de una veta de oro en Sierra Madre. La encuentran, pero en el viaje de regreso, después de variados contratiempos y adversidades, el polvo de oro se lo lleva el viento. El tesoro de la Sierra Madre se convirtió en un clásico del género de aventuras, aunque algunos lo clasifican como ´western´. Filme hustoniano por excelencia, uno de sus mejores: machismo, astucia narrativa, y Humphrey Bogart preparando su interpretación maniático-paranoica de El motín del Caine (1954), y que ya mostraba un apunte anticipado en Héroes olvidados (1939). La película pudo haberse filmado algunos años antes, pero Huston fue convocado a incorporarse a las filas combatientes; temía que la Warner se lo diera a otro director. Lo que impidió que esto sucediera fue la reflexión de los ejecutivos de la casa productora: no convenía realizar este filme en tiempos de guerra, pues México era un aliado, y la verdad era que el argumento no enaltecía del todo la situación social mexicana. No era tiempo aún de volver a la “visión deformada” de nuestro país por parte de Hollywood. (22 y 25) El gran clásico del cine norteamericano, El Tesoro de la Sierra Madre, con locaciones en Michoacán, se convirtió en símbolo de esa región. Fue una de las primeras películas de Estados Unidos que se filmó integramente en México. Huston recorrió miles de kilometros por territorio nacional, acompañado de su director artístico, John Hughes, y el jefe de producción mexicano Luis Sánchez Tello. Luego, se decidió instalar las locaciones en las montañas cercanas al pueblo de Jungapeo, próximo a San José Púrua. Los pobladores indígenas de la región se contrataron como extras y los que no, se “taparon completamente la boca” cuando se gritaba ¡Silencio!. (15 y 25) La noche de la iguana: Perteneciente a la “generación perdida” (Gertrude Stein), compuesta por cineastas como Elia Kazan, Robert Rossen, Fred Zineneman, que vivieron el célebre y doliente periodo del macartismo (5), John Huston se decidió a radicar cerca de Puerto Vallarta para reanimar el espíritu de aquellos años oscuros, o diáfanos, según se vea. Para mayor precisión se instaló en Las Caletas, tierras arrendadas, una especie de isla falsa, rodeada de montañas que le protegen de los huracanes; no así a Manzanillo y Mazatlán. Un paraíso personal, un refugio, más que una casa formal, donde vivió hasta su muerte, al lado de su mujer mexicana, Maricela. Un pequeño pedazo de tierra verde con cántaros, máscaras, alfarería, telares multicolores, coatís, zarigüeyas, ciervos, ocelotes, boas, pericos, pelícanos, mantarayas, ballenas. El director que vivió muchas vidas, cinco matrimonios, muchas relaciones; gusto por la cacería, los caballos “pura sangre”, pintar, coleccionar, escribir, dirigir, actuar, leer. (15) Hace cuarenta y cuatro años el cineasta estadounidense filmó en Puerto Vallarta, Jalisco, su cinta La noche de la iguana, con los protagonistas Richard Burton y Ava Gardner, dándole al lugar una reputación instantánea como locación de cine y como destino favorito de descanso para estrellas de Hollywood; el propio Burton y luego Elizabeth Taylor compraron residencias en la zona. Los promotores turísticos “venden” ahora el lugar como un sitio para el glamour, instaurado a partir de la filmación de la película, y haciendo énfasis en la fascinación que surgiera en los actores y el director. John Huston, el guionista de Juárez (1939), nació el 5 de agosto de 1906 en una pequeña ciudad de Missouri, y a los 25 años ya había sido boxeador profesional, cantante en Londres, pintor callejero en París, equitador en Escocia y actor en Nueva York. Trabajó en el espectáculo por primera vez a los tres años, apoyado por su padre, el actor Walter Huston, quien fue su primer maestro. Admirador de Orson Welles, Joseph Losey, Akira Kurosawa y Charles Chaplin. Tan famoso como John Ford y Alfred Hitchcock. Especializado en la dirección de construcción de sets y muy dedicado en ubicar locaciones arriesgadas para su obra. Un realizador anti partidario de sentimentalismos y renuente a la visualización de violencia extrema. Adaptador de grandes obras de la literatura. Un director que “se marchaba a algún país lejano para hacer películas”, que les llevaba piedras semipreciosas de México a sus hijos. Era la época en que “las películas se hacían en locaciones. Era una atmósfera muy emocionante para la gente que triunfaba en el negocio del cine.” (11) En 1963, la actriz Elizabeth Taylor decidió acompañar a Richard Burton durante el rodaje y para ello compró una casa que por mucho tiempo fue una de las varias atracciones turísticas del lugar. En años más recientes no han dejado de filmarse diferentes producciones en esa región, desde la cinta de ciencia ficción “Depredador” (“Predator), con Arnold Schwarzenegger, en 1987, o la secuela de “Kill Bill: La Venganza” (2004), de Quentin Tarantino. Por primera vez Puerto Vallarta recibía luminarias de Hollywood, celebridades nacionales e intelectuales estadounidenses. Deborah Kerr, Ava Gardner, Sue Lyon y Richard Burton eran los actores principales de la película donde aparecía en una secuencia Emilio ´el indio´ Fernández. Tennessee Williams, autor de la obra de teatro La noche de la iguana, visitaba el set con frecuencia. Originalmente la historia se desarrollaba en Acapulco, pero Huston optó por situarla en un lugar menos obvio para el turismo internacional (2). Por su parte Liz Taylor, en ocasiones acompañada por sus dos hijos, pasaba la mayor parte del tiempo junto a Burton de quien estaba enamorada. (4) En 1962, acompañándola de intensa campaña publicitaria, Mexicana (la línea aérea) había inaugurado la ruta Puerto Vallarta-Mazatlán-Los Angeles. Las locaciones para La noche de la iguana se ubicaron en Mismaloya, tierra de indígenas. Una ancha y larga playa y un bosque tropical como fondo para el único escenario que se construiría, el viejo hotel de Maxine (Ava Gardner). El trabajo no fue fácil, especialmente para Gabriel Figueroa, el más famoso fotógrafo mexicano, que se las vio “negras” para hacer llegar e instalar equipos de iluminación y plantas de luz en plena selva y con el mar como única vía de comunicación. A Huston le parecía “un lugar perfecto para rodar y para mantener unida a la compañía. Allí podíamos rodar la mayor parte de la película y también vivir.” (15) Era el año de 1963. A partir de aquí toda referencia a Puerto Vallarta llevó obligadamente la mención de La noche de la iguana. Se construyó mucha infraestructura, incluyendo una sala de montaje, un bar, un restaurante. El plan de Huston era que todos se concentraran en Mismaloya, pero los protagonistas prefirieron las comodidades de Puerto Vallarta. Años después, el lugar (Mismaloya) quedó en el abandono total. (15) La película versaba sobre un sacerdote obligado a abandonar su iglesia, y deviene guía turístico en México y termina en un bungalo con su rampante y aventurera propietaria. Adaptado de una obra (1961) de Tennessee Williams, se trata de un filme de toque irónico. La noche de la iguana es una película de autor, que exalta el blanco y negro “mexicano” de Gabriel Figueroa. Aunque Huston ha confesado que se equivocó y hubiera preferido el color, pero le preocupaba que la cromatura del lugar distrajera el drama. Fue el segundo filme de origen teatral de Huston. Se percibe una interpretación etílica real de Ava Gardner y Richard Burton (2 y 4). Gabriel Figueroa fue nominado al Oscar como mejor cinematografía. (15) Bajo el volcán: Cuernavaca es una provincia cotidiana para el paseante de la Ciudad de México, pero aparece para el espectador extranjero, en particular para la cinematografía de Estados Unidos, como un entorno de aventura. El 1 de noviembre de 1984, las calles de esa localidad, población situada no demasiado lejos del volcán Popocatépetl, se encuentran llenas de vida y color. Pero el espacio en el que reina mayor vitalidad son los panteones, pues al día siguiente se celebra el Día de Muertos, uno de las festejos más sentidos por los habitantes de todo el país. La película Bajo el volcán del director John Huston, montó sus escenarios allí. La cámara sigue a un hombre de mediana edad que contrasta con la multitud de mexicanos que festejan “Todos santos”. Lleva un traje negro formal, y sus ojos se ocultan tras unas gafas oscuras. Es un caballero respetable, pero su postura recta y erguida no basta para ocultar un paso levemente tambaleante. Estos gestos, simples pero extraños, sólo pueden significar lo siguiente: el ex cónsul británico Geoffrey Firmin (Albert Finney) es alcohólico. Durante las 24 horas siguientes se emborrachará sin parar, de hecho, beberá hasta su muerte. Gabriel Figueroa había fotografiado para John Huston La noche de la iguana, adaptación de Tennessee Williams también rodada en México, y volvió a trabajar con el realizador en esta traslación de la (se decía) infilmable novela de Lowry. La crisis existencial de un diplomático británico en México, que deriva en el alcoholismo y la búsqueda de la muerte, interpretado con talento por Albert Finney. Pero es precisamente Figueroa quien ayuda a la creación de una atmósfera; construyendo un tono, que en cine es tarea difícil de lograr. Huston decidió trasladarse a México (país que apreciaba desde hace muchos años). Aquí había descubierto o reafirmado muchas cosas que le fascinaban y marcaron para parte de su obra; ciertas formas del folklore nacional: las peleas de gallos, el mezcal, el tequila (14). Huston nuevamente instalaba sus sets en México para rodar una cinta donde el atormentado personaje principal buscaba la redención y la esperanza de su propio ser, al encontrarse con su ex esposa (a quien había dejado desde hace un año) después de que ésta había tenido una aventura con su hermanastro Hugh. En el transcurso de los desesperados excesos de la noche, Geoffrey visita un altar de la Virgen María. Yvonne, su mujer está dispuesta a darle otra oportunidad. Aunque su ebriedad y sus celos le han resultado insoportables, ama a Geoffrey, todavía, y no a Hugh. La pareja reconciliada acaba en la cama; pero Geoffrey se muestra impotente, incapaz de perdonarle a ella su infidelidad. Ansiaba el regreso de su mujer pero ahora no puede tolerar su presencia. Hugh que luchó en la Guerra Civil Española en el bando republicano (el perdedor), ha estado buscando a Geoffrey desde la marcha de Yvonne. Los tres juntos toman el autobús a Tomalin para asistir a la festividad mexicana. Por el camino, se encuentran con un indígena moribundo a orillas de la carretera. Sin previo aviso, un grupo uniformado los obliga a volver a subir al camión; son miembros del ejército. Los tres observan indignados cómo uno de los pasajeros limpia con un pañuelo la sangre de las monedas que le ha robado al moribundo. Más tarde, asisten a una corrida de toros. En la plaza reina un ambiente alegre y bullicioso, y Geoffrey e Yvonne se acercan mutuamente de nuevo. Parece que aún les queda un futuro por delante como pareja, y Geoffrey empieza a hacer planes: una casita en el mar, en algún lugar de Canadá, aunque Geoffrey sabe de antemano que son esperanzas vanas. En una violenta discusión impregnada de odio, abre el corazón a su verdad. Con las palabras “he escogido el infierno, el infierno es mi hábitat natural”, vuelve a huir de Yvonne y acaba en el peor antro del lugar, una taberna llamada “El farolito”. Cuando Yvonne y Hugh lo alcanzan, lo encuentran in fraganti con una prostituta. Poco después un grupo de hombres empieza a hacerle preguntas en la cantina. Afuera, Geoffrey ve un caballo; recuerda que pertenecía al indígena muerto y comprende que los hombres que lo interrogan agresivamente son sus asesinos. Cuando los increpa a gritos y en la cara, firma su sentencia de muerte. Lo asesinan. Espantado por los disparos, el caballo se desata, arrolla a Yvonne y la mata. En los últimos fotogramas de la película vemos el majestuoso volcán cubierto de nubes, antes de que la cámara descienda y recorra la barranca, una de las grietas profundas que plagan las llanuras de los cercanías del Popocatépetl; allí yace el cadáver de Geoffrey, como si hubiera quedado atrapado en las entrañas del infierno. La novela de Malcolm Lowry, publicada en 1947 (6), despliega una compleja red de alusiones simbólicas (la barranca, el volcán, el Farolito, el caballo, Día de Muertos, la imposibilidad de la salvación espiritual). La adaptación de John Huston logra extraer los elementos narrativos esenciales del libro y expresarlos con un lenguaje audio-visual intenso y sensitivo. La cámara subjetiva de Gabriel Figueroa le ofrece al espectador primeros planos que construyen la experiencia del protagonista, el tono logrado por la fotografía es la de una juerga y una cruda moral a la vez, si esto es posible. Y la lograda interpretación de Albert Finney dota a la película de una tensión dinámica que va mucho más allá del simple interés argumental. Es sobre todo gracias a su presencia física, vocal y gesticular que la película combina de forma tan convincente en la figura del bebedor solitario, su catástrofe política y su tragedia personal. Aquí, el cine narrativo y puro de John Huston ofrece mucho más que un examen conmovedor de la vida de un alcohólico. La fuerza expresiva de la película le revela al público un mundo en que la locura aparente es un vehículo para el credo de un gran moralista y escéptico, como lo fue Lowry. Leyendo la imagen, la fotografía de Gabriel Figueroa (en este su último trabajo) (23) llega hasta el fondo del espíritu corroído de un borracho y arroja luz sobre el devenir de un alma en pena (el propio Lowry) y los empeños de su personaje en la tumultuosa situación social de México y el mundo en 1938 (6). En Bajo el volcán, Figueroa demostrará que también era virtuoso en el uso del color, su estrategia cromática hará sentir que la luz y el color que son vida, a veces también hieren. Huston en Cuernavaca ocupó la misma casa en que el escritor Malcolm Lowry vivió. Allí, el director de cine tuvo una de las locaciones de Bajo el volcán. En un camino aledaño, franqueado por una barranca verde, Albert Finney iba y venía memorizando sus parlamentos; en otro lugar de la estancia, al aire libre por el calor sofocante, protegida por una sombrilla y vestida informalmente, estaba Jacqueline Bisset conversando con Emilio Fernández. Emilio “el Indio” Fernández es punto y aparte para dar luz de la presencia de John Huston en México (9). Ellos se conocieron en 1925, cuando Huston visitó México por primera vez, y a donde acabó volviendo siempre. Incluso se decía, sin prueba alguna, que Huston había pertenecido por un tiempo a las tropas revolucionarias de Pancho Villa; o que con “el Indio” se había alistado, sin ninguna veracidad, en el cuerpo de la caballería mexicana, y que fueron desmovilizados en 1927. Así, “el Indio” lo introdujo en las corridas de toros, el arte precolombino, las apuestas más descabelladas, la atracción por practicar una variante local del juego de la “ruleta rusa” (arrojar una pistola cargada al aire); además de compartir el gusto mutuo por los caballos, las mujeres, y la cultura mexicana. Lo que sí es cierto es que estos dos realizadores-actores mantuvieron una larga amistad. (14) La periodista Lillian Ross, redactora del New Yorker, menciona en su libro “Rodando con Huston”, lo siguiente: “se puede apreciar que John Huston cuidó todos los detalles, en especial la ambientación y la dirección escénica, la composición visual, para sumergir de cierta manera al espectador en una gran intimidad que más que de conductas es de sentimientos. A pesar de su delicadeza, la obra no se aleja en lo más mínimo del historial de Huston, un director siempre obsesionado por lo que son los humanos en lo más profundo de su ser, de su esencia misma”. (24). Huston conoció a Lowry en Cuernavaca antes que terminara la novela que reescribió varias veces. Lowry demoró más de diez años en terminarla, e hizo unas tres o cuatro versiones, hasta llegar a la definitiva (6). Lograr un guión de esta obra no era fácil, y se habían hecho otros intentos reconociendo la fuerza narrativa del libro; de hecho, Huston recibió cerca de cincuenta guiones antes de aceptar el de Guy Gallo. Huston y Gallo lo trabajaron juntos, durante meses, en Las Caletas, Puerto Vallarta, donde estableció su tercera y última residencia. Para Huston realizar este filme significaba concretar una antigua intención desde que leyó la novela. Su película número 35 no era de alto presupuesto. Huston decía que la hizo rodeado de amigos. El productor, Michael Fitzgerald, le resaltó a Huston el guión de Guy Gallo. A la viuda de Lowry, Margarie Bonner, le pagaron 350 mil dólares, el gobierno de México, por medio de CONACINE, aportó un millón y medio de dólares, y la Fox y la Universal completaron cuatro millones, que para Hollywood era una cifra modesta. Bibliografía: – Ayala Blanco, Jorge. Bajo el volcán o la épica del feto conservado en alcohol; en A salto de imágenes. Edit. Posada. México, 1968. 541 pp. (1) – Ava Gardner. Ava Mi vida. Edit. Grijalbo. México, D.F., 1991. 401 pp. (2) – Baumann, Michael L. B. Traven. Una introducción. Fondo de Cultura Económica. México, 1978. 292 pp. (3) – Bragg, Melvyn. La vida de Richard Burton. Plaza & Janes Editores. Barcelona, España, 1990. 584 pp. (4) – Carro, Nelson. John Huston de la A a la Z. Revista Pantalla. Septiembre 1987, Núm. 9. México, D.F. (5) – Day, Douglas. Malcolm Lowry. Una biografía. Fondo de Cultura Económica. México, D.F., 1983. 529 pp. (6) – Emmet Long, Robert (editor). John Huston Interviews. University Press of Mississippi. United States of America, 2001. 180 pp. (7) – Fernández, Adela. El indio Fernández. Vida y mito. Panorama Editorial. México, 1986. 250 pp. (8) – García Riera, Emilio. Emilio Fernández. Universidad de Guadalajara (Centro de Investigaciones y Enseñanzas Cinematográficas). Cineteca Nacional. Guadalajara, Jalisco. México, D. F., 1987. 326 pp. (9) – García Riera, Emilio. México visto por el cine extranjero. Tomos 3, 4, 5 y 6. Ediciones Era. Universidad de Guadalajara. Jalisco, Guadalajara. México, D.F., 1990. (10) – Grobel, Lawrence. Los Huston. Historia de una dinastía de Hollywood. T and B Editores. Madrid, España, 2003. 830 pp. (11) – Gunn, Drewey Wayne. Escritores norteamericanos y británicos en México. Fondo de Cultura Económica. México, 1977. 371 pp. (12) – Guthke. Karl S. B. Traven: biografía de un misterio. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F. 2001. 657 pp. (13) – Heredero, Carlos F. John Huston. Ediciones JC. Madrid, España, 1984. 224 pp. (14) – Huston, John. John Huston. A libro abierto. (memorias). Espasa-Calpe. Madrid, España, 1987. 465 pp. (15) – Lowry, Malcolm. Bajo el volcán. Ediciones Era. México, D.F., 1970. 387 pp. (16) – Lowry, Malcolm. Bajo el volcán. Promexa, 1979. Colección Las Grandes Obras del siglo XX.. México. 405 pp. (17) – Lowry, Malcolm. Bajo el volcán. Ediciones Era, 1990. México, D. F. 403 pp. (18) – Marinero, Manolo. Humphrey Bogart. EdicionesJC Madrid, España, 1984. 128 pp. (19) – McCarty, Clifford. The complete films of Humphrey Bogart. A Citadel Press Book. New York, United States of America, 1990. 191 pp. (20) – Menéndez, Óscar. Malcolm Lowry en México. SNC. DVD, 54´. Distribuido por Editorial la Rana del Sur: laranadelsur@hotmail.com (21) – Peredo Castro, Francisco. Cine y propaganda para Latinoamérica. México y Estados Unidos en la encrucijada de los años cuarenta. Universidad Nacional autónoma de México. Centro de Investigaciones sobre América del Norte. Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos. México, D. F., 2004. 509 pp. (22) – Poniatowska, Elena. Todo México. Tomo III. Gabriel Figueroa. La mirada que limpia. Edit. Diana. (23) – Ross, Lillian. Rodando con Huston. Plot ediciones, S. A., Madrid, España. 1991, pp, 188. (24) – Sperber, Ann M.; Lax, Eric. Bogart. Tusquets. Barcelona, España, 1999. 770 pp. (25) – Schulz-Keil, Wieland. Huston. Film comment. October 1987. Pp. 18-23. (26) – Traven, B. El tesoro de la Sierra Madre. Cía General de Ediciones. México, D. F., 1970. 381 pp. (27) – Traven, B. The Treasure of the Sierra Madre. Panther Books Ltd, 1974. Frogmore, St Albans, Herts AL2 2NF. (28) – Walker, Ronald G. Paraíso infernal. México y la novela inglesa moderna. Fondo de Cultura Económica. México, D. F., 1984. 337 pp. (29)