Por Hugo Lara

Hace unos años, alrededor de 2012, trabajé en la zona de la colonia Santa María la Ribera y algunos de los paseos que acostumbraba era a la vecina colonia San Rafael,  donde era un placer recorrer algunas calles y mirar sus regios edificios, algunos bien conservados (como la Privada Roja y la Privada Blanca, ambas en Serapio Rendón) y otros en un deterioro alarmante. Es una zona de contrastes pero que conserva una personalidad única, donde se agrupan varios teatros (el San Rafael, el Virginia Fábregas, el Jorge Negrete, el Manolo Fábregas), galerías, restaurantes, fondas, taquerías y cafeterías en medio de un ambiente de barrio donde conviven oficinistas, familias, gente de oficios o jóvenes  independientes.

Justamente en la calle de Serapio Rendón se encuentran tres sitios que son de mis favoritos de ese rumbo: la ya mencionada Privada Roja, los tacos de La Tonina (los mejores tacos norteños de la ciudad, con tortillas de harina hechas a mano y que fueron fundados en 1946 por el actor y luchador de peso pesado La Tonina Jackson) y el Cine Ópera, un espectacular edificio inaugurado en 1949 con la proyección de “Una familia de tantas”, una de las mejores películas de Alejandro Galindo.  El Ópera funcionó como sala cinematográfica hasta la década de los ochenta del siglo pasado, aunque después también fue habilitada como sala de conciertos hasta que cerró definitivamente sus puertas en 1998, tras un accidentado concierto de la banda británica Bauhaus. 

En ese mismo año del 2012, pude visitar el Ópera y tomar algunas fotografías que muestro en este artículo. A pesar de su decadencia, lo recuerdo como un lugar majestuoso y fantástico, con su gran candelabro reposando en el suelo como si fuera el esqueleto de un fabuloso leviatán. El vigilante que estaba a cargo nos dejó pasar y nos guió por su interior muy amablemente, aunque después, cuando intenté regresar, el guardia había recibido la rigurosa instrucción de evitar completamente el acceso de visitantes.

Hace escasos días, José Alfonso Suárez del Real, secretario de cultura de la Ciudad de México,  hizo un anuncio sobre el rescate de este magnífico edificio cuya fachada es vigilada por las estatuas de Talía y Melpómene, las musas de la comedia y la tragedia. El edificio de estilo art decó es obra del arquitecto Félix T. Nuncio, bajo la construcción del ingeniero Manuel Moreno Torres y el diseño interior del catalán Manuel Fontanals, mítico escenógrafo del cine mexicano y de Federico García Lorca. La noticia del rescate ha sido recibido con gran entusiasmo por una buena parte de la ciudadanía y promotores culturales, entre los que yo mismo me sumo.

Boceto de Manuel Fontanals del interior del Cine Ópera, publicado en el libro de Elisa Lozano “Manuel Fontanals. Escenógrafo del cine mexicano” (Filmoteca de la UNAM, 2014).
 

Aunque el Ópera se encuentra prácticamente en ruinas tras años de abandono, es una fortuna que no haya corrido el mismo destino de muchos viejos cines que eran una belleza y que fueron demolidos o trasnformados sin piedad en las décadas pasadas (el Latino, el Chapultepec, el Lido que fue convertido en la librería Rosario Castellanos, entre otros). Muy pocos tuvieron mejor suerte, como el Metropólitan, adaptada como sala de conciertos en el que se respetó su hermosa arquitectura y funcionalidad. Otros, como el Orfeón, que hoy por hoy está abandonado, aun tienen la posiblidad de ser salvado, como ocurre con el Cine Cosmos, del cual se inició una remodelación para adaptarlo como centro cultural.

Sin duda, remodelar y adaptar un viejo cine es un enorme desafío. Esos grandes mastodontes  arquitectónicos son difíciles de domesticar y darles una funcionalidad diferente a la que tuvieron en su origen, donde se proyectaban películas para un auditorio de mil, dos mil o más personas. Esta forma de consumo cinematográfico ya no existe más. Algunos que sobrevivieron, se convirtieron en multisalas y perdieron parte de su encanto (como el Palacio Chino), mientras que otros fueron destinados a usos menos glamurosos, como el Cine Teresa, que es ahora una plaza de telefonía celular. No obstante, hay en el mundo algunos casos llamativos por la solución que se encontró, como el Teatro Gran Splendid del barrio de la Recoleta en Buenos Aires, un grandioso edficio de 1919 que fue adaptado como una espectacular librería, de tal suerte que se respetó su arquitectura original y se le dio realce con dignidad al proyecto de sus creadores arquitectónicos.


Teatro Arcadia Grand Splendid, de Buenos Aires.
 

La posibilidad del rescate del Cine Ópera es ya una vieja idea, como lo constanta el artículo de nuestra compañera Lorena Loeza fechado en 2012, a raíz de una exposición fotográfica en el Museo del Chopo del compositor Michael Nyman dedicada al viejo cine y que se puede leer en esta liga: “Michael Nyman y el rescate del Cine Opera”.  Otra lectura oportuna, es el poema de Vicente Quirarte “La armada invencible”, dedicado a los viejos cines y que se puede leer en esta otra liga.

Sobre el proyecto de rescate que anunció el secretario de cultura, sólo se sabe por sus declaraciones a los medios que será un proyecto que “recobrará su vocación como recinto para producciones audiovisuales”, dentro de una iniciativa entre autoridades e institutos culturales, así como un organismo internacional. Según fuentes como Notimex, el funcionario explicó que “la intención es volverlo un espacio de las artes cinematográficas, que proyecte realidades virtuales o algo parecido a lo que hace el cineasta estadunidense Tim Burton. Si antes ibas como espectador a ver una película, ahora te vamos a meter dentro del documental, de la película, el corto, de lo que curatorialmente defina la institución experta en este tipo de situación”.

Habrá que esperar en qué consiste exactamente el proyecto pero la posibilidad del rescate del Cine Ópera es una gran noticia en distintos sentidos: porque supone la preservación del legado arquitectónico y cultural de la Ciudad de México; porque enriquecerá la infraestructura cultural en una zona donde hace falta invertir esfuerzos en los niños, los jóvenes y las familias;  y porque parece una seña positiva de una política cultural activa y sensible desde el gobierno local. Veamos si todo esto se confirma.

 

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.