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El cine como reflejo de las realidades menos lustrosas del mundo, siguió este viernes en la Mostra de Venecia, con dos nuevos títulos que mantuvieron el gran nivel de las primeras jornadas, el primer italiano en liza, “Anime nere” (Almas negras), de Francesco Munzi, una saga familiar mafiosa sin el glamour de “El Padrino”, narrada en tono de tragedia griega, y el estadounidense “99 Homes” (99 hogares), de Ramin Bahrani, una historia sobre la crisis inmobiliaria en EEUU que Hollywood jamás nos contará.
Abre Munzi la representación local en esta 71 Mostra con la adaptación de una novela de Gioacchino Criaco sobre una familia calabresa, de la Ndrangheta, la mafía del extremo sur italiano, que para el amante del género tiene fáciles comparaciones con la también italiana “Gomorra” o la estadounidense “El Padrino”, aunque claramente carece de la complicación estructural y de la pretenciosidad de la primera y del glamour de la segunda, aunque también haya una saga familiar, en este caso la de unos ganaderos rurales que han prosperado con el comercio de la cocaína llegada de Suramérica.
Munzi ha elegido el camino del realismo y la sobriedad, dejando atrás cualquier efectismo, para friamente narrar esta tragedia de sangre y venganza como si de un documental se tratara. Con buen ojo ha elegido a actores de experiencia teatral, y a un viejo conocido, Marco Leonardi, uno de los protagonistas de la inolvidable “Como agua para chocolate”, de Alfonso Arau. El es uno de los tres hermanos de esta familia repartida según las conveniencias del negocio, que es incapaz de sustraerse al peso de la tradición y el honor propio de sociedad primitivas.
El cineasta independiente estadounidense Ramin Bahrani, por su parte, busca un público más amplio sin perder su rigor en “99 homes”, una ficción anclada en una realidad social, narrada con un espíritu autocrítico sumamente incómodo para los apologistas de la “American Way of Life”. La crisis no golpea por igual a todos, y el desplome de la burbuja inmobiliaria y las hipotecas basura dejó una buena cantidad de víctimas entre los propietarios que no fueron capaces de seguir afrontando sus deudas.
El protagonista de la película es Michael Shannon (“Boardwalk Empire”), quien no tiene que hacer muchos esfuerzos para resultar creible como villano con toques psicopáticos. Es Rick Carver, el encargado de ejecutar las sentencias por desahucio en los barrios residenciales de Orlando, Florida. No necesita muchos preavisos, desembarca respaldado por agentes de seguridad y echa literalmente de sus casas en minutos a los que llevan unos pocos meses sin hacer frente a las facturas.
Su filosofía de vida -sin remordimientos- es clara, y haría las delicias de un gurú neoliberal: EEUU es un país asentado sobre la autocanibalización. La manera de sobrevivir y mantener a tu familia es pasando por encima de los demás y sus familias. “América no rescata a los perdedores. Es una nación construida en el rescate de los ganadores. El país está amañado”, asegura.
Su oponente es una de sus víctimas, Dennis Nash (Andrew Garfield, el último Spider-Man), un trabajador de la construcción al que la crisis y su consiguiente desempleo ha golpeado duramente. Junto con su madre (Laura Dern) y su hijo (Noé Lomax), es expulsado como los anteriores y los siguientes. Su casa es ahora de Carver y el banco que anda detrás. Pero no se resigna. Tras instalarse con su pequeña familia en un motel, vuelve a encararse con el carroñero inmobiliario en sus propias oficinas. Carver se sorprende por su arrojo y decide darle trabajo. Así, el joven padre idealista entra en la rueda de la rapiña.
El relato de Bahrani, en países como España, donde los desahucios han dejado sin casa a cientos de miles de familias, va a resultar harto familiar. El cineasta norteamericano, autor de “A cualquier precio / At Any Price”, “Goodbye Solo” o “Chop Shop”, construye su fábula apoyado en excelentes trabajos de Shannon y Garfield, y de un guión coescrito con Amir Naderi y Bahareh Azimi que desde la simplicidad destila una ácida crítica social sobre ese uno por ciento que se asienta sobre la miseria del 99% restante.