Por Hugo Lara
Al singular Alan Smithee le importa un rábano que el Directors Guild of America haya accedido a limitar el uso de la leyenda con la que inician muchas cintas: “Un filme del director…”, para atender una añeja queja de guionistas y productores que sentían que su mérito era ninguneado.
A Smithee le tiene sin cuidado, pues es un raro director que no persigue la fama, según lo prueban sus infames películas. Algunos insensatos dicen que su nombre es un anagrama de “The Alias Men”, como se infiere en una de sus mediocres cintas, An Alan Smithee Film: Burn Hollywood Burn (1997).
Esta suspicacia se debe a que, desde Death of a Gunfighter (1969), codirigida por Don Siegel y Robert Totten, se afirma que el nombre de Alan Smithee es ficticio y que lo han usado varios directores que rechazaron aparecer en los créditos, como protesta porque su libertad creativa fue pisoteada.
En la filmografía de Smithee hay de todo, como Riviera (1987) o Catchfire (1990), que se atribuyen a John Frankenheimer y Dennis Hopper, respectivamente.
Por otro lado, hay que decir que a nadie le costa que el tal Smithee no exista y se halle ahora mismo en su silla de director con el aura de un genio tan brillante que lo hace parecer irreal. Cabría decir que hay muchos directores irreales, sobre todo en el cine mexicano, que ejercen el oficio sin un gramo de ingenio y que no tienen empacho en poner su crédito en grande.