Por Pedro Paunero

En la degradada ciudad de Detroit, vive Eli (Myles Truitt), hijo afroamericano adoptivo de Hal Solinski (Dennis Quaid), cuyo hijo mayor, Jimmy (Jack Reynor), recién ha salido de prisión. Eli merodea en los edificios deteriorados, como en un patio de juegos, levantando chatarra que luego vende, hasta que un día descubre a dos seres que se han matado entre sí, entre las ruinas, y recoge una de sus armas, que esconde en su cuarto. Cuando una banda criminal reclama a Jimmy la cantidad de sesenta mil dólares, que le han prestado para mantenerlo a salvo en prisión, Hal se enfrenta a los criminales y muere, mientras su propio hijo roba el dinero de la caja fuerte. Jimmy no tiene otra opción que mentirle a Eli de que, Hal, les ha encomendado salir de viaje, para ponerlo a salvo, y apenas logran meter unas cuantas cosas en sus mochilas, entre estas el arma, pero los criminales (enterados por las llamadas que Eli hace al celular de su padre, al no saber que ha muerto), les pisan los talones. Lo que ignoran es el poder de fuego que Eli posee -varias modalidades de rayos desintegradores-, y que no dudará en usar contra ellos. Mientras tanto, un par de agentes arriba al sitio donde Eli encontrara el arma, y siguen el rastro que esta va dejando, intentando recuperarla. En el camino se les une Milly (Zoë Kravitz), desnudista en un club al que Jimmy entra para divertirse, importándole un comino que su hermano sea menor, y ponen patas arriba el local, cuando Eli rescata a su hermano de una pelea con los dueños del bar, usando el arma. El final incluye un enfrentamiento en una estación de policía, a la cual los criminales han llegado para vengarse de Jimmy, y la misma paradoja temporal que vertebra “The terminator” (James Cameron, 1984), cuando los agentes arriban para componer las cosas.

Los hermanos Baker basaron el guion de “El legado” (Kin, 2018) que, durante su estreno, fue un desastre de taquilla, en su propio cortometraje, “Bag Man” (2014). La crítica también destrozó la película. No es para menos, el guion tiene varios agujeros argumentales que, no obstante, no son obstáculo para su disfrute. Se trata de una película ligera -con música de la banda escocesa de post-rock, Mogwai- cuyo cometido no es otro que el entretenimiento, empero, con “El legado” (Kin, Jonathan y Josh Baker, 2024), sucede lo mismo que con “Enemigo mío” (Enemy Mine, Wolfgang Petersen, 1985), esa Space Opera convertida en película de culto, y es el ignorar su idea germinal.

“Enemigo mío” proponía la cooperación forzada de dos especies inteligentes -un ser humano y un extraterrestre reptiliano-, cuyos planetas de origen se ven enfrascados en una guerra espacial y que caen accidentalmente en un mundo hostil para ambos. El argumento puede rastrearse hasta el cuento de A. E. Van Vogt, “¡Coopera… o prepárate!”, publicado en la revista “Astounding” (en el número de abril de 1942), cuya trama es esencialmente la misma (1) mientras, “El legado”, comparte un núcleo narrativo con “El rayo destructor del planeta desconocido” (Laserblast, única película de Michael Rae, 1978), una película de Serie B, tirándole a Trash, producida por Charles Band, antes que este fundara Full Moon, la casa productora responsable de joyas baratas, pero entrañables, como “Puppet Master” (David Schmoeller, 1989), una de las mejores películas sobre muñecos diabólicos (dentro de lo que cabe), y que sentó las bases para el éxito de la empresa, al forjar una franquicia que incluye más de una docena de películas, a cual más desfachatada.  

“El rayo destructor” narra la historia de Billy Duncan (Kim Milford), un decepcionado adolescente cuya madre prefiere atender una invitación para ir a Acapulco, dejándolo solo, que es rechazado posteriormente por el coronel Farley (Keenan Wynn), el pirado abuelo de su novia, Kathy (Cheryl Smith), impidiéndole verla, a la vez que es acosado por los delincuentes del pueblo, Chuck Boran (Mike Bobenko) y su amigo nerd, “Froggy” (Eddie Deezen, en su primer papel, y quien haría de su interpretación como “nerd” una marca registrada, con papeles en “Vaselina” (Grease, Randall Kleiser, 1978), como Eugene Felsnic), y un par de policías corruptos que se la pasan comiendo y fumando marihuana, por lo cual no tiene opción que retirarse al desierto, donde previamente ha caído un sujeto con rostro maligno y piel verdosa (Steve Neill, responsable del maquillaje de la película), con un cañón láser adosado al brazo, que se controla con un dije que se cuelga del cuello, al cual terminan desintegrando un par de extraterrestres con forma de tortugas sin caparazón, de tamaño humano, que escapan en su nave espacial en cuanto divisan un avión sobrevolando el área, dejando detrás los dispositivos mortales.

Billy encuentra el arma, se pone el dije en el cuello, y se entrega a una venganza encarnizada contra todos aquellos que se le oponen, disparando el rayo a diestra y siniestra, destrozando autos, casetas, puestos de periódicos y letreros publicitarios (en donde puede leerse: “Coming Soon. Star Wars”, en una escena hilarante), mientras comienza un proceso de mutación maligna -como la del sujeto del principio de la película-, y degradación corporal, al parecer por hacer uso del arma, y que incluye una llaga asquerosa en el pecho, con rebordes rojizos y una especie de costra sólida, como un disco ovalado, en el centro que se corresponde, en “El legado”, con la marca que Eli tiene el brazo, por la cual es el único que puede accionar su propia arma. Por la noche, mientras el Dr. Mellon (Roddy McDowall), conduce su auto en el cual transporta el disco que le ha extirpado a Billy del pecho hacia un laboratorio, el chico, bajo efectos del cañón, le dispara, volándolo por los aires, mientras las tortugas espaciales lo vigilan todo desde su nave. Mientras esto sucede, Tony Craig (Gianni Russo), un agente federal, tan misterioso como prepotente, ha llegado al pueblo, y obliga al Sheriff (Ron Masak), y a sus torpes agentes, a investigar el caso de los autos que explotan. El frenesí destructivo en el que Billy cae -al igual que el guion, en cuyas ultimas escenas todo es explosiones y fuego, en un alarde de efectos pirotécnicos desbocados-, finaliza con los extraterrestres matándolo, mientras el inútil agente Craig (cuyo personaje sobra, después de todo) y Kathy, observan.   

La película ha cobrado una cierta celebridad por su uso del Stop Motion por parte de David W. Allen (quien luego trabajaría en películas como “Aullido” (The Howling, Joe Dante, 1981), que recupera la parte más salvaje y sexual del mito, o “La novia de Reanimator” (Bride of Re-Animator, Brian Yuzna, 1990), segunda parte de la cinta de culto “Reanimator” (1985), también dirigida por Yuzna), para representar a las tortugas espaciales, pero también por las enormes lagunas en la historia.

Podemos trazar los elementos argumentales comunes a ambas películas:

Un adolescente marginado encuentra un arma de origen desconocido o extraterrestre.

El arma posee un poder devastador (rayos desintegradores), que sólo el chico puede activar.

El hallazgo lo coloca en un camino de violencia, persecución y confrontación con autoridades o criminales.

El arma no solo es un recurso de defensa, sino también una maldición, pues marca físicamente al portador (en “El rayo destructor”, la llaga mutante en el pecho; en “El legado”, la cicatriz en el brazo de Eli que lo conecta con el arma).

¿Cuál es el mitema, si podemos nombrarlo de esta forma, del cual emanaría la idea post moderna del arma extraterrestre recuperada que, tanto destruye como otorga poder a su detentador? El objeto numinoso, ya sea el “anillo único”, por ejemplo, en la obra magna de J. R. R. Tolkien, que seduce a su portador, o la lámpara maravillosa del ifrit, de Las mil y una noches, que va adecuándose a los tiempos que pasan, mutando de forma, pero cuyo numen permanece intacto.

La diferencia entre ambas películas es de tono y enfoque. Mientras “El rayo destructor” explora la degradación del protagonista en una espiral de venganza y destrucción, “El legado” convierte esa aventura en un viaje iniciático, con tintes de road movie, donde el arma funciona como un legado oculto que conecta a Eli con un destino más grande, protegido por los agentes que observan desde las sombras. “El rayo destructor” contiene la semilla narrativa de “El legado”, y el mito del “joven elegido” que tropieza con un poder superior y que, al usarlo, se transforma y desata fuerzas que lo sobrepasan. La película de los Baker estiliza y suaviza lo que en la cinta de Rae era puro frenesí trash, pero su mensaje equívoco subyacente permanece, a saber, la fascinación (y el peligro) de poner un poder descomunal en manos de un adolescente marginado, vulnerable, que busca un lugar en el mundo.    

  Para saber más:

«Enemigo mío»: la película de Wolfgang Petersen y el cuento ignorado de A. E. van Vogt por Pedro Paunero.

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.