Por Ali López

Por fin se ha celebrado el bar mitzvá del Festival Internacional de Cine Judío de México (FICJM), por fin el evento ha alcanzado ese cabalístico número 13, que lo separa de la infancia y lo acerca a la madurez. Por medio de la danza, la música y la pluriculturalidad el festival ha dado inicio a sus actividades en este 2016. Sumando una letra “M” a sus siglas, sumando el valor cultural que da su país de origen, México, y sumando así una importante identificación social hacia dentro de la organización, y también hacía afuera, con el público, que encontrará en este festival, sus siete películas y diez cortometrajes, una ventana de exhibición que muestra aspectos vitales pasa la comprensión del mundo actual, donde la tolerancia y la aceptación de toda la gama de aspectos humanos, más allá de religioso o social, es necesaria.

Cinépolis Plaza Carso fue testigo de la gala inaugural del FICJM, donde una danza que mezcló la festividad innata de la cultura mexicana y la cultura judía, puso en evidencia lo que nos esperaba: fiesta. El cine, parte primordial de este evento, aguardaba por nosotros en la salas del recinto, en donde, a manera de regalo, se ofrecieron tres funciones para invitados, prensa y público asistente. Tres cintas que forman parte de la sección oficial del festival: “Nono, el niño detective” (“Nono, het Zigzag Kind”, Vincent Bal, Holanda-UK-Belgica-Francia-España-2012), “Piel Naranja” (“Orange People”, Hanna Azoulay Hasfari-Isarel-2013) y “El mercader del arte” (“L’antiquaire”, François Margolin-Francia-2014); esta última cinta fue la seleccionada para ver aquella noche.

“L’antiquaire” nos cuenta la historia de Esther (Anna Sigalevitch), una periodista judía que se ve envuelta en un misterio histórico, donde no sólo su vida corre peligro, también la estabilidad de su familia, y hasta de un país entero. Esther es esposa de un vendedor de arte, él descubre, en una vieja casona, un cuadro de Jacques-Laurent Agasse, pintor misterioso y desconocido. El mercader decide llevar la obra a casa, sin saber el caos que desataría. De alguna manera, el padre de Esther conoce la obra, y no sólo eso, ésta es capaz de conmoverle hasta las lágrimas. Su hija comienza así una investigación personal, pues parece que aquella obra fue perteneciente a su abuelo, asesinado por los nazis, y es pieza fundamental para entender la vorágine en la que cayó su familia después de eso. Sin embargo, remover las aguas del pasado despide olores fétidos y fatídicos, Esther comenzará a descubrir toda la traición, la manipulación y el doble moral procedente de la Segunda Guerra Mundial.

“El mercader del arte” es una cinta de detectives, de pistas en el camino y de intriga rimbombante a cada segundo. Un ‘noir’ moderno, del Siglo XXI, con la ‘Femme Fatal’ convertida en investigadora y la silueta de la gabardina y el cigarrillo a todos colores. El suspenso marcado y manejado de manera cada vez más caótica, con secuencias que van subiendo de tono, pero que contiene lo explícito, dotando a sus imágenes de aquella sutil provocación de los años 40. La cinta es también un encuentro generacional, donde la mujer actual está vívida de saber y exponer la verdad; mientras que los hombres del pasado, manipuladores y usureros de los atractivos femeninos, buscan mantener bajo la mesa los estrechones de mano que los llevaron a ser lo que  son. Pero no es un único enfrentamiento entre lo masculino y lo femenino, es una contienda en donde los “buenos” y los “malos” exponen la escala de grises que hay en el aspecto humano, donde un alma no puede ser enteramente blanca, ni enteramente negra. Y aunque en el noir este juego del bien y del mal es parte fundamental en su exposición, este ha mutado; comprende que después de tantos años la condición humana no puede ser la misma, aunque las raíces permanezcan.

Fueron difíciles los tiempos de guerra, donde los humanos tuvieron que buscar en lo más oscuro, o blanco, de su ser la fuerza que les llevara a la supervivencia. Y esas cicatrices siguen abiertas, pululantes. Lo horrores de aquella época siguen marcando los destinos de sociedades y familias. Las piezas del rompecabezas están enterradas pero no olvidadas, están presentes aunque no se vean, y descubrirlas no hace más dúctil el panorama, pues cuando la imagen comienza a tomar forma, lo que se ve, redefine lo establecido. Un viaje hacia el futuro donde toques lo toques, por mínimo que sea, afecta el pasado; una ciencia ficción más compleja, pues su ficción es tomada por realidad y su ciencia habita en las ciencias sociales, en el factor humano que no es exacto, ni controlable.

La cinta expone un discurso actual, y necesario, conformado con aspectos de la vida moderna, problemas de las parejas y personas actuales. También retrata el posible surgimiento de estas situaciones, lo cimientos pocos solidos donde edificamos la sociedad donde vivimos. Es además un thriller apabullante que te une a la butaca y se clava directo en la intriga; uno no puede cerrar los ojos hasta ver el misterio resuelto. Es una película universal, necesaria, que contiene una trama encapsúlante, pero que también va más allá de la exhibición única del filme, lo que cuenta, y lo que nos cuenta, deja un sabor a intriga en quien guste de vivir el cine más allá de la pantalla, pues el dialogo que se puede entablar con “El mercader del arte” puede ser tan extenso, como uno lo permita.


Para mayor información, y consultar la cartelera completa, visita el sitio del festival: www.ficjm.org

Director: François Margolin. Guión: François Margolin. Duración: 95 minutos. Reparto: Anna Sigalevitch, François Berléand, Louis-Do De Lencquesaing, Michel Bouquet.