Por Hugo Lara

“El último Elvis” es la opera prima de Armando Bo, nieto del cineasta argentino del mismo nombre que se hizo famoso por realizar las películas sexploitation protagonizadas por Isabel Sarli, en los años sesenta y setenta. “El último Elvis” resulta un prometedor debut de Bo, que le ha valido galardones como el Premio Horizontes del Festival de San Sebastián, a partir de un guión suyo escrito al alimón con Nicolás Giacobone, por cierto, ambos guionistas del mexicano Alejandro González Iñárritu  de sus más recientes filmes, “Biutiful” (2010) y “Birdman” (2014).

La película, ambientada en los arrabales de Buenos Aires, está centrada en Carlos Gutiérrez (John McInerny), un obrero que alterna su actividad como imitador de Elvis Presley, y que se ha obsesionado a tal grado con él que frecuentemente se asume como si lo fuera de verdad. Esto le ha provocado un distanciamiento con su pequeña hija Lisa Marie (Margarita Lopez) y sobre todo con su ex mujer, Alejandra (Griselda Siciliani), harta de la precariedad en la que viven y de su obsesión por el Rey del Rock. Un accidente automovilístico deja a Alejandra en el hospital, mientras Carlos se tiene que hacer cargo de su hija, en una jornada que les permite encontrarse emocionalmente.

Es posible conectar a “El último Elvis” con “Tony Manero” (2008), el estupendo filme del chileno Pablo Larraín también enfocado en un imitador obsesivo pero de John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche”, o también con el desquiciado aspirante a comediante de Martin Scorsese en “El rey de la comedia” (1982). Sin embargo, hay notables variantes de forma y fondo. En “El último Elvis” lo que prevalece es el conflicto de un hombre en medio de un drama familiar, a diferencia de “Tony Manero”, donde el contexto político-social es la clave. Así, en “El último Elvis”, es fundamental el vínculo emocional que se va creando entre el padre y su pequeña hija (como ocurre en “Un oso rojo” de Adrián Caetano, 2002), dos seres que se enfrentan a la experiencia de conocerse íntimamente.

Por otra parte, el director aprovecha los ambientes proletarios —es de notarse el gran trabajo del fotógrafo Javier Juliá y el director de arte Daniel Gimelberg— en el que se mueven los personajes para conferirle una sutil carga social a la narración, a partir del retrato del mundo de los perdedores, los desempleados, los de salario mínimo, sea el club de imitadores o la fábrica donde labora el protagonista. De allí brota en parte el pesimismo, el coraje y la frustración que lleva al protagonista a la evación, a fantasear con ser alguien que merece ser tratado como VIP.

Afortunadamente, el director se aleja del tremendismo y a lo largo de la narración propicia mucho humor e ironía, además de que se agradecen las escenas musicales con las buenas interpretaciones de McInerny (primera película de este actor, auténtico imitador de Presley en la vida real), ataviado con los exóticos atuendos que Presley usaba en las presentaciones de su última etapa, ya obeso y al borde del colapso.

La realización, llevada con buen ritmo, va construyendo un desenlace propio con el desorden de identidad del protagonista, un antihéroe que a pesar de su locura se vuelve entrañable, porque en él hay profunda humanidad y dignidad.


Dir.: Armando Bo. País: Argentina-EUA Año: 2012. Guión: Armando Bo y Nicolás Giacobone. Fotografía: Javier Juliá. Música: Sebastián Escofet. Edición: Patricio Pena. Con: John Mc Inerny (Elvis / Carlos Gutiérrez), Griselda Siciliani (Alejandra Olemberg), Margarita López (Lisa Marie Gutiérrez), Lucrecia Carrillo (prostituta), Nora Childers (chica en el aeropuerto), Rocío Rodríguez (Nina Hagen), Corina Romero (secretaria). Productor: Steve Golin, Hugo Sigman, Patricio Álvarez Casado, Víctor Bo, Armando Bo. Compañía distribuidora: . Compañía productora: : Anonymous Content, K&S Films, Rebolucion, Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Duración: 91 mins.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.