Por Jon Apaolaza  
Noticine-CorreCamara.com

La noticia, no por esperada, ha sido menos dolorosa. Alberto Duque, periodista y escritor colombiano, enamorado del cine y de la vida, ha dejado de existir al inicio de un nuevo verano, este lunes. Nuestro querido compañero, que años atrás se unió a esta aventura de compartir con los lectores hispanohablantes del mundo entero sus vivencias ante la pantalla, ha sucumbido a una corta pero cruenta batalla contra el cáncer. Y se ha ido como vivió, discretamente, sin hacer ruído, dejándonos el enorme vacío de las páginas en blanco sin rellenar y de las charlas que ya no podremos compartir.  

Alberto era nuestro hombre en Hollywood, el que nos regaló tantas entrevistas y reportajes sobre las grandes producciones norteamericanas, y lejos de adaptar las documentaciones de las distribuidoras hacía de cada artículo una erudita creación con frecuencia más gozosamente próxima a la literatura, su otra gran pasión, que al periodismo.   

He de confesar que al revisar y editar la última colaboración que nos envió, y particularmente las fotos que la acompañaban, en las que se le veía en Nueva York, en una peculiar peregrinación a la dulcería donde se filmó “Serendipity”, tuve la intuición de que algo no iba bien. Días después un amigo común me transmitió la dura noticia de su enfermedad y hospitalización. Tal vez él, que nunca nos dijo nada, sabía que aquel viaje iba a ser su despedida de una ciudad y un país sinónimo de cine, del mediocre y del sublime (este cada vez más escaso).   

Alberto Duque se nos ha ido en silencio, dejándonos huérfanos de su sabiduría y experiencias. Nunca los que hemos disfrutado de sus análisis cinematográficos (les invito a escribir su nombre en nuestro buscador para releer algunos de esos textos) hemos sentido más humanos a nuestros mitos de la gran pantalla, esos a los que él tantas veces entrevistó. Les recomiendo muy especialmente su interrumpida saga sobre algunas de las grandes obras filmadas hace justo 50 años, en 1960, de las que nos brindó cinco entregas, y que muestran su maestría para convertir en próximo un ejercicio de la crítica frecuentemente más cercano a la pedantería y al ombliguismo que a la información.   

La emoción agarrota los dedos, pero no puedo menos que recordar que Alberto -formado en el campo del Derecho- ejerció su trabajo en prensa, radio y televisión colombianas, que escribió libros y realizó cortometrajes, que amó con pasión y conocimiento de “gourmet” el buen cine, la buena literatura (especialmente la novela negra) y la mejor música. Nunca le olvidaremos y sus escritos serán siempre nuestra mejor inspiración.   

Descanse en paz, en Oz, el País de las Maravillas, o algún planeta muy muy lejano, donde esperamos reencontrarlo algún día.

NOTA DEL EDITOR:

CORRECAMARA lamenta profundamente la muerte de Alberto Duque, estimado colega con el que alguna vez compartimos momentos muy agradables. Descanse en paz.