Por Perla Schwartz  

Durango fue set de importantes westerns, ahí filmaron figuras de la
talla de John Wayne o los directores Sam Peckinpam, Alberto Mariscal y
otros. Sus imponentes paisajes y la Sierra de Seguro fueron móviles
para ello. El parque del Oeste (que se ha convertido en un lugar
turístico en la actualidad), fue el marco para el desarrollo de filmes
de acción , de pistoleros y romances entre vaqueros y mujeres
lugareñas.   

A todos ellos, Juan Antonio de la Riva, dedica su bella película
“Érase una vez en Durango”, la cual fue estrenada en el recientemente
finalizado 25º Festival Internacional de Cine de Guadalajara, en la
categoría de Largometraje Mexicano de Ficción fuera de Competencia.   

Ante todo, esta película se erige como un tributo amoroso al cine,
el medio que lo mismo funciona como una forma diferente para aprehender
al mundo, que como un escape momentáneo a la realidad circundante, o la
posibilidad de ensoñar una y otra vez de manera incansable.   

La historia- idea original de Alejandro Parodi con guión del propio
de la Riva es sencilla pero entrañable.  Gabriel  Nevárez (José
Eduardo)  es un chiquillo inquieto de 13 años de edad, gran fan del
séptimo arte, no le importa barrer y acomodar las sillas de la sala de
cine de su pueblo, donde cada 8 días se proyecta dos cintas, para poder
ver la función. Y un plus son los carteles que le va regalando el
afable proyeccionista Don Roque (Jorge Galván).   

Un día, Gabriel se asoma al Parque del Oeste, donde se filmaron
innumerables westerns- siendo uno de los últimos “Gringo viejo”- y con
toda calma se va ganando la simpatía del velador del lugar don Antonio
(un estupendo Jorge Luke), para que le cuente algunas de las peripecias
de  aquellos tiempos, pues él mismo fue extra y vivió importantes
experiencias en dicho lugar.    

La relación que se establece entre el adolescente y el hombre mayor
es de una gran complicidad y va entreverada con fragmentos de escenas
que ahí se filmaron y ambos se solidarizan por su gran cinefilia.     

Paralelamente está la historia de la madre del niño (Lumi Cavazos)
quien lava ajeno, debido a que su esposo (Guillermo Larrea) se
encuentra trabajando en San Luis Potosí, pero afortunadamente se trata
de una familia unida y dispuesta a salir adelante.   

“Érase una vez en Durango” ( con un claro guiño al título de las
películas de Sergio Leone, “Érase una vez en el Oeste” y “Érase una vez
en América”),  destaca a nivel cinematográfico por sus bien logrados
planos secuencias, los paisajes de Durango fotografiados por Arturo de
la Rosa y sobre todo por su recuento nostálgico a esa “Tierra del
cine”, donde el cineasta se crió y a la que también rinde un sentido
homenaje.  

La frescura preside  el desarrollo del filme, y Juan de la Riva
muestra como en películas anteriores, su capacidad para lograr un
puente de empatía con la sensibilidad de su espectador, como sucediera
con “Vidas errantes” o “Pueblo de madera”, por mencionar tan solo dos
de sus películas que también se desarrollan en Durango, su tierra natal.