A propósito del cambio de administración federal, muchos rumores corren entre los corrillos de la comunidad cinematográfica, sobre todo en lo que tiene que ver con los nombramientos de las instituciones públicas: que Fernando Sariñana no aceptó hacerse cargo del IMCINE, a pesar de haber estado en posición de hacerlo luego de formar parte de la campaña del ahora presidente Felipe Calderón; que el productor Jorge Sánchez también declinó porque se encuentra a gusto en el Festival de Guadalajara; y cosas tan absurdas como que el actor Eric del Castillo es uno de los candidatos a quedarse al frente de esta institución, sólo porque lleva años presumiendo sus simpatías con el partido oficial, del que incluso alguna vez fue candidato a una delegación en el DF.
Pero lo cierto es que las simpatías no tendrían que ver en la teoría con una decisión seria para escoger a las personas más competentes y designarlas a cargo de las instituciones oficiales, mucho menos en determinadas carteras claves para el desarrollo del país.
Por desgracia, es un deporte nacional que se ha practicado desde hace décadas el desdén gubernamental por áreas como la educación, la cultura y la cinematografía. Suelen ser las primeras en ser afectadas con los recortes presupuestas y por norma son ignoradas por los altos mandos del gobiernos, desde el presidente a los secretarios, porque se miran como actividades frívolas, ineficientes, improductivas y no rentables.
A penas hace unos días un legislador del PAN, ni más ni menos que el presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, Raúl Padilla Orozco, justificó el previsible recorte de presupuesto a la UNAM porque, dijo, la mínima calificación aprobatoria en la máxima Casa de Estudios es de 5.
Este legislador, egresado del Tecnológico de Monterrey, desconoce cosas tan importantes como el hecho de que la UNAM es la universidad más importante de Iberoamérica, es el centro neurálgico de la investigación en el país; es la universidad de mayor tradición de América entera; es el alma máter de todos los premios Nobel mexicanos, y varias cosas más.
Y si esa es la impresión oficial en materia de educación superior, debe esperarse que el desprecio por el cine mexicano está por materializarse en el presupuesto de 2007.
Llegue quien llegue, es un hecho que quien tome las riendas del IMCINE tendrá en frente un panorama poco promisorio en el aspecto financiero.