Por Lorena Loeza
Pocas veces tenemos oportunidad de ver en pantalla grande documentales biográficos tan intimistas e inspiradores como “Sunka Raku: Alegría Evanescente” dirigido por Hari Sama (México, 2015) y presentado por primera vez en competencia en Festival Internacional de Morelia en ese mismo año.
El documental hace una aproximación a la trayectoria de vida de Roberto Béjar, músico, publicista, entrenador de halcones y quien finalmente encuentra la paz a través de la filosofía milenaria contenida en la ceremonia japonesa del té.
Se trata de un documental dividido en estaciones, donde Bejar narra su vida en cuatro momentos particulares, ordenados en torno a las estaciones del año, empezando por el invierno. El relato comienza con una complicada infancia marcada por separaciones e internados. Un terrible acercamiento a la parte más oscura del alma en medio del abandono, provocando el mirar con recelo al mundo que te rodea. Tanto desasosiego debía encontrar canales adecuados de expresión, por lo que esa búsqueda de consuelo y remanso, es en realidad el camino que la historia nos cuenta, acercándonos a los momentos cruciales que en la vida definen el propósito y el destino.
Hari Sama realiza un trabajo excelente e interesante no sólo en su narrativa, las palabras se acompañan de una fotografía expresionista orientada a transmitir las emociones de quien narra, también incluyendo entorno que le rodea. Luz natural y nitidez en el primer plano, especialmente cuando la gente habla o reprime las lágrimas, conducen sutilmente a identificar la luz que se encuentra en la armonía interna y en la paz interior.
Roberto Bejar narra cómo llegó a este iluminado estadio, contando su encuentro con una de las pasiones que ha dominado su vida en los últimos años: la construcción de una casa de té en el Ajusco, en el mismo terreno donde vive, construida a la usanza tradicional japonesa.
En este mágico lugar, hasta la fecha, se lleva a cabo un ritual milenario a miles de kilómetros de donde nace esta tradición y entre personas que se sienten conectadas con esta búsqueda de la paz, la armonía y la tranquilidad.
Pronto, el público que mira el documental se da cuenta de que la cinta no trata sobre la casa del té. Es sobre la trayectoria de vida que lleva al momento de tener que resignificar las pérdidas, el dolor, a la soledad y las circunstancias que desembocan en encontrar el lugar y el momento perfecto para que una visión tan poderosa te domine y le dé sentido a todo el camino andado.
En este recorrido, hay varias enseñanzas profundas, que tanto Bejar como Sama comparten generosamente. Sin embargo, solo el cine podría brindar la herramienta para entender que toda una vida, representa solo minutos en la pantalla, mostrándonos el aquí y el ahora conectado con el pasado y con la serenidad de mirar al futuro, sin miedo y sin rencores. La evanescente alegría de la que es posible llenar nuestros momentos y nuestra vida entera.