La necesidad histórica de no dejar una sola página en blanco en la
historia de la cinematografía nacional llevó al investigador Ernesto
Román a escribir el volumen El cine pornográfico mexicano de los 90s,
editado recientemente por la Cineteca Nacional, dentro de su colección
Cuadernos de la Cineteca.
<>En
el texto, Román afirma que resulta indispensable hablar de este tema y
documentarlo de la mejor manera posible, y plantea que su nacimiento
formal se dio precisamente en la convulsa década de los años noventa
del siglo pasado.>
A decir del autor, este género “representa una situación efímera, consistente en unas cuantas producciones.
El tema del porno llegó al cine mexicano cuando éste se encontraba
en una etapa de profundas transformaciones en su forma de producción y
exhibición, cuando la iniciativa privada tradicional prácticamente
abandonaba la producción de largometrajes en 35 milímetros para
refugiarse, en términos generales, en la producción de videos.
Por su parte, el gobierno abandonaba su intervención en la exhibición, la cual quedaba a manos de la iniciativa privada”.
En esta época, explica el investigador en su libro, el gobierno dejó
de lado su política proteccionista a los filmes mexicanos ante la firma
de nuevos convenios internacionales, por lo que ya no tenían asegurada
su exhibición. “Se puede afirmar de manera esquemática que, en México,
la pornografía nacional nunca abandonó su aspecto marginal, propio de
esa forma de producción, sin lograr algún título mítico o lograr el
lanzamiento de una estrella cinematográfica”.
El texto documenta básicamente las películas dirigidas por Ángel
Rodríguez Vázquez: Las profesoras del amor, El despertar del sexo,
Traficantes de sexo y Sexo para… dos.
Esta producción, apunta Ernesto Román, fue exhibida en salas de
segunda o tercera corrida, o en los espacios tradicionales del circuito
erótico de la capital de aquella época: cines como el Venus, Mitla,
Marilyn Monroe y Madrid. A estas cintas, la prensa no les otorgó
grandes espacios, y la mayor parte de la crítica especializada las
ignoró, señala el autor.
Tampoco se convirtieron “en el objeto de interés de algún grupo
interesado con el cine bizarro o trash que ha generado la
posmodernidad, lo cual ha permitido relecturas interesantes y
provocadoras con el cine de luchadores, la ciencia ficción o las
temáticas violentas”.
El volumen incluye tres apéndices: Erotismo y desnudo. México y el
extranjero; La ¿historia? de la pornografía en México, y El realizador
Ángel Rodríguez Vázquez y su obra, así como las fichas técnicas de las
películas mencionadas.