Por Perla Schwartz
Morelia. Un festival es un escaparate diverso y atractivo, implica la posibilidad de poder actualizarse en las diversas tendencias del séptimo arte contemporáneo así como un bucear en filmes claves. Año con año, el Festival Internacional de Cine de Morelia, se afianza y se consolida.
En la presente, octava edición, el homenaje fue para los Hermanos Alva, cine-empresarios y fotógrafos michoacanos de tiempos de la Revolución Mexicana, y el gran invitado de honor el genial Terry Gilliam con una retrospectiva de su obra, donde la fantasía se desborda para dar cuenta de las aristas más oscuras de la condición humana, sin faltar un toque de ironía deliciosa.
Una de las secciones vertebrales del Festival, es la sección de competencia de largometraje de ficción mexicana, donde participan primeras y segundas películas. Al momento de escribir esta nota, he podido visionar 5 de las sietes en competencia, he aquí unos breves fotogramas críticos de ellas.
“Somos lo que hay” de Jorge Michel Grau aborda el caso de una familia caníbal urbana, que entra en una espiral de destructividad. Este filme se presenta tras haber sido ovacionado en algunos festivales, es innegable su gran factura cinematográfica, y el como el novel director egresado del CCC, dirige a un reparto muy bien elegido. En lo personal el tema no me agrada, pero de seguro atrapará a espectadores que gusten del vampirismo.
En tanto “Tierra madre” de Dylan Verrechia y Aideé González es un falso documental que rompe esa delgada línea entre ficción y testimonio para dar cuenta de la vida de una mujer que se dedica a la prostitución en una ciudad fronteriza en el norte de México. Y quien además vive una intensa relación lésbica que por un lado la afianzará en su cotidianeidad y que por el otro, llegará a erosionarla emocionalmente. Se agradece la gran fuerza expresiva de este trabajo, su construcción a modo de rompecabezas, pero en momentos, sus transiciones narrativas, son en exceso abruptas.
La ciencia ficción es el género elegido por Alejandro Molina para su película “De día y de noche”, una extraña fusión entre minimalismo, una puesta en día de “Vera” de Francisco Attie, con una serie de tesis del New Age, aderezadas con las de George Orwell. Si bien la cinta tiene varios planos secuencias, bien logrados, inserta algunos lugares comunes, como el mar, como espacio libertario.
La única directora en competencia es Elisa Millar (“Ver llover”, “Roma”, ambos cortometrajes) con su primer largometraje “Vete más lejos Alicia”, donde traza el viaje iniciático de una joven que va hacia el fin del mundo, la Patagonia argentina, con el deseo de encontrar su equilibrio interno. Si bien el filme cuenta con una bellísima fotografía de María José Secco.
Para quien esto escribe, la cinta es demasiado estática, falta de un mayor trazo del personaje protagónico y su periplo existencial y de un mayor trabajo actoral por parte de la carismática Sofía Espinosa.
Y hasta el momento “Tiro de piedra” de Sebastián Hiriart, es el filme más atractivo que se ha presentado en esta sección de competencia, en torno a la historia del ingenuo potosino Jacinto, quien seguirá hasta sus últimas consecuencias, su deseo de ir al otro lado, todo a partir de haber encontrado un llavero con la silueta de una nevada ciudad norteamericana. Una muy buena interpretación de Gabino Rodríguez en el papel protagónico, Hiriart propone una singular road movie que combina sentimiento con algunos momentos chispeantes, y una fotografía propositiva.
Faltan por proyectarse “Acorazado” de Álvaro Curiel y “Las marimbas del infierno” de Julio Hernández Cordón.
EN LA FOTO DEL INICIO: Terry Gilliam, Foto de Paulo Vidales/Imagen Latente/ FICM