Por Hugo Lara
Xavier Robles (Puebla, 1949) está convencido que una de las razones de que no existan buenos guiones en México se debe a que son muy estimuladas la comedia y el melodrama, lo que no permite avanzar en la creación de obras más sólidas de otros géneros. Aun así, con su larga experiencia, es alguien que confía en el talento de los jóvenes, a quienes aconseja que se dejen llevar por su intuición de artistas y creadores de historias.
Robles es un guionista fundamental del cine mexicano. Ha sido un creador terco, empeñado en alumbrar buenas historias —las mejores de su filmografía de intriga política y social— en medio de las condiciones adversas de la industria que le tocó enfrentar, sobre todo durante los años setentas y ochentas.
En 1976 hizo la adaptación cinematográfica de la cinta Las Poquianchis (Felipe Cazals) junto a Tomás Pérez Turrent. De entonces a la fecha no se ha detenido, su más reciente filme como escritor fue Cementerio de papel (Mario Hernández, 2007). Para el mismo Cazals, también escribió los guiones de otras películas notables, como Bajo la metralla (1983) y Los motivos de luz (1985).
Su consagración la alcanzó con Rojo Amanecer (1989), dirigida por Jorge Fons, que se convirtió en un suceso mediático y de taquilla, puesto que fue el primer filme de ficción que abordó frontalmente el tema de la matanza de estudiantes de 1968 en Tlatelolco.
Ha sido maestro del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y otros centros educativos.
Ahora ha terminado de escribir un libro monumental, La Oruga y la Mariposa, centrada en sus conocimientos de guión, que espera publicarlo en breve y del cual Corre-Camara ofrece un adelanto.
Correcámara: Un libro sobre guión en México es poco frecuente, a pesar de que tanto se ha hablado de que hacen falta buenos guionistas en el cine mexicano ¿a qué crees que se deba esto?
Xavier Robles: Aunque mi libro trata abundantemente sobre escritores de cine, y pretende serles de ayuda en muchos sentidos, es una obra que trata básicamente de los géneros dramáticos y cinematográficos. Creo que en realidad hay mucho desconocimiento en general —e incluyo a bastantes que se consideran directores o productores—, sobre lo que es el trabajo de escritor para cine. En otros países el oficio de escritor de cine es ampliamente estimulado y reconocido. Aquí no, precisamente porque se piensa que es un oficio fácil o que casi cualquiera puede hacerlo. A esto se debe, pienso yo, la poca elaboración de textos para escritores fílmicos, a los que de entrada se les considera “guionistas”; es decir, que escriben guías para ser modificadas y reelaboradas durante la filmación. Los buenos directores de cine, como Cazals y Fons, son muy respetuosos del trabajo del escritor. Pero hay numerosos productores y directores mediocres, que lo son precisamente porque no le conceden la importancia al texto cinematográfico que se merece. En pocas palabras, creo que el oficio de escritor para cine está subvaluado, muy mal pagado en México y demeritado en todos sentidos, a partir precisamente de ese desconocimiento que prevalece sobre su trabajo.
CC: La Oruga y la Mariposa, como titulas a tu libro, es una obra muy extensa ¿lo consideras un texto muy especializado como material didáctico o abierto a cualquier tipo de lectores interesados en el quehacer cinematográfico?
XR: Pretende ser una obra para especialistas, y al mismo tiempo de fácil lectura para cinéfilos en general o interesados en el tema.
CC: En tu larga trayectoria ¿cómo has percibido los cambios en el oficio del guionista? ¿ha mejorado su posición, como creador? ¿qué aspectos deben transformarse todavía más?
XR: Bueno, creo que mi primera respuesta incluye algunos aspectos de esta pregunta. Los escritores jóvenes, que han estudiado o tomado cursos y talleres, vienen mejor preparados que los que escribíamos para el cine (con muy pocos apoyos técnicos y téoricos), justamente porque en muchos casos los veteranos les hemos dado clases y compartido conocimientos con ellos que a nosotros nos costó años de esfuerzo descifrar. Mi posición personal como creador sí ha mejorado, pues ahora hay mayor respeto por mi trabajo. Pero no fue así durante muchos años. Lo que debe transformarse fundalmente es todo aquello que parta del conocimiento. Aquí en nuestro país, por ejemplo, son muy estimuladas la comedia y el melodrama, lo que no permite avanzar en la creación de obras más sólidas, como serían la tragedia, la tragicomedia y la pieza. Aun la farsa, en la que hay un gran conocedor del género, Raúl Busteros, a quien no se le permite filmar por mera politiquería y la poca valoración que hay sobre la farsa, en general. La razón es simple: productores y directores mediocres no le dan importancia más que al cine hollywoodense, que es uno de los peores del planeta (con 5 ó 6 excepciones anuales) y que se sustenta en fórmulas de comedia y melodrama, en su mayor parte.
CC: Hay una abundante revisión de la historia del cine mundial y mexicano en tu libro, a partir de los géneros cinematográficos ¿sientes que hay una carencia de conocimiento de la historia entre los nuevos cineastas y guionistas?
XR: Entre los jóvenes y aun entre los veteranos. Es muy lamentable confirmar que muchos de los primeros no han visto obras fundamentales de los clásicos, como John Ford, Raoul Walsh o De Sica. Y entre los veteranos, aunque sí han visto esas obras en ocasiones, les falta con frecuencia el conocimiento teórico y técnico que permita su mayor comprensión y aplicación al cine que escriben, porque muchos de ellos están maleados por los usos y costumbres del cine mexicano.
CC: ¿Consideras que halla temas que falte tocar aún más en los guiones de las películas mexicanas?
XR: Aunque los temas son los mismos de siempre —la pasión, la traición, la locura, la muerte—, lo que cambia es la mirada que uno como escritor confiere a esos temas y la actualidad o vigencia que permite entender un punto de vista diferente. Sin embargo, el encajonamiento de la mayoría de los escritores mexicanos en el melodrama y la comedia impiden que se les dé otro tratamiento distinto a esos viejos temas. Los mejores escritores del cine mexicano —pienso por ejemplo en Guillermo Arriaga, Laura Santullo o Paula Markóvich— saben apartarse suficientemente del melodrama y los temas de comedia fácil.
CC: Además de dedicarte al oficio de guionista, has sido maestro por muchos años ¿qué te ha dejado esta labor que hayas volcado en tu libro?
XR: En lo personal, me ha resultado trascendente dar cursos y talleres desde hace más de 25 años, porque he aprendido junto con mis jóvenes alumnos, siempre llenos de preguntas e inquietudes, que para darles un respuesta adecuada y profunda, tienes que hurgar dentro de ti mismo, de tu conocimiento y aun de tus propias entrañas emocionales.
CC: ¿Qué ha significado para ti escribir guiones tan fundamentales del cine nacional como Rojo Amanecer y, por otro lado, escribir guiones de las llamadas películas alimenticias, hechas para sobrevivir?
XR: Rojo Amanecer es una obra que escribí, junto con mi compañera Guadalupe Ortega, por el mero placer y ganas de hacerla. Los textos alimenticios, que también forman parte de mi carrera y de mi experiencia, se han visto constreñidos de muchas maneras. En primer lugar, el productor siempre pretende que le des gusto y también la razón —la razón que poseen es la económica—. También mis textos han sido víctimas de directores mediocres, que desde luego no tienen la intención de serlo, pero que acaban siéndolo. Finalmente, a veces hasta los actores se sienten con derecho a tergiversar diálogos que pensaste por horas. Pese a todo ello, no me arrepiento de haber escrito obras”alimenticias”, porque son las que me permitieron escribir textos como Rojo Amanecer, Los Motivos de Luz o Las Poquianchis, que ya son filmes clásicos y referentes del cine nacional.
CC: ¿Qué consejo básico podrías darle a los jóvenes que intentan convertirse en guionistas?
XR: Que aprendan de los clásicos. Que no se cansen de ver cine a todas horas y todo el tiempo, y que sobre todo jamás pierdan la sencillez y la humildad ante el trabajo, pero mucho menos la dignidad o la pasión. Que sepan diferenciar a buenos de malos maestros y que apliquen sus enseñanzas rigurosamente, en tanto descubren un estilo propio. Y algo no menos importante, que a veces, sin exagerar tampoco, se dejen llevar por su intuición de artistas y creadores de historias. Y por supuesto que no se autocensuren ni permitan la censura de sus obras.
CC: Sabemos que tienes la idea de dirigir alguno de tus guiones ¿Crees que todo guionista debe seguir ese camino, intentar pasar a la realización?
XR: Sería deseable que hubiese escritores y también directores que supiesen interpretar y recrear sus historias. Pero yo he decidido filmar lo que sería mi debut como director a mis 60 años, porque, como le escuché decir alguna vez a Enrique Rentería, “de que mis obras las echen a perder otros a que las eche a perder yo, prefiero echarlas a perder yo”. Pero no es sólo voluntarismo. He dedicado muchos años de estudio al oficio de director y creo que puedo hacer un trabajo respetable en ese terreno y, sobre todo, con una voz propia, diferente a la de la mayoría de los cineastas mexicanos.
CC: ¿Qué guionistas de la actualidad aprecias su trabajo, sus innovaciones?
XR: Aprecio mucho el trabajo de Paul Haggis, Paul Laverty, Paul Schrader, Krzysztof Piesewicz y Jean-Claude Carrière, por sus novedosas maneras de adaptar los viejos temas, y también la obra de los clásicos Cesare Zavattini, Franco Arcalli, Tonino Guerra, Robert Towne, Alvin Seargent, Robert Benton, Gore Vidal, Waldo Salt, Dalton Trumbo, Philip Yordan, Dudley Nichols, John Howard Lawson, Ben Hecht, Nunnally Johnson, Sus Cecchi D’amico, Rafael Azcona y muchos otros.