Por Ulises Pérez Mancilla
“’Los últimos cristeros’ me sirvió para entender una parte de mi nación muy diferente a la que me enseñaron en la escuela, esta película habla más acerca de la gente, y eso es lo que la hace universal, son hombres persiguiendo un sueño”, dice Julio Bárcenas, el productor de la película dirigida por Matías Mayer, nominada a ocho Arieles, incluyendo mejor película.
Julio estudió en el CCC, donde desde el primer momento se sintió como pez en el agua: “Llegué a la escuela donde siempre quise estudiar, la gente, la dinámica, el espíritu que tiene el CCC como escuela me sorprendió, me sentía como en casa, y a pesar de estar lejos de mi hogar y de mi gente, no extrañaba porque estaba haciendo lo que me gustaba con gente que tenía los mismos intereses que yo”.
Hijo de madre abogada y padre guía de turistas, Bárcenas es originario de Acapulco y en su familia no había nadie que se dedicara al cine (…“aunque ya desde la secundaria tenía una habilidad particular por contar historias”); fue hasta que trabajó en “La orilla de la tierra”, ópera prima de Nacho Ortiz, que se enamoró de todo lo que implica hacer una película: “la magia que se crea al estar haciéndolas es una aventura, es bien difícil que te canses”.
Al principio, recuerda que no sabía bien qué quería hacer dentro del cine. La producción por ejemplo fue algo que se le fue dando (“no me cuesta trabajo, no me pesa”). Hoy en día, Julio es socio de Axolote Cine (que arrancó su producción con “Las buenas hierbas” de María Novaro) y tiene claro que además de producir quiere dirigir: “Estoy entre esos dos mundos, entre la dirección y la producción: en mi última película (“Viento aparte” de Alejandro Gerber) hice un híbrido, soy el productor y el asistente de dirección, dicen que estoy loco y sí. Es un trabajo muy duro, de 24 horas, pero es la situación ideal… me gusta jugar con las dos figuras”.
Julio (productor también de las ópera primas del CCC “Noticias lejanas“ y “Cómo no te voy a querer”) responde detrás de su escritorio, en su oficina adentro de los Estudios Churubusco que, debido a la remodelación, tiene un look como el de esos cuarteles laminados de obra negra a la mitad del camino. Detrás de él, sobre la pared, hay un poster de “Los últimos Cristeros”. En el suelo, una “caja de producción” desbordada de expendables (pilas, poros, lámpara chinas). El productor destapa una coca cola y con cigarro en mano continúa: “cada película es un reto nuevo, vivir ésta adrenalina del día a día. El dinero es un valor relativo, es importante, pero uno no se hace rico haciendo películas”.
¿Qué tipo de cine te interesa producir?
En Axolote Cine somos una empresa dedicada a hacer películas de autor, el contenido es de exploración y de búsqueda, en lenguaje y estética, tratando de encontrar una vanguardia, actualmente estamos en una búsqueda porque sí hay un estancamiento y es muy visible”…
Julio a su vez, ha estado trabajando en los dos lados de la moneda (fue asistente de dirección tanto de “Familia tortuga” como de “Soy tu fan”, por ejemplo): “las películas de autor tienen un espíritu superior al que tienen las películas comerciales, que al final se vuelven un poco más frívolas y las haces más por dinero, aunque hay sus excepciones”. Y una de esas excepciones considera él, que es “Tercera llamada” de Francisco Franco, donde se desempeñó como director de producción y que en marzo ganó el premio del público en el Festival de Guadalajara.
Con “Los últimos Cristeros” (que ya se puede ver a través de la plataforma de video on line: Nuflick) uno de los principales retos fue que su elenco no estuvo conformado por actores profesionales, sin embargo siempre hubo fe y confianza en Matías Meyer, el director: “Logramos una muy buena película, con una verosimilitud que no hubiéramos conseguido con actores de verdad… Estaría muy padre que el señor Chano limón hubiera tenido su nominación y hubiera estado sentado al lado del señor Alcázar”.
En un año donde dominan las coproducciones, y muchas películas que hablan sobre conflictos esenciales de países latinoamericanos, “Los últimos Cristeros” destaca como la única producción en la terna a mejor película que habla de un tema de identidad nacional: “Ahí es donde la película toca una línea delgada porque la Cristiada es un proceso histórico bien importante, nuestra película es el otro lado de la moneda, nosotros hablamos de la tropa, nosotros creemos que es más importante hablar de la gente, de cómo van descubriendo su identidad, qué es lo que los mueve, por qué la gente toma las armas y lucha por su fe… yo no lo veo como un tema religioso sino como una lucha por sus ideales, como lo es la libertad de culto”. En este sentido, Julio Bárcenas considera que “Los últimos Cristeros” es un tipo de “cine antropológico”.
Sobre la nominación al Ariel sólo hay palabras de agradecimiento: “Que reconozcan tu trabajo es una bendición, una alegría, estamos muy agradecidos, la verdad no nos esperábamos tantas, pero ya que las tenemos, hay unas que hasta extrañamos como la de foto… pues Los últimos cristeros es una película muy visual… Los premios son importantes porque van generando un prestigio y es importante tener eso para conseguir recursos para hacer tus películas, no es que los atesores, pero si te los dan, quiere decir que algo hiciste bien”.
Le pregunto sobre cuál es el tipo de recompensa que tiene un productor en un medio con tantas dificultades de por medio y en todos sus procesos, desde la concepción del proyecto hasta el estreno de la película y contesta directo: “¡Yo creo que los que hacemos películas tenemos un problema mental serio!”…
Nos reímos. Pero su afirmación más que una broma, es una realidad: “Si son los festivales, si es la taquilla, si son los premios, si es el público… pero el gran porcentaje de la gente que hace películas, lo que ama es hacer las películas, sólo eso”.