La genial sociedad  Burton & Deep

Por Ezequiel Obregon
CorreCamara.com-EscribiendoCine.com

Ocho son, hasta el momento, los films en los que el realizador Tim Burton contó con la presencia del actor Johnny Depp. De esta forma, han sabido conformar una de las duplas creativas más interesantes que ha dado el cine.

Werner Herzog y Klaus Kinski son el paradigma del vínculo traumático entre realizador y actor que más lejos está de representar al que construyeron Burton y Depp. Cuando el director ya era una figura apreciada en Hollywood -es decir, cuando ya había mostrado su personal mundo en el cortometraje “Frankenweenie” (1984), y ya se habían estrenado “La gran aventura de Pee-wee” (Pee-Wee’s Big Adventure, 1985), “Beetlejuice” (1988) y “Batman” (1989)- emprendió la búsqueda del que sería el protagonista de “El joven manos de tijera” (Edward Scissorhands, 1990). Se trataba de un anti-cuento de hadas, una historia hermosa y a la vez llena de oscuridad en donde un hombre “a medio terminar” salía a enfrentar el mundo social y se enamoraba de una chica (interpretada por una cándida Winona Ryder). El problema radicaba en sus manos inconclusas, pues su inventor murió antes de poder darles forma humana.

El director ha contado en varios momentos cómo fue el encuentro entre este actor, figura en la serie de televisión “Comando especial” (visto además en “Pesadilla en la calle del Infierno-A Nightmare on Elm Street”-, de Wes Craven, en 1984). Mientras hacía las pruebas para encontrar al joven manos de tijera (un ascendente Tom Cruise no había logrado convencerlo) se encontró con Depp, cuyo extraño rostro calzaba a la perfección para lo que estaba buscando. El actor, mucho antes de dedicarse a la actuación, había imaginado una carrera como cantante de rock. Tal vez, el medio que le permitiría alcanzar la celebridad gritando su inconformismo por el estado del mundo. Ya no a través del canto, sino de composiciones para el cine, supo de la mano de Burton gestar criaturas enrarecidas y a la vez fascinantes. La película le permitió, además, darse el gusto de contar en el elenco con su admirado Vincent Price, actor de los films clase-B que formaron parte su educación cinéfila. Producida por la FOX (Warner había desistido de embarcarse en un proyecto al que consideraba poco comercial), El joven manos de tijera fue un éxito que marcó el inicio de una unión que se extiende hasta el día de hoy, con el reciente estreno de “Sombras Tenebrosas” (Dark Shadows, 2012).

Tras entregar en “Batman vuelve” (Batman returns, 1992) su segunda y última mirada sobre el célebre hombre-vampiro, Burton buscó con “Ed Wood” (1994) un proyecto más independiente, que le permitiera filmar con plena autoría y a menor riesgo. Una oportunidad para volver a sus preferencias como espectador, esta vez a partir de un retrato quien pasó a la historia como “el peor director de cine”. Con guión de Scott Alexander y Larry Karaszewski, “Ed Wood” mostraba a un personaje errático, de esos que tantas veces exploró y seguirá explorando, sólo que esta vez el material buceaba sobre alguien que en realidad había existido. Hacedor de películas de factoría berreta, con monstruos y extraterrestres construidos a partir de efectos paupérrimos, era lógico suponer que Burton querría dedicarle una película. Depp calzaba a la perfección, y compuso notablemente a este director al que le encantaba vestirse de mujer, y que en la película intenta convencer a productores de cine para que le financien una película con Bela Lugosi. Hecha con un impecable blanco y negro, hoy en día el film puede ser pensado como un “gusto” de Burton. Destinada al fracaso comercial (que lo tuvo), “Ed Wood” hace de un personaje a priori revulsivo un ser comprensible y digno de tener su propia película.

Tras una “reconciliación” con el mainstream mediante el ejercicio retro que fue “Marcianos al ataque” (Marts attac, 1996), Burton volvió a convocar a Depp para interpretar al escéptico Ichabod Crane, policía neoyorquino que debe desentrañar un misterio en “La leyenda del jinete sin cabeza” (Sleepy Hollow, 1999). Se trataba de la adaptación de un relato del escritor Washington Irving. Convertido en uno de los pocos directores que podían entretener a gran escala sin necesidad de traicionar sus afinidades estéticas, no sólo el actor formaba parte de su conformación autoral, sino la estética que le daba forma a mundos ominosos y fantásticos, y la música de tono operístico que tan bien crea Danny Elfman. La película se centra en el temible jinete del título, y aúna romance con misterio. Una apuesta por el entretenimiento que funcionó muy bien, y que precedió a la muy criticada versión que hizo de El planeta de los simios (Planet of the apes, 2001), precisamente por haber sido considerada como demasiado impersonal.

En “El Gran Pez” (The big fish, 2003) convocó a notables intérpretes (Ewan McGregor, Albert Finney, Jessica Lange, Marion Cotillard, Steve Buscemi, Helena Bonham Carter y Danny DeVito) para contar una historia que reflexiona sobre la ficción. El film lo devolvió a un mundo más fantasioso, de esos que a él le fascinan. La película casi duplicó su costo de producción, en cuanto a recaudaciones, y la industria lo reconoció con cuatro nominaciones para los Globos de Oro y una nominación para los Oscar.

Tras ese éxito, el director ya se había mudado a Londres con su esposa y actriz-fetiche Helena Bonham Carter. Y en la candidez del mundo hogareño comenzó a pensar en el que sería su próximo trabajo: “Charlie y la fábrica de chocolate” (Charlie and the Chocolate Factory, 2005).

Los trabajos de Depp hasta ese momento mostraban claramente una mimetización con el entorno de los films y una concentración interpretativa única. En “Charlie y la fábrica de chocolate” (una remake basada, a la vez, en una novela) y en “Alicia en el país de las maravillas” (Alice in wonderland, 2010), sobre el célebre relato de Lewis Carroll, quedó claro que sin llegar a niveles antojadizos lo que hizo Burton fue dotar a los personajes de todo el histrionismo que el consumado actor podía entregar. A esta altura, se tratan de películas amalgamadas a su figura, a las que Depp celebra con iguales dosis de desparpajo y transformación facial.

El tándem Burton-Depp se ha transformado en un universo fascinante

En el primer caso, el actor deslizó toda tu gracia para hacer de su Willy Wonka un personaje alegre hasta el absurdo, que reclamaba no sólo destreza física y comicidad sino también versatilidad para relacionarse con el mundo infantil y con los secretos que éste puede esconder. Un personaje ermitaño, megalómano, un poco a semejanza del “Ciudadano Kane” y –por qué no- del fallecido Michael Jackson, que recibía la visita de los cinco niños ganadores de un paseo por la fábrica, en la que unos extraños y pequeños personajes (los “Oompa-Loompas”) producen el codiciado alimento.

En cuanto a su trabajo como el Sombrerero Loco en “Alicia en el país de las maravillas” ocurre lo mismo: se hace evidente que el proyecto no lo convoca, sino que él convoca al proyecto. Sólo que aquí es más notorio el interés del director de trastocar el relato original a favor de su protagonista, a tal punto que la delicada Alicia (Mia Wasikowska), sin perder su rol central, debe compartirlo con su co-estrella.

En el medio, el director (que ya había ingresado al mundo de la animación como productor de “El Extraño Mundo de Jack” -The Nightmare Before Christmas- en 1993) lo convocó para ponerle su voz a Víctor Van Dort de “El cadáver de la novia” (Corps bride, 2005). Acompañado por otros famosos actores de una dicción única (Helena Bonham Carter, Emily Watson, Tracey Ullman, Albert Finney, Christopher Lee y Michael Gough) vemos nuevamente aquí la autonomía de Depp como marca de fuego de la factoría burtoniana. Hasta el personaje se le parece. Construido a partir del la técnica del stop-motion, “El cadáver de la novia” trata sobre una boda que produce el des-encantamiento de una joven asesinada, en el día en el que iba a casarse. Éste acontecimiento llevará a Víctor al mundo de los muertos, paradójicamente más vital que el mundo de los vivos. Nuevamente la celebración vinculada a la muerte, lo oscuro ingresando al territorio de lo familiar, el más allá como el espacio de lo esperanzador.

Y tras haber tenido una experiencia con actores y no con animaciones en la colorida “Charlie y la fábrica de chocolate”, la vuelta al mundo sanguinario fue con “Sweeney Todd: el barbero demoníaco de la calle Fleet” (Sweeney Todd, 2007). Se trata de una transposición de la obra de Stephen Sondheim, algo así como una de las figuras más prestigiosas de la comedia musical. La obra, canónica en Broadway, muestra a un barbero que, tras ser despojado de su esposa y su libertad por un autoritario y malvado juez, decide vengarse. Han pasado ya muchos años, de su mujer no se sabe nada, y su hija vive con un padre castrador que hace de su vida un infierno. Tremendo argumento se completa con la asociación que lleva adelante con la señora Lovett (Helena Bonham Carter): él le ofrecerá los cuerpos de los hombres que degüella, a los que ella convertirá en pasteles… Esta truculencia llevó a Depp hacia una zona interpretativa más introspectiva, que estalla en esos breves instantes en donde asesina. Además, le significó una exigencia vocal muy grande para poder cantar las fascinantes partituras del autor.

Ya sea en roles más oscuros o en otros más coloridos, en películas con guiones originales o adaptaciones, o en películas con canto, el tándem Burton-Depp se ha transformado en un universo fascinante, que tiene hoy un nuevo exponente en cartelera. Amigos en la vida, ya tienen planes a futuro. Sin mención a tiempos concretos manifestaron recientemente la posibilidad de llevar “The Night Stalker” a la pantalla grande. Nosotros, los esperamos.