Por Hugo Lara Chávez

El año pasado asistí, en el nuevo plantel del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), al claquetazo de “Hombre de piedra” —que después se llamaría “No se aceptan devoluciones”— y Eugenio Derbez, su flamante director y protagonista, dijo que su película “sería un clásico del cine mexicano”. Sonaba aventurada esa temprana afirmación, pero a juzgar por los números de la taquilla que logró en Estados Unidos parece que sí lo logrará. Y de refrendar ese éxito en México, con un lanzamiento sin precedentes para un filme mexicano con mil copias (incluso algunos medios manejan ya 1500 copias), este año podría darse un fenómeno de taquilla para el cine nacional (es curioso: en Argentina está pasando lo mismo), si es que esta película logra igualar el récord de “Nosotros los Nobles”, la cinta mexicana más vista de la historia (más de 7 millones de espectadores) y que igualmente se estrenó este año, pero con tan sólo 350 copias. El filme de Derbez llegará a las salas en México el viernes 20 de septiembre.

Luego, tuve la oportunidad de charlar con Derbez hace un par de meses, para una entrevista para la revista Poder y Negocios. En ese encuentro, aún estaba lejos el éxito que tendría en Estados Unidos con su opera prima como director, “No se aceptan devoluciones” (Instruction Not Included, 2013), que se ha convertido en un suceso taquillero y en la producción latina más vista de toda la historia en el país del norte. No es poca cosa y hay que apreciar bien este logro.

La película de Derbez tuvo un lanzamiento modesto en Estados Unidos: fueron 347 copias frente a las 2,735 de “One Direction: This is Us”, que ocupó la posición número uno en la taquilla en la misma fecha. Sin embargo, ningún analista esperaba que Derbez se colocara ya no digamos en el cuarto sitio que alcanzó en su primer fin de semana (en el feriado del Labor Day), sino ni siquiera entre los primeros diez. Pero lo hizo. Y de las 347 copias iniciales, en las semanas siguientes se le han agregado más hasta alcanzar 717 salas y recaudar hasta la fecha unos 22 millones de dólares. Hay que recordar que “No se aceptan devoluciones” tuvo un presupuesto de alrededor de 5 millones de dólares, una de las más caras del cine mexicano, pero que sería el equivalente de una producción independiente gringa.

Al margen de la calidad de la película, de sus virtudes o imperfecciones (posteriormente publicaremos una crítica en CorreCamara.com), lo que hay que destacar en este momento es la inteligencia y la claridad de Eugenio Derbez para emprender este proyecto y, más aun, para llevarlo a buen puerto. Y esto es positivo para el cine nacional.

Derbez siempre tuvo en la mira la idea de hacer una producción apta tanto para el público mexicano como para el latino de Estados Unidos. Sin duda, su experiencia como actor en Hollywood le ayudó a planificar sus metas. Y ahora su logro marca un antes y un después dentro de la industria, porque acaba de abrirle el paso al cine nacional hacia un nuevo y extenso mercado con poder adquisitivo, el del público hispano dispuesto a pagar un boleto para ver filmes hablados en español o bilingües (lo habían tocado antes los videohomes, pero a un nivel precario). Es una fórmula que podría funcionar de cara al futuro tanto para el cine mexicano como para el estadounidense y que vale la pena explorar. Para la cinematografía nacional, es una demostración que tiene posibilidades de abarcar un lucrativo mercado más allá de su frontera.

Otra clave de “No se aceptan devoluciones” es la convicción de Derbez de saber que él mismo es su mejor capital: su enorme popularidad, su talento, su imagen, su visión de lo que es y puede llegar a ser. Es cierto que su celebridad como comediante de televisión le ha ayudado bastante, acogido por una gran público que quiere entretenimiento “amable”, sin ser peyorativo —sin violencia, sin sordidez— y que no le interesa el cine de autor o el que gana premios en festivales, pero eso vale la pena verlo como un valor y no como un defecto.  Al final, el cine mexicano necesita, por salud, tanto de este tipo de cine como del otro, necesita ganar premios en Cannes pero también necesita llevar gente a las salas. Y ambas propuestas, aunque distintas e incluso opuestas, se pueden beneficiar de la otra.

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