Boris Vian murió en una sala de cine, a los 39 años, de
un infarto mientras veía la versión fílmica de una de sus mejores
novelas,  Escupiré sobre vuestras tumbas (J’irai cracher sur vos
tombes, 1959).

El oficio del guionista-escritor, o 
en el reto de convertir la letra y sus metáforas al lenguaje
audiovisual, puede darse una variedad de resultados disímiles.

Lo que el cine toma de la literatura se remonta prácticamente a los
inicios del cinematógrafo: ahí están las primeras ficciones de Georges
Méliés o las primeras películas de temas bíblicos. 

Hay literatos que,
con el paso del tiempo, se han convertido en escritores de cine por
excelencia, incluso aún sin haber conocido este invento, como William
Shakespeare o Edgar Allan Poe. En tanto, existen autores y géneros
literarios que se han alimentado de la expresión cinematográfica, como
la novela policiaca. En fin, ha sido también, éste, un maridaje que va
de lo armónico a lo trágico.

El caso del francés Boris Vian es aleccionador. Vian fue uno de los
escritores más destacados de la postguerra, de imaginación desbordante
y estilo delicioso, amante del jazz y cercano de los existencialistas.
Entre sus obras se halla una buena cantidad de piezas teatrales,
poemarios y cuentos. Vian murió en una sala de cine, a los 39 años, de
un infarto mientras veía la versión fílmica de una de sus mejores
novelas,  Escupiré sobre vuestras tumbas (J’irai cracher sur vos
tombes, 1959).

Lo que ilustra este hecho, de manera extrema, es el celo de un escritor
insatisfecho por una mala, o digamos, una infiel adaptación de su obra.
La literatura en el cine es una historia de infidelidades, tan
apasionante que a veces mata, como se ve. (Hugo Lara)