Por Lorena Loeza 

La cámara es la única neta. Toda verdad será video verdad o no será. Heriberto Yépez. 

Una nueva manera de hacer  cine de horror, híbrido entre documental y reality show, parece cobrar cada vez más adeptos entre los fanáticos del realismo en la pantalla. El fenómeno no resulta tan extraño después de todo: la mayor parte de las experiencias de entretenimiento han tenido que volverse cada vez más impactantes, más nítidas y multisensoriales. Un bombardeo a los sentidos que ya no se limita a sólo ver, oír y pensar. Y si de horror se trata, siempre es seductor pensar que lo has visto todo, contado de primera mano, casi como si hubieras estado ahí.  

Partiendo de que el actual es un público cada vez mas exigente y que no se conforma con cualquier cosa,  la industria se ha visto obligada a  producir historias que generen la curiosidad suficiente como para llevar gente a al cine y  así producir ganancias millonarias en la taquilla.  

El primer experimento que trasciende el ámbito de lo experimental para convertirse en todo un fenómeno mediático y taquillero, es Blair Witch Project (D. Mirick, E. Sánchez, 1999). Una previa campaña publicitaria y por internet, que sorprendió a más de uno haciéndole creer que la historia era verdadera, es la importante punta de lanza para catapultar al éxito la historia de tres jóvenes cineastas que buscando la historia local de una bruja, se pierden en el bosque de manera misteriosa. La premisa de la historia es tan simple como terrorífica: obliga a analizar tus propias emociones y sentimientos, pensando que eres tú quien está  perdido en un oscuro bosque, donde se cuentan historias de brujas y asesinatos terroríficos. Un cuento que seguramente a  todos nos contaron de niños en algún campamento, y que sabíamos peligroso gracias al cuento de  Hansel y Gretel.  

Lo demás es imaginación y muchas horas de filmación “original” donde nunca en realidad puedes ver a la bruja, aunque el asunto consigue que te identifiques conla situación y sientas el miedo, la desesperanza y la angustia, al igual que los  protagonistas de la película.  

El Proyecto de la Bruja de Blair, también establecía  reglas básicas e importantes para la construcción de una escuela particular de cine de horror dentro de la industria cinematográfica:  en primer lugar, la historia debe ser simple y creíble;  en segundo, no es necesario hacer una gran inversión en efectos especiales buscando realismo;  y en tercero y más importante,  hay que concentrarse en las emociones y lograr empatía entre los protagonistas y el espectador. En síntesis, es más relevante lo que se sugiere, que lo que realmente se puede apreciar con nitidez.  

Las lecciones fueron  anotadas y aprendidas por uno de los mejores representantes de los creadores de nuestros tiempos para una nueva generación, JJ. Abrams, que con Cloverfield (2008) mejora las premisas de su antecesora y logra un fenómeno taquillero y toda una revolución entre los fansites en internet, que pronto buscaron claves de los enigmas, detalles que pasaron desapercibidos y todo tipo de teorías sobre el monstruo y su origen. En Cloverfield, a diferencia de la bruja que nunca vimos, el monstruo se deja ver un poco. El prefabricado reality hace uso de  algunos efectos especiales, tan bien dosificados, que al final vemos  en pantalla justo lo que debemos ver. Ni más ni menos. Ese acaso sea su principal acierto. Abrams no gasta mucho en el diseño del monstruo, ni en contratar actores conocidos: sólo  prende una cámara y se enfoca en las emociones de las víctimas. Que algo se aprecie del monstruo, pero que se vea más el llanto y los gritos.  Desde este punto de vista, poco importa saber de dónde salió la bestia, porqué ataca y porqué viene acompañado de arañas gigantes. Nada de  eso se explica, porque no nos están contando la historia del monstruo, sino la de sus víctimas y sus emociones. 

Cloverfield
Cloverfield.

Y la historia en esta ocasión tampoco puede ser más simple: un grupo de jóvenes en una fiesta de despedida para un amigo que se va de trabajo al Japón, son atacados por una criatura extraña que termina por destruir Nueva York. Y no es Godzilla, que conste.  

Otro ejemplo destacable dentro de esta categoría, es REC, (J. Balagueró, 2007) una variante de la anécdota con cámara prendida que ya a estas alturas conocíamos bien. La película se inscribe en este nuevo cine de horror español que parece ser una propuesta alternativa para la producción oriental que ya tiene todo un nicho dentro del género. 

La historia es igualmente simple, aunque con un argumento ligeramente más complejo: una reportera y su camarógrafo están haciendo una crónica del trabajo en la estación de bomberos, cuando de repente se ven envueltos en una situación tan caótica como difícil del creer. Un extraño trastorno que convierte en zombies sedientos de sangre a los inquilinos de un edificio, lo deja atrapados en una situación tan extraña como aterradora. Pero a diferencia de las anteriores, la película en esta ocasión si se vale de otros recursos más complejos que la emociones frente  a una cámara prendida, mostrando los conflictos derivados del encierro y la decisión de sobrevivir a costa de lo que sea.  

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REC.

Mantiene un buen ritmo,  y logra igualmente que transmitir la asfixia, el miedo y la angustia. La idea la vale un remake  norteamericano, que bajo el nombre de Quarantine (J. E Dowle, 2009) constituye un experimento interesante, pero que no logra superar la propuesta original.  

El último de los experimentos que vimos en cartelera, también resultó rentable y exitoso. Paranormal Acitvity (O. Pali, 2009) parece haber conjugado con maestría los elementos que hicieron de las anteriores grandes éxitos taquilleros: basó su promoción en difusión vía Youtube, de las expresiones de aterrorizadas de los espectadores, construyó una sencilla historia de casas embrujadas y posesiones y se concentró en la paulatina transformación emocional de los protagonistas. Es así que con una producción de 15,000 dólares, logró recaudar 107, 6 millones de dólares en taquilla. Todo un récord que la convierte en una de las películas más rentables de la industria. 

Y quizás lo que hay que decir  a manera de conclusión, es que la combinación de realismo y temas terroríficos parece ser una relación hecha para durar, a la que seguramente se le seguirán añadiendo cintas en los próximos años. Estas cintas demuestran que no hay efecto especial que sustituya el frío sudor en la espalda, la sensación de indefensión y la angustia, que sólo puede producirse cuando de verdad fuimos testigos de algo sobrenatural. Y por supuesto, que siempre podremos hablar de la experiencia cinematográfica con la autoridad que nos otorga  poder decir -que incluso a través de una cámara- también lo vimos todo y con nuestros propios ojos.