Por Jaqueline Tavera Martínez

“La Jaula de Oro” en el Festival Internacional de Cine de Morelia está perfilada como una de las favoritas de la crítica. El filme de Diego Quemada-Díez, su ópera prima, tiene 16 reconocimientos hasta la fecha de distintos festivales internacionales, incluyendo Mejor Nuevo Director en el Festival de Chicago. CorreCamara.com platicó con el realizador.


CorreCamara (CC): ¿Cómo ha sido el recibimiento del público en los diferentes países donde se ha presentado la película?

Diego Quemada (DQ): Increíble porque presenta una problemática completamente de actualidad en todo el mundo. Presentamos la película en Corea y la gente se impactó mucho, porque pasa de noticias anónimas leídas en periódicos a darles un rostro y un sentimiento a la historia, así pega de otra manera. En Corea del Sur, en Busan donde presentamos la película, la gente hablaba de la migración del norte de Corea. En Mongolia de la migración de China. En Italia les pegó durísimo con el tema de las lanchas, donde recientemente murieron más de 300 migrantes y toda la gente está en shock. En Rusia también hubo recientemente otro accidente con migrantes, en Londres está la migración de países árabes, de África y ahora de España. Y en Chicago también se presentó, a los estadounidenses sí les pegó, se preguntaban “¿hay este muro, de verdad les pasa esto, de verdad los estamos matando?”. Estaban en shock y a la vez contentos de ver la realidad.  Esa era la intención, provocar un choque.

CC: ¿Cómo fue su primer acercamiento con el tema de migración?

DQ: En 2003, cuando buscaba una nueva historia que contar y había terminado mi primer corto, me fui a Sinaloa porque leí un artículo en un periódico muy interesante. Me hice amigo de un taxista y fui a vivir con él y su familia, cuya casa estaba cerca de las vías del tren. Todos los días llegaba el tren con decenas de migrantes, ahí empecé a recopilar testimonios y a pensar en contar su historia, su drama. Cómo son héroes por arriesgar su vida  por sus seres queridos o por tratar de realizarse. Además, ellos me lo pedían.

Me ha costado muchos años, no sé porque tanto, pero ha sido una película muy difícil. Mucha gente decía “para que quiero que me cuenten otra historia de migrantes”. En Hollywood, cuando traté de conseguir financiamiento me dijeron que pusiera la voz en off de Salma Hayek. No tengo nada en contra de ella, pero la idea es darles voz a los inmigrantes. Pero seguí con mi perseverancia y apuesta por la película, así que no quise comprometer nada, me aferré hasta que por suerte conocí a unos productores que consideraron que mi locura y apuesta arriesgada merecía hacerse.

CC: ¿Cómo fue el proceso de selección de casting?

DQ: Vi a más de seis mil personas. La idea con la película era trabajar en locaciones reales con no actores, con personas que aportaran su mundo, su realidad. Filmé en Super 16 (cámaras de 16 mm)  con un equipo muy ligero, casi documental, filmé en continuidad, cronológicamente la historia para que los actores tuvieran una experiencia vital, que la cámara estuviera ahí como testigo de esa transformación que iba a sucederles y enfocarse en crear el contexto con los eventos que iban a provocar su comportamiento, pero no decirles qué tenían qué hacer si no permitirles ser ellos mismos.

CC: Entones, hubo improvisación. 

DQ: Sí, mucha improvisación, a veces los diálogos los cambiaba todos los días para que lo dijeran a su manera, “cómo se lo dirías a tu amigo de la Zona 3”. Parte clave en la película es que tiene el dialecto de la Zona 3, como hablan los chicos allá y el chavo tzotzil que también habla a su manera.

CC: ¿Cómo definiría la película?

DQ: La película se convierte en un documento antropológico de nuestra realidad contemporánea que desafía este cine tan homogéneo y convencional en donde lo único que hacen los actores es repetirse a sí mismos. Me gusta una entrevista a John Ford que le hicieron después de haber realizado “La diligencia”, la producción más cara de cine en su momento, él decía que en el futuro las películas  serían de otra manera, los cineastas buscarían las historias de la gente, irían a las comunidades, narrarían las historias que necesitan y gritan por ser contadas, además serían actuadas por ellos, no lo harían actores. La idea era este tipo de cine que trabaje desde nuestra realidad, que la realidad se convierta en un espejo.

CC: ¿Cuáles fueron las principales dificultades para grabar? Sobre todo por las zonas que se presentan en la película y que son muy peligrosas.

DQ: Sí, fue muy complicado. La parte más peligrosa fue la investigación, cuando yo estaba solo con mi libreta y mi aparato de sonido grabando testimonios, porque en esa parte no conoces a nadie, estás solo en las vías. Sí me la jugué, tuve bastantes problemas, me pusieron la pistola en la cabeza varias veces y casi me secuestran pero yo también pensaba si los migrantes se la juegan, ¿por qué yo no? Cuando se sumaron mis productores y el elenco, se les protegía, era el capitán del barco y debía cuidar de mi equipo, ya no estaba solo.

Afortunadamente, tenía contactos con líderes de muchas de las zonas por donde pasábamos, así sabía qué lugares eran peligrosos y en cuáles no había ningún problema. Luego mis productores trajeron a las autoridades municipales,  estatales y tuvimos un rodaje tranquilo, no nos pasó nada. Además, siempre nos movíamos, fue agotador porque la película tuvo más de 120 locaciones, miles de extras y varios trenes.

CC: ¿Cuáles son sus proyectos a futuro?

DQ: Un filme sobre una realidad latinoamericana, aún estoy en proceso, es un poco pronto para hablar de ello. Estoy haciendo un proceso parecido al de “La Jaula de Oro”, primero recopilo información de testimonios y a partir de ahí escribo el guion.

 

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