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El
argentino-español o hispano-argentino, que tanto da, Alberto de
Mendoza, último galán vivo de su generación, amigo y cómplice de otros
actores que se fueron antes que él, como Fernando Rey o Paco Rabal, ha
hecho el definitivo mutis por el foro, en la madrugada de este lunes,
con la elegancia y discreción con la que vivió sus 88 años, y poco
después de estrenarse en su país natal la que ha sido su última
película, “La mala verdad”, presentada antes en el Festival de Málaga,
donde se le rindió un homenaje. Los años 60 y 70 fueron los de su máximo
esplendor cinematográfico, y protagonizó importantes títulos tanto en
Argentina como en España y otros países de Europa, especialmente en
Italia. “El jefe”, “La máscara de Scaramouche”, “Chantaje a un torero”,
“Los guardiamarinas”, y más recientemente “Cleopatra” o “Tapas” son
algunas de sus cintas más recordadas de su filmografia.

Alberto Manuel Rodríguez Gallego González de Mendoza nació en el
bonaerense barrio de Belgrano el 21 de enero de 1923, hijo de un andaluz
y una vasca. Actor principal y de reparto en alrededor de centenar y
medio de películas, residió buena parte de su vida en Madrid. Sus hijos,
Belén y Fabián (psicóloga y publicista de profesiones), le recordaban
esta mañana como “un hombre apasionado, temperamental, enamorado de su
trabajo”. No solo acababa de estrenar con éxito la coproducción
argentino-española “La mala verdad”, donde aceptó un papel durísimo, el
de un anciano abusador en su propia familia, sino que según destaca la
entidad de gestión de derechos de los actores, AISGE, de la que era
miembro, había apalabrado una teleserie de 13 capítulos para la
televisión argentina y el próximo verano confiaba en llevar “Las brujas
de Salem” a los escenarios bonaerenses. “Habría seguido siendo actor
hasta los cien años y nos sentimos orgullosos de que nos haya dado una
vida fantástica a todos”, decía su hijo Fabián de Mendoza, que en su
juventud fue también actor.

En una entrevista con NOTICINE.com
este mismo año, explicaba: “Yo he tenido mucha suerte, algo que es
fundamental en esta profesión, aunque hay que ayudarla. He rechazado
cosas que luego han sido éxito, y me he quedado con cosas que
fracasaron… pero es el juego, la vida es un juego. He tenido momentos
agradables, de éxito y otros muy desagradables, como cuando llegas a tu
casa y le preguntas a tu mujer si sonó el teléfono, y te acercas y ves
que funciona, pero nadie te llama para ofrecerte trabajo. Hay que tener
piel de elefante y seguridad en uno mismo, en lo que uno quiere y pelea.
Hubo una racha mala, hasta el punto de que fui al Castellana Hilton a
ofrecerme a ver si podía trabajar allí, porque yo hablaba italiano y
francés… Y en cuanto sonó el teléfono para ofrecerme algo, ya la vida
vuelve… El actor siempre vive de una gran ilusión”.

“Yo he amado la vida, pero no soy de los que va por la vida con cara de
triunfo. Porque me levanto todos los días, escucho las noticias, leo los
diarios… Estoy vigente. El tipo que es indiferente a todo lo que está
pasando, es un imbecil. Hay mucha injusticia y yo no estoy conforme”,
añadía el actor, y sentenciaba: “A la vida sólo le pido seguir
envejeciendo con dignidad, que es lo más importante. Yo ya pasé por la
vida, plante un arbol, tengo nietos y biznietos, perdí a mi mujer hace
dos años… Y sólo pido envejecer con dignidad. Es un tópico decir que
no tengo miedo a la muerte, pero sí lo tengo al sufrimiento…”.

El
que fuera galán amado y admirado por mujeres de América Latina y Europa
nos contaba: “El que crea que seduce es tonto. La mujer te elige
siempre”, y comentaba sus vivencias cuando salía del hotel donde se
alojaba en el certamen malagueño en el que estrenó “la mala verdad”:
“Ahora cuando salgo y veo que todas las chicas ven a un señor mayor con
bastón, al que no reconocen, y al lado se vuelven histéricas con un
actor joven, me río, pero sin amargura, es lo normal… Yo también viví
hace muchos años escenas parecidas, pero todo eso pasa…”.

Alberto
que Mendoza, que llegó a filmar tres películas a un tiempo, confesaba
que tenía un papel soñado y pendiente: “A mi me hubiera gustado, además
de todos los personajes que interpreté -espadachín, espagueti-western,
abogado, malo, bueno…-, hacer de Don Segundo Sombra, el protagonista
de la novela de Ricardo Güiraldes, que es un personaje de la literatura
gauchesca argentina muy interesante”.

El gran actor será
incinerado este martes en el madrileño cementerio de la Almudena.
Posiblemente nos dejó con la satisfacción de haber dejado la vida como
el quiso, “con dignidad”, en los momentos de gloria y en los de olvido.
Descanse en paz un gran actor y un hombre sabio.